OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "No se puede decir más alto"

Carlos Alsina reflexiona en su monólogo de 'Más de uno' sobre el rifirrafe que mantienen la presidenta de la Comunidad de Madrid y Félix Bolaños sobre la asistencia del ministro de la Presidencia a los actos conmemorativos de este 2 de mayo. Además, analiza la asistencia y reivindicaciones de los sindicatos por el Día Internacional de los Trabajadores.

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Carlos Alsina

Madrid | 02.05.2023 08:32

Día de Madrid. La fiesta de la región madrileña. Escenario del levantamiento contra el francés, año 1808, y escenario de la tonti polémica del día, año 2023. La bobolémica consiste en que Díaz Ayusono quiere ver por la Puerta del Sol al ministro Bolaños. Sí a Margarita Robles, que es muy querida, parece ser, por la presidenta de Madrid. Pero no al ministro de la Presidencia, que estuvo el año pasado y no debió de caerle bien a la reina madrileña. Lo suyo, supongo, debe de ser invitar a la fiesta de una comunidad a la presidencia del Gobierno. Y sabiendo que el presidente sólo va a aquellos sitios a los que les puede sacar alguna rentabilidad política ---qué te digo yo, un juego de petanca en Coslada, una librería en Fuenlabrada, unos bomberos rurales en Ávila--- que sea él quien delegue en quien le parezca oportuno. Así fue el año pasado. Pero este año Ayuso no ha invitado a Sánchez sino a la ministra portavoz, invitación personalizada, con la excusa de que lleva lo de la política territorial, aunque ya nadie se acuerde. Y la ministra, que tampoco está por ir, le ha pasado la invitación a Bolaños. Dices: él por lo menos sí que quiere ir. Ya, pero Ayuso no quiere. Bolaños dice: que voy. Y ella: ¡ni se te ocurra!

---Que sí, que voy.

---No estás invitado.

---Pues me autoinvito.

Si Daoiz y Velarde aún estuvieran vivos, hoy se morían de vergüenza

Esta pavada es lo que está disparando el interés mediático por la fiesta del Dos de Mayo. Si Daoiz y Velarde aún estuvieran vivos, hoy se morían de vergüenza. Nada gusta más a la opinión, en un día festivo, que una buena gresca institucional que ponga al límite el protocolo. ¡Que no venga que no tiene sitio!, dice el Gobierno de Madrid, confirmando la legendaria hospitalidad en la región en la que a nadie se le pregunta su procedencia.

---¿Tú de dónde eres?

---¿Yo?, de la Moncloa.

---Uy, ¡fuera, fuera!

Llegados a este punto caben tres posibilidad: que Bolaños se rinda y abandone Madrid, como el francés. Que acuda a la recepción haciéndose pasar por Isabel Rodríguez, o sea, poniendo acento manchego ---esto le va a costar--- y metiéndose con Feijóo todo el tiempo ---esto no le cuesta---. Y tres, que acuda a cara descubierta pero llevando consigo una silla de tijera, para poder colocarla en una esquinita ---una pequeña esquinita, que diría Teresa Ribera--- y sin molestar a la presidenta y la ministra de Defensa mientras hacen pandilla. Bolaños el empecinado.

Y justo un año después de aquella mañana, dos de mayo de 2022, en que sacudió a la opinión pública con un anuncio.

Un año ha pasado de pegasus. El gravísimo suceso que el Gobierno creyó necesario que todo el país conociera y del que prometió llegar hasta el final. Doce meses después sigue sin saber ---o no lo cuenta--- quién infectó los teléfonos del presidente y la ministra y sigue sin saber ---o no ha contado--- qué información les fue robada a ambos. Eso sí, por el camino Esquerra Republicana le montó un pollo al gobierno por haber espiado a Pere Aragonés en la época del tsunami democrátic y la segunda investidura de Sánchez y el gobierno ---la ministra de Defensa--- entregó la cabeza de la directora del CNI, Paz Esteban, para que Sánchez no tuviera que entregar la suya. Un año después se ha sabido que al frente del tsunami democrátic estaban, presuntamente, unos cuantos dirigentes de Esquerra. Sin que al gobierno se le haya escuchado una palabra al respecto, ni siquiera de reproche a su compadre Oriol Junqueras.

Salió a la calle el francés ---el obrero francés--- para gritarle, otra vez, a Macron que no hay derecho a tener que esperar a los 64 años para jubilarse. Cientos de miles de manifestantes en París. Un hito, proclaman las organizaciones sindicales francesas.

Salió a la calle el español ---el obrero español--- para celebrar al PSOE, a Podemos y al yolandismo. Para lanzar un ultimátum, otro, a los empresarios, gente codiciosa que nada en sus beneficios mientras le niega el pan y la sal a sus asalariados. Y para pedir el voto para el PSOE, y Podemos, y el yolandismo en la sopa de siglas con que concurre la izquierda a las elecciones del 28 de mayo. Sólo que en Madrid, capital del músculo sindical, los manifestantes no fueron cientos de miles, como en París, sino diez mil según la delegación de gobierno, afín, por otra parte, a la causa. Diez mil manifestantes en Madrid es una concentración testimonial. Escasa incluso para los números que, del 2012 hasta hoy, vienen arrojando las paradas sindicales del primero de mayo. Por cada cien manifestante anónimos había un ministro, dirigente político o similar. Incluyendo en la nómina de dirigentes políticos, naturalmente, a Pepe Álvarez y Unai Sordo. Tan profesionales de la política como María Jesús Montero o Yolanda Díaz.

Si gobernara Rajoy bien que estarían achacándole a él la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores

A ver, Unai, que tampoco a estas alturas nadie lo pensaba. Que Comisiones Obreras sea neutral. Es yolandista. O que lo sea la UGT. Es socialista. Unai de Yolanda y Pepe, de Pedro. Si los sumas te sale el sindicalista más gubernamental de toda la historia de España. Dices: si gobernara Rajoy bien que estarían achacándole a él la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores, la mayor de la Unión Europea. Y exigiéndole que bajara el IVA de la carne y el pescado. Bueno, es posible que así fuera, pero dado que Rajoy ni gobierna ni va a volver a gobernar, las comparaciones sirven de poco. Y en ausencia de derecha contra la que cargar en la Moncloa siempre queda la CEOE, que lo que Sánchez llama la derecha empresarial (porque empresarios de izquierda se ve que él no conoce). De manera que, todos a una, sindicatos y gobierno contra los empresarios codiciosos que chorrean beneficios y se niegan a compartirlos con los asalariados.

No, no es verdad, Sordo: más alto no se puede decir. Más bajo sí. Más alto, no. Vocear más es físicamente imposible. Los líderes sindicales españoles son conocidos por no haberse enterado aún de que alguien inventó la megafonía. Y por empezar y terminar todas sus frases con compañeros y compañeras.

Ultimátum a la CEOE. O hay subida de salarios o habrá conflictos y se llenarán las calles de manifestantes. Se entiende que se llenarán más que ayer, porque ayer llenar, lo que se dice llenar, sólo se llenaron en Madrid las terrazas y los bares.

Vídeo del monólogo de Alsina

Monólogo de Carlos Alsina en 'Más de uno'