A don Juan Carlos no le ha tocado todavía comerse un marrón como el de su colega Willem Alexander, nuevo rey de los Países Bajos (para los medios españoles, Guillermo Alejandro elde Holanda). En su primer discurso de apertura del año parlamentario, cuando al monarca le corresponde leer el texto que le pasa el gobierno, le ha tocado proclamar, con toda la solemnidad que acompaña el acto, que el sistema no es sostenible.
La crisis golpea y el dinero para los servicios públicos mengua (esto sí que nos suena); la economía holandesa apenas crece, el paro va a alcanzar el 7,5 % de la población activa --casi veinte puntos menos que en España-- y el poder adquisitivo se ha reducido un 0,5 % --aquí la devaluación general ha sido más acusada--, indicadores todos ellos que han llevado al gobierno de los Países Bajos a empezar a hacer siembra: váyase preparando el personal, dijo el rey, para la “sociedad participativa”, concepto moderno que viene a significar que a donde ya no llega el Estado tendrá que llegar cada uno por su cuenta (el que pueda) ---en su versión más elaborada incluye que la empresa privada refuerce su vertiente de obra social apadrinando, por ejemplo, estudiantes universitarios---.
El aviso a navegantes (holandeses) lleva la firma de los dos líderes políticos principales de ese país, porque allí pactaron una especie de gobierno de unidad nacional el primer ministro liberal, Mark Rutte, y su rival socialdemócrata, el señor Samsom (con “o”). Se dice que, aprovechando la presencia, hoy, en España de Willem Alexander y su señora Máxima, el ministerio de Empleo y Pensiones Garantizadas va a intentar ficharle para que se encargue él de explicar a los españoles el factor de sostenibilidad y el algoritmo para calcular cuánto subirán (en el nominal) o tal vez bajarán (en el poder adquisitivo) las pensiones de jubilación en función de cómo vaya nuestra economía patria.
Esta reforma que el gobierno llevará al Parlamento y que estos estos días está defendiendo en artículos y comparecencias públicas. No es que Fátima Báñez o Tomás Burgos expliquen mal su propuesta –-se hace lo que se puede--, pero teniendo por aquí al rey de Holanda, le pides que dé un discurso crudo, categórico y sin medias palabras, y él te lo hace: “Españoles, donde no hay, no se puede repartir. Pensiones menguantes y a trabajar más años”. En resumen es esto lo que está diciendo el gobierno, lo que pasa es que él lo dice de otra manera. Rajoy, por ejemplo, emplea el verbo “garantizar”.
La reforma sirve para garantizar las pensiones, entiéndase para garantizar “que haya pensiones”, unas, pero no que mantengan su cuantía y tampoco que se revaloricen conforme al coste de la vida cada año. Algún tipo de pension de jubilación habrá, y sobre el papel subirá cada año por lo menos un 0,25 % aunque estemos en crisis, pero en la práctica, cuando los precios suban más, la pensión estará bajando. Y en los tiempos de bonanza, que algún día llegarán, ese poder adquisitivo apenas mejorará un 0,25 %.
Encontrar la manera de “vender” políticamente una reforma como ésta es tarea casi imposible, porque puedes agarrarte a esta frase-truco que dice “las pensiones ya nunca bajarán”, pero al minuto siguiente te recuerdan lo del poder adquisitivo y te cazan la trampa. El rey de Holanda igual lo explicaría de otra forma. Diría: si en España no se crea empleo neto y el que se crea es parcial, si hay menos gente cotizando y cotizando menos, hay cada vez menos dinero para repartir entre los pensionistas, ésta es la cosa.
Pero ponte a explicar ahora que esta idea tan generalizada de que tu pensión es lo que vas aportando tú cada mes porque te lo guardan en una caja para devolvértelo cuando te jubiles es una fábula, que aquí no hay más dinero para las pensiones que el que ponen quienes están trabajando. Los expertos aquellos que reunió el gobierno se hartaron de decir una cosa que encontró poco seguimiento.
Decían: “no se puede repartir más dinero que el que hay, luego si quiere usted que las pensiones suban, busque el dinero en algún otro sitio, además de las cotizaciones”. Éste sería hoy el debate que habrían de liderar quienes reclaman que se mantenga o se suba el poder adquisitivo de las pensiones: en tiempos de recesión, como estos, cuando en la Seguridad Social entra menos dinero del que hace falta para atender a los jubilados, ¿de dónde sacamos el dinero para no tener que bajar sus prestaciones? Esto al rey de Holanda no se lo pregunten porque su respuesta será “sociedad participativa”, a mí no me miren.
El daño al poder adquisitivo es mayor cuanto más suba la inflación. La tarea de los bancos centrales, como sabemos, es mantener a raya ese indicador, que no se desmande. En la zona euro, ahora mismo, la situación es de calma. En Estados Unidos sigue por debajo del 2 % y eso anima a pensar que la Reserva Federal (el banco central de allí) mantendrá los tipos de interés en mínimos un buen rato. Cosa distinta es que empiece a reducir su programa de compra de bonos, la manguera de inyectar dinero en el sistema, hipótesis que se viene manejando en los mercados en vísperas del anuncio que a esta hora tiene que hacer Ben Bernanke, el gobernador en fase de salida que, salvo sorpresa, dejará el sillón en enero a Janet Yellen.
Aunque la cuenta atrás política que está en marcha en este momento, en Italia, es la de Silvio Berlusconi. Con la comisión del Senado reunida para votar la expulsión del líder conservador de su escaño una vez que es firme la condena de cuatro años de cárcel por fraude fiscal. Nos quejamos de que aquí hay imputados que no dejan el escado, pero en Italia tuvieron que hacer una ley, la Severino, para impedir que un condenado a más de dos años siga ejerciendo como legislador en el Parlamento.
En dos horas se conocerá el resultado de la votación definitiva, que supondrá, probablemente, la salida de Berlusconi del Senado. No así de la política. En el vídeo que esta tarde han emitido sus televisiones, el ex primer ministro, con aspecto ligeramente momificado, ha anunciado el relanzamiento de su antigua marca política, Forza Italia. Entre invocaciones al amor a la patria y a la concordia, entre zurriagazos a los jueces y los fiscales (el repertorio clásico) ha incluido Berlusconi un llamamiento a los italianos para que el acompañen en una rebelión contra la politización de la justicia antes de que se produzca una catástrofe. Seguiré haciendo política dentro o fuera del Parlamento, ha dicho, decaduto o no, inhabilitado o no. A primeros de mes podría formalizarse, en efecto, su nueva condición: Silvio Berlusconi el decaduto.