MONÓLOGO DE ALSINA

El monólogo de Alsina: "A Artur Mas le han comido su merienda"

Les voy a decir una cosa.

Con el tiempo que lleva este hombre preparando su referéndum, y ahora aparece un crimeo y le come la merienda. Algo va a tener que inventarse Artur Mas porque su monotema político ---los trescientos años de esclavitud y la consulta liberadora--- anda de capa caída en los medios.

ondacero.es

Madrid | 07.03.2014 20:11

Le ganan en espacio los anuncios de contactos y los obituarios. Han llegado los crimeos y el único referéndum del que ya se habla es el suyo. Qué celeridad la de los prorrusos. Le han puesto fecha y texto a la consulta en dos minutos (Artur estuvo meses dándole vuelta a la noria y le salió una bipregunta obtusa); no tener que andar pactándolo todo con Junqueras y con Joan Herrera permite actuar deprisa, por eso el Artur Mas crimeo, que se llama Akseniov, ha anunciado una pregunta que parecen dos pero vienen a ser lo mismo, como los Clinton: ¿quiere usted que seamos rusos de todas todas o sólo de hecho? ¿Nos hacemos rusos o nos quedamos en Ucrania pero insubordinados para siempre al gobierno de Kiev?

Oye, se puede votar “no-no”, como Alicia Sánchez Camacho, pero partiendo de la base de que no se van a admitir observadores internacionales que velen por la limpieza del proceso, todo indica que el domingo 16 en Crimea va a arrasar la rusomanía. No confundir con la manía al ruso, que es lo que tienen en Kiev y en el occidente de Ucrania, o como diría Buzz Light Year, en el occidente y más alla, o sea Francia, Reino Unido, Washington.

Dos semanas después de que Yanukovich saliera por piernas de la capital de Ucrania, el Sálvame Deluxe en que se ha convertido el pulso político que mantienen Moscú, Bruselas y Washington ---mucho vocear para entretener a la parroquia pero poco nuevo---, anima a pensar que la integridad territorial de Ucrania empieza a ser un mito. Escribe hoy el viejo Kissinger (nombre controvertido de la política internacional donde los haya habido) un artículo en el que empieza por decir que tenemos a diario noticia de la confrontación verbal de los unos y los otros, pero que igual habría que empezar a preguntar hacia dónde vamos, o hacia dónde desea conducir esta crisis cada uno de los actores involucrados.

“Demonizar a Vladimir Putin”, dice, “no puede considerarse una política, sino más bien una coartada para no tener política alguna”. Esta mañana han hablado, otra vez, Putin y Barack Obama, un rato largo. Y aunque la conversación era telefónica, los dos se han esforzado en no parpadear ni una sola vez, porque el primero que parpadea pierde. Las tropas rusas controlan Crimea desde hace casi una semana y nadie ha dado (ni va a dar) un paso para forzarlas a retirarse: demasiado alto el riesgo de que esto acabe como el rosario de la aurora.

La Unión Europea empezó ayer a enfriar el souflé en una suerte de discreta retirada. Mantiene su apoyo al nuevo gobierno ucraniano, pero animando a éste a que tome la iniciativa para aflojar la tensión con Rusia. Aunque públicamente no se reconozca, en privado hay primeros ministros que ya admiten que Bruselas midió mal las consecuencias de la revuelta del Maidán y la espantada de Yanukovich. Se identificó en exceso con la parte de Ucrania que suspira por Europa desatendiendo el efecto que eso tenía en la otra parte, y en Rusia.

Ver a la baronesa Ashton celebrando la goleada que encajó Yanukovich, levantándose la blusa para lucir la camiseta que llevaba debajo con su foto estampada de Klischko y de Timosehnko, debió enfurecer a Putin casi tanto como la huída de su ahijado. (Es una forma de hablar, eh, borren de inmediato de su mente la imagen de la señora Ashton levantándose nada). Europa se entusiasmó y Putin se enfureció. Dos semanas después Putin se deja cortejar por europeos y norteamericanos (aunque sea de esta manera un poco ruda de persuadirle a negociar amagando con imponerle sanciones) mientras concede la nacionalidad rusa a todo ucraniano que la pida y arma su andamiaje legal, en el parlamento ruso, para dar aspecto de legitimidad indiscutible a la eventual incorporación de Crimea a la Federacion Rusa.

El horizonte inmediato con el que trabaja Putin ---o con el que quiere que se perciba que trabaja--- tiene como próximo hito el referéndum de autodeterminación de Crimea, la declaración de secesión y la conversión en territorio ruso a todos los efectos. Ya sabe que ni la Unión Europea ni Estados Unidos van a reconocer este cambio de soberanía, pero tampoco él reconoció la de Kósovo (España tampoco) y a todos los efectos Kosovo es hoy un estado independiente que acabará siendo reconocido como tal por la propia Serbia.

“Lo que da la medida de la política”, escribe el polémico Kissinger, “no es cómo comienza una crisis, sino cómo acaba, en qué acaba”. Él, puesto a repartir consejos, anima a cada uno de los actores a aceptar cuanto antes algunas cosas, a saber:

• Rusia debe aceptar que no puede forzar a Ucrania a ser un satélite suyo.

• Occidente debe entender que Rusia nunca verá Ucrania como un país extranjero. Hay demasiados vínculos culturales e históricos.

• La UE debe reconocer que subordinó la negociación del acuerdo de asociacion de Ucrania a las políticas domésticas, que eso ha dilatado el proceso y ha acabado convirtiendo lo que era una negociación en una crisis.

• Y los ucranianos, que son la clave de la Ucrania futura, deben encontrar de una vez un modelo válido de convivencia, dejar de competir por imponerse los del este a los del oeste o viceversa y aprender a compartir el poder civilizadamente.

El último soplamocos kisingueriano es para los legisladores estadounidenses: “Estados Unidos”, dice, “necesita dejar de tratar a Rusia como un idiota al que hay que educar pacientemente en las normas de conducta que establece Washington. Vladimir Putin es un estratega muy sólido, conforme a las premisas de la historia rusa. El entendimiento de los valores y la psicología norteamericana no es su fuerte, es verdad. Como el entendimiento de la historia y la psicología rusa no es el fuerte de los políticos norteamericanos”.

Y antes de que Artur Mas lo pregunte, no, del referéndum catalán no escribe nada. Ni siquiera en el congreso del PP europeo, donde ha hecho Rajoy un canto a la integridad territorial de los estados (sean éstos ucranianos o españoles, digamos) se ha mencionado en voz alta la consulta otoñal que pretende el president. Allí, en Dublín y esta tarde, la estrella no ha sido ni Rajoy ni Merkel, ni siquiera Juncker.

La estrella ha sido un señor que se llama Paul David Hewson pero al que todo el mundo conoce como Bono el de U2. Invitado a intervenir ante la plana mayor de los conservadores europeos, y conocido por su apoyo a los países del tercer mundo, ha decidido hablar, y apoyar, a España. Dices: sí que nos ve mal. En realidad ha pedido que Europa se comporte como una gran familia y, sabiendo que España necesita un empujón, se venga (la familia) a veranear a nuestras playas y compre productos españoles, singularmente música española.

Se ha dado la feliz circunstancia de que Bono no es Rappel y por eso no pudo incluir en su lista de peticiones de ayuda a España un avión nuevo para el presidente del gobierno. Cuando Rajoy acababa de despegar de Dublín rumbo a casa, el piloto anunció que aterrizaban otra vez porque el avión no iba fino. “Esta lucecita roja en el salpicadero no indica nada bueno”. Dices: ¿otra vez un avión averiado? Pues sí, otra vez. Don Felipe, ¡no le pasa a usted solo! Aún resonaban los ecos de Bono (el de U2) dando ánimos a España cuando volvió a gripársenos la marca.