opinión

Monólogo de Alsina: "Cafres que buscan montar el pollo"

Carlos Alsina reflexiona en Más de uno sobre la evolución de la segunda ola en nuestro país, así como la protesta del Consejo General de Enfermería hacia Fernando Simón o los incidentes de este fin de semana en varias ciudades.

Carlos Alsina

Madrid | 02.11.2020 08:24

El día de difuntos en la España del coronavirus. Le leí ayer a Irene Vallejo en El País sobre la letanía de las cifras y la ración diaria de estadística que nos hemos hecho a digerir cada día. ‘Se escuchan más los duelos por las cifras que el duelo por las víctimas’, escribía. ‘La tragedia corre el peligro de convertirse en un gran tabú oculto tras un telón de miedo. En lugar de sumar, llora. Porque el duelo es llanto y es relato. Evitamos que el olvido borre a nuestros seres queridos si buscamos palabras únicas para evocarlos y les hablamos de ellos a los niños’.

Hemos llegado a noviembre ---no nos queda otra que asumirlo--- en una situación mucho peor que la que, en verano, previeron las autoridades, los epidemiólogos, los médicos, los estadísticos. Septiembre terminó con trescientos mil nuevos contagios. En octubre han sido más de cuatrocientos mil. Como ha escrito Miguel Sebastián, ‘octubre ha sido el mes en el que perdimos la esperanza’. La esperanza de haberle tomado la medida al virus. La esperanza de haber aprendido a manejarlo. La esperanza de saber ya lo bastante para no tener que revivir los peores días de este año.

Iniciamos la semana en la que sabremos si el estado de alarma y el toque de queda han frenado la velocidad de la epidemia o hay que añadir a las medidas que ya se aplican la reclusión total de la primavera. Francia ya la tiene en vigor. En Inglaterra empieza este jueves. Ya veremos si para entonces no ha tenido que modificar, aquí, el gobierno su decreto. Castilla y León, 38 % por ciento de camas de UCI ocupadas y una incidencia acumulada de 760, ya urgió al gobierno la semana pasada para que habilitara la opción de confinar del todo a sus ciudadanos. Asturias, incidencia por encima de 400 y 28 % de camas de UCI ocupadas, se plantea también el confinamiento.

Me pareció muy gráfico esto que ha dicho la jefa de la UCI del Hospital Central de Asturias, y que leo en El Comercio: ‘los pacientes nos llegan tan seguidos, que parece que vinieran en autobús’. Caravana de ingresos. Y aún está Asturias en mejor situación que Aragón, con una incidencia de más de mil casos por cien mil y rozando el 50 % de camas de UCI ocupadas. Avisa Teresa Tolosana, presidenta del Colegio de Enfermería de Zaragoza, de que las bolsas de empleo de enfermeras están a cero y que formar al personal requiere años. No hay personal especializado para atender las camas adicionales de UCI que se vayan habilitando. Porque en la enfermería, como en la medicina, también existen las especialidades.

El Consejo General de Enfermería exige a Fernando Simón que se disculpe con las enfermeras y que se abstenga de volver a hacer chascarrillos de tufo machista y retrógrado. El jueves pasado, en una entrevista con los hermanos Pou en su canal de Youtube, Simón estaba explicando por qué se dedicó a la epidemiología cuando pasó esto.

En su nota de protesta, el Consejo de Enfermería recuerda que las enfermeras llevan décadas luchando por deshacerse de los tópicos machistas y denigratorios, y consideran especialmente grave que sea el director de un organismo público quien incurra en ellos. Le toca a Simón, en efecto, sacar la pata de donde la ha metido. Entre esto y el espejismo aquel del aplanamiento de la curva lleva un par de semanas de desacierto.

A la preocupación nacional que traen consigo los contagios, las hospitalizaciones, los fallecimientos, el cierre de comercios, la ruina de pequeñas empresas familiares y de autónomos, el horizonte de precariedad al que miles de familias se enfrentan, hay que añadir ahora lo de los incidentes violentos en la calle.

Los disturbios de fin de semana que se han producido en Barcelona, en Bilbao, en Madrid, en Logroño, en Burgos, en Zaragoza, en Valencia, en Málaga. Grupos de varias decenas de jóvenes (algunos ellos, adolescentes menores de edad) que embozados y con mechero han destrozado mobiliario urbano, han roto escaparates y han asaltado tiendas. Son saboteadores, rompecosas, pegafuegos, que da igual las consignas que coreen ---libertad, gritaban algunos--- porque no dejan de ser coartadas para montar el pollo.

El gobierno no da mayor entidad a los disturbios y por eso no se escuchó una palabra, este fin de semana, ni del ministro del Interior ni de ningún otro. El presidente Sánchez ha publicado un tuit que dice que la violencia es intolerable y que éste no es el camino. En efecto, no lo es. El camino, ¿hacia dónde? Vox y Podemos están ocupados en certificar la ideología de los saboteadores para poder atribuirle al de enfrente la responsabilidad de lo que pase. Abascal dice que se infiltra la extrema izquierda en las manifestaciones contra el gobierno que él alienta y Echenique sostiene que son nazis azuzados por Vox los que destrozan las calles. Fuentes de la policía que hoy citan distintos medios no ven coordinación entre los grupos que han causado incidentes este fin de semana ni un perfil político concreto. Vienen a decir que hay de todo. El sabotaje, la violencia y el ruido que atrae a cafres de pelaje diverso.