La señora de Fargo, en Dakota del Norte, no se sabe cómo se llama. Ni siquiera se sabe si, en realidad, existe. Llamó a una radio, esta semana, para contar que este año, además de caramelos, M&M’s, gominolas con forma de esqueleto y todo tipo de chuches, ha preparado copias de una pequeña carta que ella misma ha escrito, cada una en un sobre cerrado en el que pone “queridos padres”.
Su idea es sopesar a ojo, cuando tenga a la jauría de enanos en la puerta de casa, qué niños están bien de peso y cuáles, en su opinión, van sobrados. A los primeros les dará chucherías. Los segundos, se llevarán la cartita a casa. Y la carta lo que dice es “querido padre, tu hijo está, en mi opinión, bastante obeso y no debería consumir más azúcar; espero que estés a la altura, raciones los dulces y no permitas que tu hijo continúe con estos hábitos tan insanos”. Aguafiestas, la señora de Fergo. La carta se ha convertido en viral en los Estados Unidos, donde hay quien piensa que es un chiste de mal gusto, a lo Joseph Blatter, yhay quien piensa que es, simplemente, un fake, en anzuelo que lanzó la emisora, o sea, un cuento chino a la altura de los que está contando la NSA para rebatir a Snowden -escéptica que es la gente-. Esta fiesta de Halloween, tan denostada por muchos de ustedes (que lo sé), es un asunto de interés nacional para los Estados Unidos. Los periodistas acreditados en la Casa Blanca que han viajado en el Air Force One hasta Boston le plantearon la siguiente cuestión (candente sin duda) al portavoz de Obama,Josh Earnest:
“Josh, mañana es Halloween. ¿Podrías revelarnos qué planes tienen el presidente, la primera dama y sus dos hijas, qué van a hacer, de qué se van a disfrazar?”
A lo que el portavoz respondió:
“Buena pregunta. Ahora mismo no lo sé, pero seguro que antes de mañana por la noche podemos contaros algo”.
¿Es verdad que Obama se va a disfrazar de la vieja del visillo? No, esto no se lo preguntaron. El portavoz no habría entendido la broma. En realidad, el asunto sobre el que más preguntas hicieron los periodistas fue la reforma sanitaria, o el fiasco del sitio web que ha abierto la administración para suscribir nuevos seguros, que éste sí que está siendo el gran asunto de controversia nacional en Norteamérica estos días.
Lo del espionaje de la NSA sigue creciendo en las páginas de Washington Post, pero sin terminar de convertirse en debate nacional, eso de lo que habla todo el mundo. Cuando al portavoz del gobierno le preguntan si la agencia se coló en los servidores de Google y Yahoo para birlar datos privados de sus usuarios (sin autorización judicial que valga, se entiende) responde algo muy parecido a lo que ha dicho Rajoy aquí: que no está al tanto del asunto y que le pregunten al general que lleva la agencia, el general Alexander en Estados Unidos, la NSA, y el teniente general Sanz Roldán en España, el CNI. Aquí, como se sabe, el responsable del servicio de inteligencia (dependiente de la vicepresidencia del gobierno) comparecerá la semana que viene en la comisión de secretos del Congreso a puerta cerrada.
Allí, como también se sabe, el general Alexander compareció ya ayer, ante el Congreso y a la vista de todo el mundo. Leyes distintas que se corresponden con usos y tradiciones también distintas. Ni el uno ni el otro van a contar todo lo que hay y todo lo que hacen.
Hasta ahora lo que sostenía el gobierno americano es que todas las actuaciones estaban bendecidas por el tribunal especial que se ocupa de las interceptaciones clandestinas y que sólo se espiaba a los extranjeros. En primavera se supo que la NSA había presionado a Apple, a Google, a Facebook y a Twitter para que colaboraran, que no se resistieran a facilitar toda la información de los usuarios que se les reclamaban. Aquello dejó en posición incómoda a estas compañías, que alegaron el cumplimiento de la ley para colaborar con las autoridades pero pidieron, a la vez (para salvar la cara) que hubiera más transparencia en la actuación de la NSA. Porque para Apple, para Google, para Facebook, para Twitter, para la operadoras telefónicas que proveen de adsl, la confianza del usuario (el compromiso de que sus comunicaciones son confidenciales) es piedra angular en el desarrollo del negocio.
Hoy lo que tenemos publicado no es ya que la NSA recabara información al por mayor de estas compañías de internet, sino que directamente le birlaron datos. Entraron sin permiso, se llevaron lo que les vino bien y dejaron la puerta entreabierta para poder volver a entrar. Esto es lo que está diciendo el Washington Post, una suerte de Watergate cibernético con allanamiento virtual de morada. El gobierno Obama está haciendo las dos cosas que siempre hace un gobierno pillado en falta: primero, negarlo todo; segundo, alimentar la tesis de que todo lo que hace, lo hace por nuestro bien, aprovechar esa tendencia general que tiene la sociedad civilizada a pensar que “si es para que estemos todos más seguros, bienvenida sea la vigilancia”. El argumento siempre es éste: la seguridad. “Prefiero que me despellejen en los medios que relajar la seguridad de Norteamérica”, vino a decir ayer el general Alexander. El viejo planteamiento privacidad vs seguridad, tan viejo como la historia de las democracias occidentales y como la revolución americana.
El dilema no es si la seguridad nacional justifica que se intervengan las comunicaciones privadas, sino quién establece qué es la seguridad nacional, bajo qué criterios, quién establece qué comunicaciones pueden ser intervenidas, con qué criterio, y cómo se sanciona a aquel que vulnere las reglas. Por ejemplo, a quien amparándose en la coartada de la seguridad nacional roba datos confidenciales a una empresa privada o asalta el domicilio de un dirigente político para colocarle unos micrófonos. Entre los padres fundadores no estaba Hoover.
Ándense con ojo si ven a alguien disfrazado de Snowden en esta noche de Halloween. Esta noche terrorífica en la que padres y madres suspenden por un día la vigencia de una de sus frases más célebres: “No aceptes caramelos de los extraños, hijo”. Pues hoy sí, hoy se trata de chantajear a propios y extraños para conseguir caramelos gratis. En España los anti Halloween lo sois, básicamente (eso explicáis), por una cuestión de lealtad cultural: esto del jaloguín no forma parte de nuestra historia, es algo importado, ajeno, colonizador e impostado. No os falta razón. Pasaba lo mismo con la patata cuando Colón se la trajo de América: esto no forma parte de nuestra dieta de siempre, y ahora, ahí lo tienes: patatas aliñás, a lo pobre, patatas panaderas, patatas bravas.
Pero hay otros motivos que se pueden alegar para estar en contra de esta fiesta. Por ejemplo, que no te gusta porque no te gusta, y porque no te tiene que gustar. De hecho, no es verdad que todos los norteamericanos estén abducidos por el “trick or treat”. ¿Hay americanos a los que no les gusta? Pues claro, y ellos lo saben. ¡Sal del armario!, se dicen unos a otros, ¡confiesa que a ti tampoco te divierte! Allí también hay gente a la que le salen ronchas en cuanto las televisiones empiezan con los trailers de las películas de pasar canguelo que ponen todos los años. “Sé lo que hicisteis el último verano”. ¿Y quién no lo va a saber, si la habéis puesto trescientas veces? Aún son tímidas, pero van surgiendo algunas voces críticas. Rebeldes que se atreven a preguntar en sus blogs desde cuándo uno se puede disfrazar de cualquier cosa, ¿qué pinta Supermán en la noche de Halloween, qué pinta esa vecina disfrazada de enfermera porno? Americanos disidentes que sacan a la luz el trauma infantil que les produjo mirarse en el espejo después de que su madre los usara como conejillo de indias para rememorar sus años de gloria como maquilladora de la familia Monster. Americanos en grupo, como la familia Martino de Kansas, que ha pregonado en internet sus razones para no festejar Halloween:
· Porque no nos gustan los dulces.
· Porque no nos parece divertido pintarnos cicatrices en la cara.
· Porque nos pone de mal cuerpo meter la mano a ciegas en una cacerola llena de spagueti y uvas peladas que simulan ser intestinos y ojos arrancados.
· Y porque además de todo eso, ¡odiamos el naranja!