EL MONÓLOGO DE ALSINA

El monólogo de Alsina: El relato de Rajoy

Les voy a decir una cosa.

Hace cuatro años, cuando se despidió del cargo de presidente, le preguntaron a George W. Bush cuál era el mayor error que, en su opinión, había cometido, “el mayor que esté usted dispuesto a reconocer”.

Calros Alsina

Madrid | 20.02.2013 20:18

Tratándose de Bush, y de una gestión tan controvertida y criticada como la suya, tenía, seguramente, un amplio abanico de errores entre los que elegir. Su respuesta no fue alguna de las decisiones equivocadas que tomó como presidente, sino un discurso que pronunció el primero de mayo de 2003 a bordo del portaviones Abraham Lincoln, cuando habló de lo bien que había ido la intervención en Iraq con una pancarta al fondo que decía “misión cumplida”. El mensaje que transmitió aquel día, como el propio Bush admitió, fue el de que aquella guerra ya estaba superada, el esfuerzo, el sacrificio de las tropas, había llevado a esta nueva situación tan parecida a una victoria. Si el presidente, a toro pasado, lo vio como su principal error fue porque después de 2003 vino 2004, y después 2005 y 2006, y la guerra que él, precipitadamente, dio por controlada aún se prolongaría -y de forma cruenta- durante mucho tiempo más.

Mariano Rajoy hizo esta mañana algo que muchos en su partido le venían reclamando: incorporar a su discurso un relato. Esto del relato es una cosa muy de los expertos en comunicación política y de los comentaristas de la cosa. Consiste en demandarle al dirigente político no sólo que diagnostique bien los problemas y tome las medidas acertadas, sino que sepa explicar todo ello dentro de una narración que tenga sentido, en la que pueda seguirse de dónde venimos, dónde estamos y hacia dónde vamos.

La síntesis, sesgada, claro, e interesada, por supuesto, que hace Rajoy es ésta: cuando llegué al gobierno esto era el infierno y nadie daba un duro por España, he gobernado con acierto a base de sacrificar todas mis promesas anteriores, y un año después puedo decir “misión cumplida” porque ya no hay crisis del euro y porque todo el mundo, ahí fuera, vuelve a confiar en España. Sí, es cierto que tenemos un 26 % de paro, y que el PIB (cada trimestre) sigue menguando; incluso es cierto que nuestra prima de riesgo hoy, siendo inferior a los 600 puntos que llegó a tocar el año pasado, es aún superior a la que teníamos cuando se produjo el cambio de gobierno; pero ahora ya es cuestión de tiempo que esto espabile porque lo importante es que, de la crisis financiera, ya podemos hablar en pasado. De hecho, es lo que él reiteradamente ha hecho hoy: presentar los “esfuerzos”, los “sacrificios” de 2012 como una purga de Benito que ya hemos pasado y que ya ha conseguido su objetivo, salvar el euro y salvar España.

“Hemos atravesado el páramo, tenemos ya la cabeza fuera del agua, hemos logrado tener futuro”. Oye, es un relato. Es la forma de decir: estamos mejor que cuando yo llegué, aunque todavía os cueste captarlo, españoles, que no os dais cuenta de todo lo que hemos logrado; ha sido un año muy duro, pero ¿veis?, ya todo el mundo vuelve a confiar en nosotros. Esto de la confianza es siempre un asunto cuestionable y difícil de medir. Porque si cuando la prima andaba disparada se achacaba a la desidia europea y el contagio de Portugal y de Italia, por qué vamos a atribuir la prima contenida de ahora a la eficacia de nuestras reformas. Y porque en los mercados financieros dar por terminadas las crisis siempre es arriesgado, como Italia se quede el domingo en manos de Beppe Grillo ya veremos qué pasa con las primas de nuestra zona euro. Dices: bueno, es un relato. Una forma de ver, o de pretender, que a algún sitio ya hemos llegado. También lo fue el “mission accomplished” de George Bush, aquel (éste está por ver) irreal y precipitado.

La labor de siembra que realizó ayer el palacio de la Moncloa levantando expectativas sobre la relevancia de las medidas concretas que iba a anunciar el presidente se ha demostrado eficaz: expectativa había, novedades de enjundia, por el contrario, no ha habido. Las medidas económicas anunciadas son el discurso de investidura recalentado y adornado por esta salsa que dice que las promesas aún incumplidas o directamente traicionadas no deben considerarse un demérito del gobernante, sino justo al revés, son la prueba de lo bien que ejerce el cargo.

Hoy volvió a hacer Rajoy este juego de luces que le hace sentirse cómodo, la falsa contraposición entre cumplir lo prometido y cumplir con su deber. Unido a este otro argumento que está, como el amor de Rocío Jurado gastado de tanto usarlo, el no sabíamos lo que nos íbamos a encontrar y por eso prometimos un montón de cosas imposibles. Quién iba a decir que el déficit de 2011 llegaría al 9 %, dijo Rajoy, como quien se pregunta quién podría haber creído que veríamos un asteroide y un meteorito el mismo día. Y como el déficit alcanzó el 9% y arruinó todo su programa electoral, merece aplauso, entiende el presidente, que en 2012 lo hayamos recortado dos puntos. El principal anuncio que llevaba incorporado el discurso del presidente fue éste: el dato del déficit de 2012.

Hace un par de semanas dijo Soraya Saénz de Santamaría que no darían un dato de déficit público hasta no tener el definitivo, luego el definitivo debe de ser éste que el presidente dio hoy: “menos del 7%”, alrededor de 70.000 millones de euros de desfase. Fue interesante la reacción del grupo mayoritario: una cerrada ovación al presidente cuando dijo “siete”. Un triunfo. Es verdad que a primeros de año el objetivo que nos había puesto Europa era del 4,3 y el gobierno afirmó que por supuesto estábamos en condiciones de cumplirlo, pero si toca aplaudir, se aplaude. Bruselas, en efecto, dará el 7 % por bueno porque tampoco se va a poner a multarnos. Y si no, ya se encargará el presidente de que lo acepte, porque Rajoy se ve a sí mismo como un líder europeo, clave (incluso) para que Europa haya empezado a entender algunas cosas.

Cuando llegué sólo se hablaba de ajuste”, ha dicho, “me ha costado, pero Europa ha acabado entendiendo que la crisis del euro era política y que faltaba convicción en la defensa de la moneda única”. Ni efecto Hollande, ni astucia de Monti ni vocación europea de la señora Merkel. Este Rajoy hercúleo que salva el euro es un personaje de nueva creación que la Moncloa incorpora a su relato. Europa ha cambiado a mejor este año porque llegó un jefe de gobierno nuevo a las cumbres, el español Rajoy. Puede que esta parte del discurso le haya quedado un poco de no tengo abuela pero si no lo dice él, admitámoslo, no lo va a decir nadie. Ni la oposición española ni los colegas europeos son muy de reconocer los méritos ajenos.