OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Patxi, a la espera"

Carlos Alsina reflexiona en su monólogo sobre que lo que pasó con la reforma del Código Penal va a volver a pasar con la ley del 'sólo sí es sí'.

Carlos Alsina

Madrid | 03.02.2023 08:30

Calienta, Patxi, que sales. Repetición de la historia. Lo que pasó con la reforma del Código Penal va a volver a pasar con la ley del sólo sí es sí. ¿El qué? Que en algún momento, hoy mismo si se cumple la instrucción que Sánchez dio el lunes, alguien del gobierno le enviará unos papeles a Patxi López para que los registre en el Congreso como si fueran cosa suya. Es decir, del grupo parlamentario socialista. Que parezca una proposición de sus diputados en lugar de lo que es, una contrarreforma legal diseñada por la Moncloa. La incógnita, que igual no es capaz de despejar ni Patxi López, es si esa proposición se corresponde con lo que ha propuesto el PSOE, con lo que ha propuesto Podemos o con un pasteleo intermedio que permita que los dos socios la presenten juntos. O traducido: si la coalición firma la paz consigo misma o la brecha se convierte en guerra.

El grupo socialista hizo esta semana una aportación a la cultura política de nuestro tiempo que no ha sido suficientemente valorada. Una ley puede ser magnífica, no sólo buena, eh, magnífica, y generar alarma social, tócate las narices.

Remedio a la Ley del 'solo sí es sí'

Según El País, fue el lunes cuando el presidente le dijo a sus subordinados que esta misma semana tenía que quedar resuelto lo del remiendo al sólo sí. Bueno, resuelto... Entiéndame, resuelto desde el punto de vista electoral: poder decir a la opinión pública ‘ya está, arreglao, hemos llevado al Congreso los cambios que hay que hacer para que cese el malestar general por las rebajas de penas a violadores. Fin de la historia’.

Esta parte se la han debido de explicar mal a Patxi, porque él insiste en que la ley hay que remendarla pensando en los violadores ya condenados que puedan ver revisadas sus penas. Y no, ya hemos explicado aquí que ya no va de eso. Que el propio gobierno dijo el domingo que se trata de solucionar problemas a futuro. Es decir, que quienes violen de ahora en adelante no tengan menos castigo que el que habrían tenido con la ley anterior. Que es una forma de admitir que, para algunos supuestos, la ley, en efecto, contempla penas mas bajas. Paréntesis: esto nunca fue un secreto. Y no depende de la interpretación que hagan los jueces sobre condenas anteriores. Pero bueno, también el gobierno dice ahora que la reforma es muy compleja y a Patxi López le parecía bien sencilla en diciembre, la primera vez que se habló de remendar la ley visto su resultado.

Ahora pa fuera, ahora pa dentro. Qué fácil parecía todo. Cuando todo se despachaba alegando que los casos eran excepcionales, que había que darse tiempo y que ya se encargaría el Supremo de que escampase. Cuando todo era la culpa de la alarma injustificada sembrada por la derecha. Bueno, a la derecha le sigue culpando de todo Ione Belarra. Del PSOE, o sea, de Sánchez, dice que le tiemblan las piernas, cobardón, Pedro, cobardón, pero al final quien tiene la culpa por tener un criterio distinto al de Podemos es la derecha.

La obsesión electoral

Le cuesta al PSOE, le cuesta. En breve, si no es hoy, será el lunes, saldremos de dudas y veremos en qué queda la contrarreforma. La obsesión electoral en casa Moncloa es sofocar ya el incendio para que dé tiempo a que el personal votante se enfríe antes del 28 de mayo. De momento, esta semana han conseguido que el sólo sí haya protagonizado de nuevo el debate público y haya evidenciado de nuevo la opinión que cada uno de los socios de coalición tiene del otro, que si cobardes, que si frívolos, que si alarmistas, que si irresponsables. Va entendiéndose por qué a Tezanos aún no le ha parecido pertinente preguntar a los españoles por la rebaja de penas a violadores.

Sánchez en Rabat

Estando a bofetada limpia esta semana Podemos contra el PSOE, por cobarde, se personó Sánchez en Rabat a celebrar la magnífica relación que dice tener con Mohamed desde que se plegó a atribuir la soberanía del Sáhara Occidental a Marruecos. Ya es mala suerte que esta cumbre, encarnación de la divergencia total que en política exterior tienen el PSOE y Podemos, haya venido a coincidir con la exaltación de sus divergencias en el solo sí y en el tope a las hipotecas. Como si se hubieran conjurado para reforzar el mensaje de que son un matrimonio roto.

La parte socialista del gobierno venía publicitando desde primeros de año, con trompetería, las dos cumbres con gobiernos vecinos: en Barcelona, con Macron (el hidroducto) y en Rabat, con Mohamed (el espacio económico especial en Ceuta y Melilla). Cabe concluir que lo de Francia le quedó al presidente más vistoso que esto otro. La cumbre de Rabat, aguada por la displicencia del rey Mohamed, terminó sin novedad en lo que se refiere a la aduana en Ceuta y en Melilla y con el compromiso de no no tocarse un gobierno al otro las narices con asuntos de soberanías territoriales.

Bueno, esto viene a significar que el gobierno de Marruecos no dirá abiertamente que Ceuta y Melilla deberían ser marroquíes, aunque siga siendo su postura, y que el gobierno de España sí dirá que el Sáhara Occidental debería ser marroquí, porque ésa es la nueva postura que asumió el presidente después de la crisis de Ceuta y el espionaje con Pegasus.

En realidad, de lo que más satisfecho se muestra Sánchez es del clima de confianza y cordialidad entre los dos gobiernos. Lo dice como si en esto también estuviera él haciendo historia. Cuando, en rigor, lo único que está haciendo es reparar el destrozo que él mismo causó hace dos años cuando se trajo a escondidas al líder del Frente Polisario a un hospital de Logroño enfureciendo a Mohamed y generando una crisis de dimensiones épicas. Dos años después, una ministra descabezada después, un intento de desestabilización marroquí de Ceuta después, el presidente está orgulloso de haber restablecido la confianza. Al precio de traicionar la posición histórica de España sobre el Sáhara, al precio de ningunear al Parlamento español y al precio de hundir la relación política y comercial con Argelia. No parece que dé el balance para sacar pecho.