La mañana del vigésimo día después de la riada.
Hace diecinueve mañanas nos preguntábamos en la tertulia del programa si lo ocurrido con esta gota fría y el aviso tardío que se envió a los móviles serviría para afinar con el contenido y el procedimiento para utilizar este sistema de alerta.
Recuerdo que dijimos que habría que conocer primero dónde y cómo fallecieron las personas a las que atrapó, sin vuelta atrás, la riada. Nos preguntamos: ¿lo correcto es instar a la población a no moverse, estén donde estén, o permanecer en un lugar susceptible de inundarse es la peor de las acciones posibles? Y nos preguntamos: ¿los muertos lo han sido en el interior de los coches, en carretera, en sus casas?
la necesidad de mejorar las indicaciones que se le dan a la población es aún más evidente
Ahora que ya existe esa información, difundida por el Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad Valenciana, la necesidad de mejorar las indicaciones que se le dan a la población es aún más evidente. Algo más de la mitad de los fallecidos perdieron la vida en sus casas y en los garajes. La otra mitad murió en el exterior: la calle, el campo, la carretera, la playa. Los primeros, aunque no hubieran recibido el aviso en el móvil porque éste llegó tarde, cumplieron, en realidad, con la indicación que éste contenía: evitar cualquier tipo de desplazamiento por la provincia. Las personas que murieron en los bajos, o en los garajes, o en una residencia de mayores, no se estaban desplazando por la provincia.
El aviso, en realidad, está pensado más para automovilistas que para la población en su conjunto. Hoy sabemos que la única instrucción salvadora era: suba todo lo alto que pueda. Pero ésa no aparecía en el mensaje a los móviles. No habría aparecido tampoco si el gobierno valenciano, actuando con la diligencia que ese día no tuvo, lo hubiera enviado a tiempo. Estos días hemos vuelto a escuchar cómo en la riada del 57 fueron las emisoras de radio quienes difundieron, con tono de emergencia y repetidamente, un mensaje que decía: ‘busquen refugio en zonas altas y pongan a resguardo a niños y ancianos’. Escuece comprobar que la precisión de aquel mensaje, hace sesenta y siete años, era muy superior a éste de ahora.
El presidente de la Comunidad Valenciana, Mazón, tiene pendiente reconfortar a sus gobernados informándoles de a quién destituye, a quién asciende y a quién incorpora. Tanta expectación el viernes sobre los cambios que iba a anunciar y no anunció nada. Fue anoche cuando se dio a conocer que la vicepresidenta Camarero ejercerá en adelante de portavoz del gobierno, cosa que ya venía haciendo estos últimos días, tampoco es que el cambio sea de una profundidad extraordinaria.
Fue Feijóo quien dijo que las palabras de Mazón en su Parlamento reconfortarían a muchos ciudadanos.
Mazón sigue
No consta que Feijóo haya sondeado el estado de ánimo del personal después de escuchar a Mazón el viernes, pero reconfortar, lo que se dice reconfortar, no parece que fuera capaz de reconfortar a nadie. En rigor, lo que anunció Mazón es que va a seguir los casi tres años que le quedan de legislatura y que luego ya decidirá, él y solo él, si intenta una segunda. Esto de renunciar a presentarse de nuevo es un largo, me lo fiais que, además, está condicionado. Condicionado a esta cosa tan etérea de ser capaz de liderar la reconstrucción.
Todo indica que será Mazón quien juzgue si Mazón ha liderado la reconstrucción
Todo indica que será Mazón quien juzgue si Mazón ha liderado la reconstrucción. Tal como ha sido Mazón quien ha juzgado que Mazón era la persona indicada para liderarla, es decir, para permanecer. En la dirección nacional del PP tratan de presentar este compromiso tan volátil como el fruto de la presión de Feijóo al barón que más quebraderos de cabeza le ha dado desde que es presidente del partido. Cunde la impresión de que Mazón le dice a Feijóo lo que esté quiere oír -o algo parecido- y luego hace lo que le parece porque después de todo no es Feijóo quien pone y quita presidentes autonómicos.
Entre los planes de Sánchez no está volver a pisar Valencia
Sánchez, el presidente que no quiso asumir el mando de la emergencia nacional de la riada, comparecerá en el Congreso el último miércoles de este mes, ya con los ánimos enfriados y las calles -se espera- limpias de lodo, cuando se estará cumpliendo un mes de la riada y habiendo naufragado el empeño de atribuir los incidentes de Paiporta a grupos organizados de ultraderecha. El presidente acudirá al Congreso como quien hace algo verdaderamente extraordinario. Volver a ponerse el chubasquero y calzarse las botas para pisar, Valencia no parece que entre en sus planes, de momento.
Los Reyes volverán esta semana a Valencia, como anunció Zarzuela la semana pasada, y lo harán sin Pedro Sánchez porque el presidente tiene obligaciones que atender en Brasil. Hay cumbre del G-20 -veinte países industrializados—y, aunque no somos uno de los veinte, tenemos invitación permanente desde que Sarkozy le hizo un hueco a Zapatero -2008- en atención a la solidez demostrada por nuestro sistema bancario, un año antes de que la mayoría de las cajas de ahorro empezaran a desmoronarse -la solidez, decían-.
En Brasil, y con Lula de anfitrión, tendrá ocasión el presidente de conversar con la primera presidenta de los Estados Unidos Mexicanos, Sheinbaum, a cuya toma de posesión no acudió porque la presidente incurrió en la descortesía de pretender decidir ella a quién debía enviar España: ya se acuerdan, aquello de ‘Felipe VI, no; tú, Pedro, sí’. Apunte: ella tiene mucha mejor opinión sobre Donald Trump que el nuestro. Y tendrá ocasión el presidente, pero dudo que quiera aprovecharla, para echar un rato con Javier Milei, el argentino que es fan de Trump y de Abascal y bestia negra de Begoña Gómez. La llamó corrupta, acuérdese, nunca rectificó, se organizó una crisis diplomática de tres pares de narices porque Sánchez ordenó retirar a la embajadora y ha estado la relación entre los dos gobiernos cinco meses en el limbo. Al final reculó nuestro gobierno y repuso embajador justo a tiempo para que Milei y Sánchez puedan, al menos, darse la mano sin querer arrancársela.
Y sí, va Begoña Gómez a la cumbre, con permiso del juez Peinado, e invitada por la señora Lula para participar de esta cosa un poco viejuna que siguen haciendo, que es la agenda para acompañantes. El gobierno brasileño le pone una sala por si quiere reunirse bilateralmente con alguien. En la India se vio con emprendedores y visitó una universidad. En Brasil no consta que anden necesitados de másteres, pero nunca se sabe. Y no, no consta que viaje en calidad de asistente de Begoña la señora Álvarez Rodríguez, de nombre Cristina, que aunque tiene cargo de asesora en la Secretaría General de Presidencia alguna gestión hizo para la esposa del gran jefe en sus actividades profesionales privadas y sus contactos con las empresas que la patrocinaban. Se sabía, gracias a Barrabés y el rector de la Complutense, que Gómez utilizó dependencias de Presidencia del Gobierno para sus actividades privadas. Ahora se añade que también utilizó a una asesora de presidencia a la que presentaba como ‘mi compañera, Cristina’ cuando, en rigor, no era ni compañera ni nada, era empleada de una institución, Presidencia, que nada tiene que ver -o nada debería- con negocios y con másteres.