Florentino Pérez recupera para sí todo el poder y todo el protagonismo en el Real Madrid. Fin de etapa, adiós Mourinho. El club que el sábado perdió la Copa, que antes perdió la liga y que tampoco este año ganó la décima, anuncia a esta hora, en rueda de prensa recién comenzada en Concha Espina, que se acabó lo que se daba. El martes que viene se habrían cumplido tres años del anuncio oficial del fichaje del portugués -fue, en su momento, un bombazo— y hoy lo que se está anunciando es que el barco, un trasatlántico ayuno este año de títulos, llega a puerto y cambia de manos.
The special one prometía dar que hablar antes incluso de pisar suelo madrileño y eso, no cabe dudarlo, lo ha cumplido de sobra. Con división de opiniones y habiendo dicho y escuchado de todo, se va Mourinho de España. Y esto no ha salido a anunciarlo Karanka sino Florentino, recuperada para sí, en ausencia de Mou, la portavocía del club blanco. Tira el presidente del Madrid de manual para agradecer los servicios prestados, pagar lo que se deba y explicar la conveniencia, claro, de dar en este momento un giro, de introducir ideas nuevas, de iniciar un proyecto nuevo.
Al Madrid en la Champions le pasa lo contrario que a TVE en Eurovisión: no se acostumbra a la derrota. Lo de Eurovisión ya han visto cómo ha ido también este año: se empeñan en no mandar una cabra y así nos va. Saca más votos que nosotros hasta esa señora que representaba al Reino Unido y se había tragado a Bonnie Tyler. Y uno pequeñito que era de Malta pero sonreía tanto todo el tiempo que en lugar de cantante maltés parecía turista en Amsterdam. Y un rumano vestido de Tino Casal que cantaba en falsete, como Montoro cuando se exalta en los debates parlamentarios. Como sería la cosa que casi nos gana Portugal, que este año no se presentaba.
Aparte de lo novedoso que resulta que en Rusia se produzca una votación y no la gane Putin, el festival de Eurovisión de este año nos deja la prueba palpable de que en España no es sólo el gobierno el que se esfuerza en encontrarle cosas buenas al pozo en el que aún nos encontramos. Los comentaristas que reunió TVE al terminar la cosa (tertulianos-de-festival, digamos) hicieron suyo el estilo Luis de Guindos: acabábamos de quedar penúltimos pero ya nos estaban convenciendo del buen trabajo que venimos haciendo y lo pronto que acabaremos ganando este concurso.
Si el ministro hace previsiones macroeconómicas, a ver por qué los comentaristas musicales no van a poder hacer previsiones eurovisivas, ¿no? Os aseguro que vamos a ganar el festival más pronto que tarde, dijo uno de los presentes sin despeinarse, mientras el respetable en casa se preguntaba a qué estaban esperando para emitir risas enlatadas. Poco a poco vamos teniendo más experiencia, añadió a modo de argumento profundo, pasando por alto que llevamos cincuenta y dos años participando en esta cosa, cincuenta de ellos perdiendo. De esto no cabe echarle la culpa a la austeridad. Ni a Rajoy, que tenía trece años cuando Massiel emborrachó a España de victoria. Cosa distinta es que el gobierno aprovechara que tenía a los europeos mirando para enviarle unos recados subliminales a Europa. Se ha dicho, por ejemplo, que nuestra cantante desafinaba. Es verdad.
Y a propósito. Desafinamos porque los recortes aquí han llegado hasta los profesores de canto. Cuando conectaron desde Malmö con Madrid para emitir los votos, por ejemplo, el mensaje era claro. El mensaje era: “Para ya con la austeridad, Angela Merkel, que mira cómo nos vestimos”. Para el gobierno, lo de este sábado era la forma de allanar el terreno para lo del jueves que viene. Hay Consejo Europeo. Todos felicitando a Dinamarca por haberse sonado la flauta y todos compadeciendo a España por el fiasco, que ésta la baza que aún podemos jugar para que la eurozona nos admita de una vez algunas de las peticiones que venimos: dar pena. Hombre, vamos a acelerar de verdad A ver si así aceleran la unión bancaria -a la que los gobiernos de España e Italia confían la estabilidad de la financiación del Estado-, o a ver si así nos toca más dinero del súper crédito ése que va a pedir el Banco Europeo de Inversiones para financiar planes de estímulo al empleo juvenil en los países euro y que Merkel y Hollande anunciarán en otro festival (éste más publicitario que otra cosa) que han organizado en París a finales de mes.
Lo del empleo lo dejan para el 28, lo que hace pensar que el consejo europeo del jueves-viernes (todos los jefes de Estado y de gobierno juntos de nuevo) será “cumbre” pero tendrá poco de “decisiva”, por mucho que el voluntarioso Van Rompuy haya metido en la agenda el tema de la evasión fiscal -esto va por ti, Luxemburgo-. A tres días de que se junten todos, la noticia en Europa es que Merkel y Hollande tienen más sintonía de lo que parece --lo ha dicho ella-- y la noticia en España es que De Guindos y Montoro tratan de que parezca que alguna sintonía tienen.
Si el de Hacienda ha dicho que él quiere bajar impuestos (deseandito está) pero no puede -ella no podía, oiga-, el de Economía, ha dicho que por supuesto, por supuesto, lo que diga Montoro. “No hay discrepancias”, dice De Guindos, aun sabiendo que, a estas alturas, nadie se lo cree. De hecho, la discrepancia está en las mismas declaraciones que ambos han hecho hoy: donde Montoro, que antes que técnico es político, dice con gran soltura que ahora no hay margen para bajar IRPF pero que es seguro que en 2015 sí podrá hacerse (la bola de cristal del ministerio funciona mejor para los años electorales que para los otros), De Guindos lo que ha dicho es que tiene que producirse una recuperación clara en 2014 para que sea factible bajar impuestos en 2015, es decir, que “depende”. Si aceptamos medio punto de crecimiento como animal de compañía, y si la realidad coincide con lo que hoy sólo son estimaciones, entonces sí podría deshacerse la subida del IRPF; pero si la recuperación o no llega o es más débil, entonces olvídense de deshacer nada, por más que el presidente y el ministro de Hacienda digan que en 2015 sí o sí, que ahí no hay discusión porque el IRPF será bajado (cómo dudar, ¿verdad?, de una promesa expresada con tanta contundencia). Incluso cuando se esfuerzan en decir lo mismo se les acaba escapando alguna nota inarmónica.
Les pasa lo que a los aspirantes socialistas a quedarse con el sillón de Rubalcaba (López, Page, Chacón, Madina), que cuanto más esfuerzo hacen por persuadir al personal de que, en el fondo, lo que menos relevante les parece es cómo se llame el ganador de esta carrera, menos les cree todo el mundo. Como ocurre en Eurovisión, sólo puede ganar uno. Y como ocurre en Eurovisión, que tu canción no sea del todo original tampoco es grave. Lo importante es que sepas interpretarla de manera efectiva, que parezca algo nuevo y que sepas acompañarlo de mucha promoción previa. Hombre, si tienes un flautista, como recordará Zapatero, es más fácil que ganes. Ahí está Dinamarca, que envió al concurso a Khaleesi con flautista y se metió al público en el bolsillo.