Si Zapatero acabó enganchado a la prima de riesgo como quien se toma cada hora la tensión para saber cuánta vida política le queda -su marcapasos, dijo-, Rajoy ha empezado a sentir el vértigo de asomarse cada minuto al oscuro mercado de la reventa de nuestros bonos. Recupera con convicción el Ejecutivo el discurso de enero, aquél que decía “cumpliremos sí o sí los objetivos que nos diga Bruselas”.
Regresa a este discurso tras su efímera rebelión de primeros de marzo, aquel arrebato de soberanismo que le llevó a tomar decisiones por su cuenta y que, visto ahora con perspectiva, es verdad que sirvió para tener más cuartelillo en el recorte del déficit para este año (del 4,4 al 5,3) pero también para perder buena parte de la credibilidad con que se había recibido en Bruselas al nuevo gobierno. Gobernar en tiempos de recesión es un marrón. Gobernar en recesión, con tutelaje europeo y necesitando, como el comer, que los inversores internacionales se animen a prestarnos su dinero porque los bancos españoles, empachados de deuda pública, no dan para más en ausencia de barra libre del Banco Central Europeo, más que un marrón es la madre de todos los marrones.
Sólo cuando estás en la Moncloa eres plenamente consciente, ¿verdad?, de lo endemoniado que es cuadrar este sudoku cuando juegas con algo tan etéreo como es la confianza de gestores de fondos que todo lo que saben de ti es que tienes un déficit público de caballo, una organización del Estado terriblemente cara y unos Presupuestos recién presentados cuyas estimaciones (sobre todo de ingresos) están cogidas con alfileres. Sólo cuando estás en la Moncloa entiendes, probablemente, lo incómodo que resulta que el principal partido de la oposición le saque defectos a todas las medidas que tomas y se resista a apoyar reformas que tú consideras imprescindibles e inaplazables. Como diría Gorbachov, es gobernar con fuego un lago de gasolina. Lo sufrió Zapatero cuando el PP se desentendió de las reformas que emprendía y lo está sufriendo Rajoy ahora que es él quien sostiene que hace lo único que puede hacer (por impopular que esto sea) y ahora que es el PSOE de Rubalcaba quien le ha declarado la guerra preventiva a la reforma de la sanidad pública.
Los Presupuestos de 2012, presentados con el primer trimestre ya vencido, los consideró siempre el gobierno -y así lo dijo- como la prueba del algodón, el documento que iba a despejar las dudas sobre nuestro compromiso con el saneamiento de las cuentas públicas, la hoja de ruta que devolvería a España a la senda del equilibrio presupuestario (que aunque haya dudas de que sea la mejor opción en tiempo de recesión, es el tratamiento que receta la Unión Europea, acertado o equivocado, es de obligado cumplimiento). El gobierno le metió en estos presupuestos (y eso todo el mundo lo admite) un hachazo muy notable al gasto público. “Los Presupuestos más restrictivos de la Democracia”, se dijo de ellos el día que se presentaron. Era verdad, y así lo destacó también la prensa financiera europea.
La semana de pasión ha venido a demostrar, sin embargo, que los inversores internacionales no le han puesto buena nota a estas cuentas. Es lógico preguntarse: ¿esto de qué va? Le metemos un tajo a todo, nos suben los impuestos e incluso anuncian una amnistía fiscal para convencer a los inversores de que vamos en serio y ¿cómo responden ellos? Desconfiando. Oiga, me lo explique. Aquí entramos ya en el terreno de los análisis más o menos especulativos, de las interpretaciones de los expertos, que no dejan de ser eso, impresiones que intentan explicar qué está pasando. No existe una “Asociación Internacional de Inversores” con un portavoz que convoque a la prensa para exponer las razones por las que desconfían de España y para responder a la pregunta “qué más quieren”. Y como no existe tal portavoz, nos movemos en el mundo de las interpretaciones. Empezando por el ministro De Guindos, que sostiene que está pesando el horizonte de recesión generalizada en Europa, es decir, la convicción de que la actividad económica seguirá menguando y que las cuentas que se están haciendo pecan, por ello, de algo así como un optimismo antropológico. Siguiendo por un grupo nutrido de analistas que subrayan la parte más débil de los Presupuestos, no el capítulo de gastos, sino el de ingresos: las estimaciones que se hacen sobre recaudación para este año (incluidos los cálculos arbitrarios sobre ese enigma que es siempre una amnistía fiscal) les parecen poco fundadas, engordadas artificialmente para que la cuenta final sea 5,3 % de déficit público.
Y en esas estamos. Planteándonos las dos mismas preguntas que ya tuvimos que hacernos en agosto, cuando se disparó la prima, y en noviembre, cuando volvió a dispararse. La primera es si vamos a acabar intervenidos, rescatados (financiados por Europa a cambio de olvidarnos de poder tomar decisiones soberanas); y la segunda, qué cartuchos le quedan al gobierno en esta batalla por atraer prestamistas internacionales, es decir, quemado ya el efecto de los Presupuestos restrictivos -que resultó ser menos benéfico de lo esperado-, ¿qué otras cartas puede jugar Rajoy?
Hoy el gobierno ha ofrecido un dato y ha puesto en circulación tres nuevos mensajes. El dato sale de la reunión que mantuvo en Moncloa el presidente con el ministro De Guindos, Montoro y el responsable de la Oficina Económica Álvaro Nadal. Formalmente, para definir el Programa Nacional de Reformas, que es un documento que tenemos que presentar a la comisión europea. En la práctica, la reunión ha servido para cuantificar el ahorro previsto como consecuencia de cambios que se van a introducir en la Sanidad y la Educación. El dato: diez mil millones de euros.
Los tres mensajes que se ponen en circulación:
Uno: se descarta el copago sanitario pero, sin descartarlo. ¿Mande? Se dice que el copago no está sobre la mesa (lo dice De Guindos), pero, a la vez, se sugiere que no estaría mal que pagaran algo quienes tienen rentas altas. Nada distinto de lo que viene defendiendo Esperanza Aguirre. Es decir, copago para una parte de la población y después, ya iremos viendo. El PP, partido, ha dicho que no, que no, que no. Pero De Guindos sabe de lo que habla. Atentos a la próxima reunión del gobierno central con los consejeros autonómicos.
Dos (segundo mensaje): el IVA en España está más bajo que la media europea, que es la premisa inicial para añadir luego que...podemos subirlo. Como atenuante siempre queda bien esto de las medias europeas. ¿Subir el IVA? Pero si el gobierno ha dicho que no y que no y que no. Si se ha hecho una amnistia fiscal para no subir el IVA. Es correcto: del mismo modo que ahora se proclama que la amnistía sustituye una sibuda del IVA porque ésta sería letal para el consumo, se proclamará, llegado el caso, que se sube el IVA para no tener que aplicar el copago, o para no tener que bajar las pensiones, o para no tocar el subsidio del paro. Los gobiernos siempre anuncian sus medidas más impopulares como una elección entre lo malo y lo peor: siempre eligen el mal menor y eso alivia (o eso creen) responsabilidades.
Tres: un clásico, la reforma del estado autonómico, lo de las duplicidades, el tamaño desmadrado que han llegado a tener las administraciones públicas, etcétera. Hoy transitó ese camino el viceMontoro, señor Beteta, en entrevista con Carlos Herrera. Lástima que como ejemplo de cosas que se podrían eliminar sólo puso las oficinas comerciales de las comunidades autónomas en el extranjero, que siendo seguramente prescindibles, no parece que sean un adelgazamiento de la administración pública ingente, que digamos. Mucho discurso pero pocos planes concretos entre manos.
Copago, IVA, reducción del Estado. Estas son las primeras nuevas cartas que asoma el gobierno. A la pregunta de si acabaremos intervenidos la única respuesta válida, hoy, es que no cabe descartarlo. Hoy la prima de riesgo descansa porque no hay mercado de deuda. Pero mañana, ay mañana. Otra vez el marcapasos. Y encima, Sarkozy ayudando. Sarkozy, ese amigo de España, desesperado por mantenerse en el Eliseo, y a falta de nuevos Mohamed Merahs que le permitan exhibir músculo, tira de comparaciones económicas entre su país y el nuestro ---la Francia que gobierna la derecha y la España que por ocho años gobernó la izquierda--- para tomar oxígeno electoral. En campaña todo vale, eh, Nicolás. “Francia no es España”, repite. Gracias, amigo, por esta ayuda desinteresada. Ay, Nicolás, tú que ibas a refundar el capitalismo y acabaste perdiendo la triple A. Vamos a tener que pedirte que le devuelvas al Rey el toisón de oro.