MONÓLOGO DE ALSINA

Monólogo de Alsina: Confesión dos años después

Les voy a decir una cosa.

Ha habido que esperar dos años, pero aquí la tenemos. La confesión. Sin acto de contrición ni, que se sepa, asomo alguno de arrepentimiento.

ondacero.es

Madrid | 26.12.2013 20:28

Hace ahora dos años, cuando el gobierno recién llegado al poder dejó pasmada a su propia parroquia anunciando la subida del impuesto de la renta urbi et orbe, o sea, para todo el mundo, pretendió envolver en papel de celofán el carbón que nos acababan de echar los reyes poniéndole un lazo absurdo y una etiqueta que era, en el peor de los casos, un insulto a la inteligencia, y el mejor, una coña marinera. Lo llamaron --seguro que se acuerdan-- “recargo temporal de solidaridad”.

El taller de creatividad literaria al servicio del camuflaje gubernamental. “Recargo temporal” suena más amable que “subida” (siembra la falsa idea de que va a durar solamente un ratito) y “solidaridad” siempre es una palabra que engrandece y convierte en positivo un discurso: si van a soplar más dinero en impuestos pero es ayudar a los que menos tienen, bendita solidaridad, vaselina y a disfrutar de lo justos y equitativos que somos todos. “Recargo temporal de solidaridad”.

Im-presionante. A Montoro, que tiene la risa suelta, seguro que le hizo gracia. Dos años después, entrevistan hoy al ministro de Hacienda en el diario Expansión. La pregunta número 36 es ésta: “La comunidad de Madrid argumenta que se está haciendo una reforma de la financiación autonómica por la puerta de atrás mediante el trasvase del impuesto de Patrimonio, las tasas bancarias, etcétera”. Veamos lo que responde el ministro: “Madrid no puede decir que estoy haciendo lo que no estoy haciendo. Yo creo que su presidente está equivocado y piensa que este ministerio es la ventanilla para que le hagamos candidato y no es así. La comunidad de Madrid se equivoca al decir que ellos son más solidarios que nadie. Es un concepto de la solidaridad completamente equivocado”. Atención: “No hay solidaridad en el pago de los impuestos, cada uno paga en función de su capacidad económica”. Acabáramos. No hay solidaridad en los impuestos. Ciertamente.

La solidaridad la practica aquel que se adhiere voluntariamente a la causa de otros. Subirle el IRPF al personal no es un acto de solidaridad con los que menos tienen, es una subida de impuestos decidida por el gobierno y que a nosotros, los contribuyentes, solo nos cabe acatar, como las sentencias, aunque no nos guste. Justificar una subida de impuestos invocando la solidaridad es, como hoy dice el ministro, hacer trampas. Consumada la confesión, sólo falta ahora pedir disculpas por haber intentado --es verdad que sin éxito-- tomarle el pelo al respetable público. Un par de entrevistas más y veremos al ministro admitiendo que sí, que lo que hizo fue una amnistía fiscal, aunque lo llamara “regularización de activos para incentivar la tributación de rentas no declaradas”, y dos huevos duros. Recordar, a estas alturas, que lo que prometió el actual gobierno a quienes le votaron en 2011 fue impuestos más bajos (entiéndase “más bajos que los que había en 2011, no más bajos que los que tenemos ahora”, esto también sería hacer trampa) es, seguramente, innecesario porque todo el país recuerda cuál fue el compromiso.

Hoy le preguntan a Montoro si dejará el IRPF más bajo de lo que estaba cuando llegó y dice que “depende de para quien”. Que es su forma de decir “no”. No estará más bajo para todos los contribuyentes, que fue la zanahoria que exhibieron los aspirantes durante la campaña. El otro compromiso, bajar el impuesto de sociedades, tampoco será cumplido: “lo bajaremos”, dice el ministro, “pero cuando el tipo efectivo (lo que de verdad se paga) esté donde tiene que estar”.

Ésta también es una forma larga de decir “no”. ¿Va a subir el IVA? No. ¿Va a bajarlo? Tampoco. De la super reforma fiscal que prepara para la primavera sólo abunda el ministro en las generalidades que ya venía diciendo. Y es lógico, ¿verdad?, que no concrete, teniendo en cuenta que encargó a un grupo de sabios que le dieran una pensada y le plantearan al gobierno propuestas. No vaya a parecer ahora que los expertos son de atrezo y que el gobierno sólo busca en su informe una coartada para hacer lo que ya tiene decidido hacer. No vaya a parecer tampoco que el gobierno ya tiene decidido cuánto va a subir la luz mañana y se parapeta en un informe que ha difundido esta mañana la comisión nacional de la competencia. En realidad, el informe que todo el mundo esperaba de la comisión es su investigación sobre las “circunstancias atípicas” de la subasta del jueves (si hubo manipulación para falsear los resultados y cometida por quién) pero lo que ha publicado es su propuesta sobre cómo fijar el precio para el primer trimestre del año. O para todo el 2014, porque entre las muchas opciones que da incluye ésta, un precio anual, aunque ella misma, después, lo desaconseja.

La forma que ofrece de calcular la tarifa tampoco tiene mucho misterio: hacer la media de los precios alcanzados en este trimestre, o en el segundo semestre del año si se prefiere esa fórmula. Naturalmente, es una propuesta. Como el gobierno preguntó, pues se le responde. Pero dejando claro que aquí quien decide es el gobierno. Como es el gobierno quien viene diciendo, desde el jueves por la noche, que que es él quien está estudiando el asunto y quien está decidiendo el nuevo procedimiento.

La decisión es suya. Puede usar la coartada, si lo desea, de hacer justo lo que le recomienda la comisión para que parezca que es otro el que ha hecho las cuentas. Pero es Industria quien las hace y quien mañana desvelará cuánto se encarece la tarifa a partir del uno de enero. Subir, va a subir, aunque como será menos que el 11 % que salió de la subasta, aún nos invitarán a que nos alegremos. Como si el regalo de reyes fuera que, yendo a subir el 11, sólo suba un 3%. Después de todo es Navidad. Y es tradición que, en Navidad, todo el mundo quiera ser Papá Noel y presente cualquier decisión que tome como un regalo.

Tradiciones de Navidad. El Rey leyó su discurso en casa, Artur Mas hizo el suyo ante una tumba (la ventaja de invocar a un difunto es que éste no puede contradecirte), Francisco pronunció su homilía en el Vaticano y Nicolás Maduro pronunció la suya en Caracas (una homilía con profesión de fe en el cristianismo de inspiración bolivariana). Y, por supuesto, Papa Noel se pegó un viaje acelerado por el mundo mundial para atender todas las peticiones que había recibido este año por carta. Es tradición también que el Mando Norteamericano de Defensa Espacial, conocido por sus siglas, NORAD, se encargue de ofrecer información en tiempo real sobre el viaje de Santa Claus. Como saben los veintidós millones de personas que han visitado estos días la página web que habilita del NORAD, gracias a los satélites que orbitan alrededor de la Tierra es posible saber dónde está en cada momento el trineo de Papá Noel. Y como éste es un servicio público, hay un teléfono abierto las 24 horas del dia 24 para que llamen niños y padres que desean saber exactamente por dónde anda.

Claro que lo más “navideño” de esta historia es cómo empezó, hace ya 58 años. La cadena de almacenes Sears publicó un anuncio en prensa con el número de teléfono al que podían llamar los niños que quisieran hablar con Santa Claus. Pero al publicista le bailaron los numeros y el que apareció publicado era el teléfono rojo del Mando de Defensa Aeroespacial de los Estados Unidos en Colorado. La primera llamada que recibió el centro la atendió el coronel que estaba al mando en aquella nochebuena, Harry Shoup, que se quedó bastante pasmado cuando creyendo que le llamaba algun superior lo que escuchó fue la voz de un niño.

“Sí, señor, coronel Shoup al habla. ¿Señor? ¿Eres de verdad Santa Claus? Miré a mi equipo y dije ‘alguien debe estar gastándonos una broma’. Dije ‘¿podría repetir, por favor?’ ¿Eres de verdad Santa Claus? Comprendí que alguien la había liado con los numeros de teléfono. Dije ‘oh, sí, claro que lo soy, ¿has sido buena, pequeña’. Santa, quiero que sepas que en casa tenemos chimenea y sé que bajas por ahí, te voy a dejar comida para ti y para los renos. ‘Oh, te lo agradezco mucho’. Sí, pero me vas a traer todo lo que te he pedido. Sí, pero asegurate de dejarme comida que tengo un montón de viajes que hacer. ¿Cómo puedes hacerlo todo, Santa? Ah, esa es la magia de la navidad, es mágica. Y así es como empezó todo”.

Aquella fue la primera de una infinidad de llamadas de niños que querían hablar con Santa Claus para asegurarse de que los regalos llegaban. El Mando Aeroespacial decidió reconvertirse, por un dia, en servicio de información al público. Por orden del coronel Shoup, todo el personal estaba obligado a facilitar con la mayor precisión posible a los niños la información que demandaban, es decir, la ubicación de Santa Claus. Y como explicaron los ingenieros del centro, mucho antes de que existieran los móviles y la localización por gps, si era posible saber, desde el espacio, dónde estaba Papá Noel en cada momento era por el calor que desprende la nariz roja del reno Rodolfo. Las dos preguntas que más han repetido los niños que han llamado en estos 58 años de actividad han sido: primera, si es posible que Santa Claus les preste un reno en adopción para tenerlo en casa; segunda, si es posible que Santa Claus ponga a mi hermanito en la lista de los niños malos porque no hay quien le aguante cuando se pone plasta.

En días de Navidad se hacen hueco en los programas de noticias, como éste, historias con protagonistas poco conocidos que no son presidentes, ni reyes, ni ministros.

James Gray tiene 85 años y se ganó la vida, durante años y años, como mayordomo. Ahora está jubilado, claro, vive en el sur de Londres, y después de pasar las ultimas nueve navidades solo, se decidió a publicar un anuncio en el Irish Post en el que decía: “Me he cansado de comer salmon ahumado yo solo”. Era una invitación a que cualquier persona que no tuviera nada mejor que hacer quedara con él para comer el día de Navidad en algun restaurante, ya está, eso era todo. “La última vez que vi a alguien un 25 de diciembre”, decía, “fue a mi contable hace diez años”. La verdad es que el resultado del anuncio no entusiasmó mucho a James, porque sólo le respondió una señora que primero le dijo que vale, que comerían juntos, pero luego cambió de idea y nunca más se supo. A James le empezó a parecer que el anuncio había sido un fiasco y que, un año más, se comería en soledad su salmón ahumado. Pero de pronto empezaron a llegar las respuestas. Decenas de ellas. Una, incluso, de Nueva York, de un irlandés que le ofrecía su casa, pero claro, en Nueva York, como si fuera tan fácil coger un avión. Le han llegado cartas, le han llegado regalos (una botella de whisky) y le han llegado tantos christmas y de personas tan distintas que el Irish Post ha empezado a publicar una selección para compartirla con sus lectores.

“Hola, señor Gray. Me llamo Sian Cook, tengo 23 años y estudio un master en Suecia, aunque antes me dio por viajar un poco, trabajé con una ONG en Tailandia y pasé unas navidades en Hong Kong. Era la primera vez que las pasaba por mi cuenta, con una amiga que me llevó a una cena de navidad en la que la tradicion es intercambiar un regalo con alguna de las familias presentes. Tienes que regalar algo que sea tuyo, ¿sabe qué regalé yo? La manta con que me había abrigado las nueve horas de viaje en autobús que había hecho. El viaje de vuelta pasaría frío, pero bienvenido fuera a cambio del calor que me proporcionaron a mí aquella noche en que añoraba a mi familia”.

“Querido señor Gray, somos Lauren y Amber, de Bristol. Sólo queremos decirle que nos parece maravilloso el coraje que ha tenido para ponerse en pie y salir a buscar otras personas con las que comer en Navidad. Estamos seguras de que encontrará muchas. Gracias por su ejemplo”.

Lo más difícil, este año, para el octogenario James Gray fue elegir entre las   muchas invitaciones que recibió para comer en Navidad. Se decantó por una que le llegó de Liverpool, de un joven que organiza cada año una comida para personas que no tienen con quién comer. Y el Irish Post le ha hecho entrega de los tropecientos christmas que ha recibido dirigidos a James.

Otros medios lo que están haciendo estos días es memoria de historias que conmovieron a sus lectores en 2013. Seguro que te acuerdas de una que contamos aquí, la del niño que quería ser Batman (o el ayudante de Batman) y al que le organizaron en la ciudad de San Francisco un día de fantasía plena, con persecuciones de malos y recibimiento triunfal (y con Batmóvil, por supuesto).

Esta otra no recuerdo si la contamos, pero deberíamos haberlo hecho. Los niños nadadores. Rivales en la piscina. Rivales a muerte. Josh, nueve años, y Reese, de diez. Llevan tres años coincidiendo en casi todas las competiciones. Son muy buenos, los dos. Reese siempre queda primero (bueno, casi siempre). Y Josh siempre queda subcampeón (bueno, casi siempre). A primeros de mes se celebró una gran prueba de natación en Florida. Con cinco categorías de competición. Y allí se presentó Josh con su padre: miraron la lista de competidores y les extrañó que no apareciera el nombre de Reese. Le preguntaron a uno de los organizadores y les contó lo que pasaba: que el pobre Reese llevaba dos semanas en el hospital por culpa de una infección. Sólo de pensar en dos semanas sin nadar, a Josh le parecía una pesadilla. Y encima en el hospital y medio grogui. Se sintió realmente mal por su rival. Tan mal que le dijo a su padre: “¿Crees que se sentirá mejor si gano las cinco medallas de oro de las pruebas de hoy?” Y el padre, por animarle, le dijo: “Seguro que se alegrará por ti, si ganas las cinco medallas te dan el super trofeo al mejor nadador”. “Ya”, dijo Josh, “pero yo no soy el mejor nadador, Reese siempre me gana”. Entonces se le encendió una bombilla y le dijo a su padre: “Necesito un papel para escribir una cosa”. ¿Un papel?”, dijo el padre, “pero si tienes que prepararte ya para tirarte al agua”. “Un papel, un papel, o mejor, una tarjeta de ésas que venden en las tiendas”.

Al padre le tocó ir a buscar una tarjeta y un bolígrafo para que el pequeño nadador escribiera. Pero mereció la pena, porque lo que Josh escribió antes de competir por las cinco medallas fue: “Hoy voy a nadar por ti, Reese. Espero que ganemos”. Oye, y ganó. La primera, la segunda, la tercera, la cuarta y la quinta carrera. No veas lo que le pesaban las cinco medallas colgando todas a la vez del cuello. Y además, en las manos, el super trofeo al mejor de los mejores. “Ahí lo tienes”, le dijo su padre, “ya es tuyo, supercampeón”. Y entonces Josh dijo: “Dame otra vez el boli y la tarjeta”. “¿Otra vez?” “Sí otra vez”. Porque ahora ya podía completar su mensaje. Lo que añadió fue: Reese, gracias a ti he nadado más deprisa que nunca. Aquí te mando el super trofeo porque quiero que sea tuyo. Prefiero quedar segundo compitiendo contigo que ser primero porque TÚ no has podido venir. Espero verte pronto de regreso en la piscina. Y prepárate, porque te lo voy a poner dificil. Tu amigo, Josh”.

Al padre, al leer la tarjeta, se le quedó una cara de pan con azúcar que parecía que se estuviera derritiendo. Y los padres de Reese, cuando se enteraron, y derritièndose también, sólo dijeron ‘madre mía, este Josh es un verdadero campeón”. Josh lo que dice es que no entiende tanto revuelo sólo porque un niño de  nueve años haga lo que él cree que es correcto. Un campeón.