Un día después
El día siguiente al trompazo arancelario.
Primero fue la estupefacción. Después, la asunción de que el problema que se viene es gordo. Más tarde, el sobresalto de las bolsas. Y ahora ya estamos en la fase de concretar la respuesta y paliar los daños. No parece que, salvo Trump, el equipo de Trump y el coro de hooligans de Trump, se haya sentido nadie liberado con la embestida arancelaria que anunció en su propagandero día de la liberación de América, América primero, pobrecita América expoliada y estafada y resto de eslóganes de saldo que el presidente tiene abrasados de tanto usarlos.
En lugar de día de liberación, ‘día de la inflación’, dijo el ministro alemán de Economía. ‘El día de la ruina’, lo ha llamado The Economist. En una portada en la que dibuja a Trump armado con un serrucho —serrucho que no motosierra, Milei— aserrando el mapa de los Estados Unidos para dejarlo aislado del resto del mundo. Sin grandes diferencias a pesar de sus diferentes líneas editoriales, la prensa económica coincide en que las explicaciones trumpistas para sembrar de obstáculos el comercio de las demás naciones del planeta con los Estados Unidos no tiene ni pies ni cabeza. Expresiones como retorno un pasado fabulado, nostalgia del siglo XIX o vandalismo comercial salpican los comentarios aquí y allá. Entiéndase, en Europa y en Estados Unidos.
América primero, pobrecita América expoliada y estafada y resto de eslóganes de saldo que el presidente tiene abrasados de tanto usarlos
La jornada bursátil de ayer —otra expresión que hoy se repite, jueves negro— vino a confirmar que incluso para inversores hechos ya a la idea de que de Donald Trump cabe esperar cualquier cosa, la lista de castigos y castigados que presentó anteanoche ha resultado más grave de lo que esperaban. O dicho de otro modo, que queda aprendida la lección de que con Trump hay que ponerse siempre en lo peor. Piense usted en qué aranceles podría poner y hágase a la idea de que serán más. Piense en cómo calculará el arancel para cada nación y hágase a la idea de que usará fórmula distinta a cualquiera que pueda imaginar; un fórmula inventada, caprichosa, sin base racional y fabricada a la medida para justificar la decisión que antes ya tenía tomada.
Piense, en fin, cuánto tiempo pretenderá mantener esta política comercial —que más que proteccionista deberíamos llamar obstruccionista— y hágase a la idea de que durará más. Ya ha lanzado la Casa Blanca su campaña de propaganda preventiva advirtiendo a los estadounidenses de que para sanar, primero han de enfermar gravemente; que antes de remontar, se han de hundir; que antes de conocer el paraíso de la economía dorada puede que tengan que dejarse la nómina pagando precios disparatados. ‘He visto precios que vosotros no creeríais’.
Ya ha lanzado la Casa Blanca su campaña de propaganda preventiva advirtiendo a los estadounidenses que antes de conocer el paraíso de la economía dorada puede que tengan que dejarse la nómina pagando precios disparatados.
La cataplasma argumental, o argumentaria, quizá valga para las primeras semanas de encarecimientos, escasez de productos importados o cierre temporal de fábricas —Stellantis, que es la empresa europea que salió del matrimonio entre la Fiat y la Chrysler, ha comunicado a novecientos empleados de sus plantas en Michigan y en Indiana que la actividad queda suspendida hasta nueva orden—, la cataplasma argumental quizá valga para las primeras semanas, pero después tendrá que empezar el comandante en jefe del populismo obstruccionista a presentar resultados. Es lo que se espera de una nación que, con Trump o sin Trump, sigue teniendo contrapoderes, prensa crítica y fiscalización de la opinión pública.
Es lo que se espera de una nación que, con Trump o sin Trump, sigue teniendo contrapoderes, prensa crítica y fiscalización de la opinión pública
Los aranceles en Europa
Para la Unión Europea, el trompazo arancelario es, de entrada, una prueba a la solidez de su unión. Cómo de firme es la unión de la Unión, valga la paradoja. La presidenta Von der Leyen y el presidente Sánchez, por la parte que nos toca, subrayaron ayer (los dos) lo imprescindible que es mantener la unidad ante esta nueva crisis —cuántas llevamos ya— que encara la sociedad europea.
Pero ocurre que ha asomado ya la primera fisura. Una divergencia incipiente expresada por la primera ministra italiana —antes ‘Querida Giorgia’ y ahora en fase de ‘Ya te vale Giorgia’— Meloni.
Una divergencia incipiente expresada por la primera ministra italiana —antes ‘Querida Giorgia’ y ahora en fase de ‘Ya te vale Giorgia’— Meloni
Italia es la tercera economía de la Unión Europea y su gobierno es el que mayor afinidad ha venido exhibiendo al discurso trumpista —sólo superado por Orban, que en trumpismo y en putinismo es, simplemente, insuperable—. Meloni se ha desmarcado de Trump en la guerra de Ucrania y el pasteleo con Rusia y ha lamentado que opte ahora por el obstruccionismo comercial, pero la quien tuvo, retuvo y en sus declaraciones siempre se encarga Meloni de mantener viva la llama del aprecio trumpista. No está segura de que la mejor respuesta a los aranceles de Estados Unidos sea aplicar aquí más aranceles.
Siempre se encarga Meloni de mantener viva la llama del aprecio trumpista
Hasta ayer, cada vez que un gobierno europeo —o la Comisión— ha dicho que tenemos instrumentos para responder al castigo de los Estados Unidos se ha interpretado que esa respuesta era aranceles europeos a los productos estadounidenses. El presidente Sánchez lo llamó ayer, con propiedad, contra aranceles.
Pero visto lo visto —y oída Meloni— habrá que esperar a que el debate entre gobernantes europeos se despeje y Von der Leyen, más allá de la retórica, anuncie qué teclas comerciales tocamos. La respuesta lo que busca es disuadir al gobierno trumpista de seguir adelante, pero puede abrir una espiral acción-reacción que acabe llevando los aranceles más allá de cualquier escenario hoy temido.
Habrá que esperar a que el debate entre gobernantes europeos se despeje y Von der Leyen, más allá de la retórica, anuncie qué teclas comerciales tocamos
Por un lado está la respuesta al trompazo, por otro, el plan de control de daños. Cómo paliar —mitigar, dijo ayer el gobierno— el impacto del encarecimiento de los precios para los productos españoles en los Estados Unidos. Apuntalamiento financiero del Estado a las empresas exportadoras españolas. Tanto las medidas como el esquema es un remake de lo que se hizo cuando la pandemia. Y si entonces puso el presidente al frente del comité de crisis a cuatro ministros, en esta ocasión ha encomendado a uno que atienda todos los frentes: las ayudas, la interlocución con las empresas, la relación con los grupos parlamentarios y la interlocución con el PP. El comité de crisis se llama Carlos y se apellida Cuerpo. Es el ministro de Economía —y como él acostumbra a recordar, de Comercio— y estará a las nueve de la mañana en este programa.
Tanto las medidas como el esquema es un remake de lo que se hizo cuando la pandemia
