Avalancha de contribuyentes deseando saber cuánto les toca pagar. Contado así, en Bruselas han debido quedarse a cuadro:mira tú los españoles, les suben el IRPF y están locos por pagar, eso es compromiso con la sostenibilidad del sistema. En realidad sabemos que la urgencia de los contribuyentes no es por pagar, sino por confirmar que la declaración les sale a devolver y confirmar el borrador ya mismo para que les ingresen en la cuenta lo que corresponda. La cosa está malita, no sólo para los ingresos del Estado, también, o antes que eso, para los ingresos de las familias. Tres de cada cuatro declaraciones, se calcula, salen a devolver, es decir, que el Estado ya ha ingresado (porque las empresas ya han retenido en la nómina) más dinero del que corresponde pagar, y esa diferencia entre lo que te toca pagar y lo que, en la práctica, ya has pagado, es lo que el Estado te tiene que devolver. Tranquilidad que ése es un derecho adquirido y lo que corresponda devolver, habrá de ser devuelto. Hay que entender que estamos todos ya muy susceptibles (ponerlo ya todo en duda no es algo que hagan sólo los inversores internacionales o los comisarios europeos, también los españoles nos estamos volviendo cada vez más desconfiados) y hasta que uno no tiene el dinero en la cuenta no las tiene todas consigo. Hay prisa por recuperar lo que es de uno no vaya a ser que aMontorose le quiten las ganas de devolver nada.
La cosa está malita. Llevamos años sufriendo la crisis económica de nunca acabar pero vivimos horas que se parecen, por lo que cuentan quienes están en la pomada, a aquel mes de mayo de 2010 en que la Unión Europea dio un ultimátum a Zapateropara que metiera la tijera al gasto público, o aquel agosto de 2011 cuando una carta deTrichetpersuadió al presidente (y de rebote aRajoy) de que había que cambiar la Constitución por el procedimiento express para convertir en mandamiento el equilibrio presupuestario. El clima, incierto, imprevisible, con reuniones no previstas y decisiones inesperadas, el clima de “emergencia nacional” (para qué andarnos con paños calientes) vuelve a sentirse estos días en los despachos de los ministros y en el Palacio de la Moncloa. Hay presión. No sólo de esa cosa etérea que se llama “los mercados”. Hay presión, con nombres y apellidos, que llega de la Unión Europea, llamadas telefónicas que recibe el presidente, ministros alemanes que hacen llegar mensajes a sus colegas españoles.
Es probable que la única persona que está en condiciones de entender en toda su extensión los días de vértigo que está pasandoRajoysea quien le precedió en el cargo, el ex presidenteZapatero.¿Qué más quieren?, es la pregunta que, formulada de una u otra manera, nos estamos haciendo todos. Qué más quieren. Aparentemente lo que se nos reclama (al país, al gobierno) es se aborden ya reformas que hasta ahora sólo han aparecido en los discursos, en las declaraciones de intenciones. Quieren oír que se le mete mano a las grandes partidas de gasto que dependen de los gobiernos autonómicos: la sanidad y la educación. Pensiones y subsidio del paro de momento se salvan, pero como acabemos intervenidos es altamente probable que sufran también tijera. Y quieren saber en Bruselas (y no sólo en Bruselas) si nuestra organización del Estado, en sus tres niveles (central, autonómico y municipal) nos parece realmente sostenible. Si la España autonómica es económicamente viable. La organización territorial de nuestro país: éste es nuestro”elefante en la habitación”. El tema. El tema que, hasta hoy, en el debate político de España se mencionaba apenas de pasada (hagamos excepción de UPyD, que ha hecho de la recuperación de competencias para la administración general del Estado una de sus banderas).
El tema que el gobierno, hasta ahora, ha despachado prometiendo revisar duplicidades y aligerar estructuras. El tema. Que promete emerger como lo que es, el elefante en la habitación, en estas próximas semanas. Abre camino Esperanza Aguirre, que a riesgo de que salga Florianotambién a desautorizarla, ha lanzado hoy su campaña por el harakiriautonómico: propone que el gobierno central se haga cargo de Sanidad, Educación y Justicia y que Transportes y Servicios Sociales pase a ser exclusiva de los ayuntamientos. Dices: ahora que toca recortar y explicarle a la gente por qué hay menos de todo, suelta lastre la presidenta y que se coma el marrón Mariano. Es una forma de verlo, pero lo cierto es que ahí queda la propuesta: el vaciamiento del Estado autonómico, deshacer aquello que se llamó en la transición el café para todosy de donde salió nuestro actual diseño autonómico. ¿Costarían menos los servicios públicos que hoy existen si en lugar de diecisiete gobiernos regionales los gestionara todos, el mismo? Aguirresostiene que sí. No sólo eso: ha dado un dato, una estimación que ella tiene hecha y que dice que devolviendo Sanidad y Educación al Estado central y pasándole transportes y servicios sociales a los ayuntamientos, nos costaría todo 48.000 millones de euros menos que ahora (casi cinco veces el ahorro prometido ayer y como 19 amnistías fiscales). Si las autonomías entregan todas sus competencias, al gobierno central y a los ayuntamientos, ¿qué les queda? Pues a juzgar por lo que dice Aguirre, no les queda nada pero tampoco pasa nada porque no les quede. Nos quedaríamos sin trabajo muchos políticos,ha dicho, pero ya nos buscaríamos otro empleo.
Hay quien dice que a Aguirrehoy le ha dado un arrebato de populismo, y que dice estas cosas porque sabe que nunca van a pasar, y que busca foco mediático como verso sueltono ya del PP, sino de la constelación de los presidentes autonómicos. También hay quien sostiene que ella lleva aburrida de su labor hace ya tiempo y la mejor forma de irse es dejando tras de sí la “nada autonómica”. Todo eso puede ser verdad, pero tampoco cabe negar que este discurso “impacto” que hace la presidenta madrileña sintoniza con una parte de la población que viene reclamando menos cargar el peso de los recortes sobre las clases medias y más poner patas arriba una administración pública que considera desproporcionada.
Más que una reforma, lo que plantea Aguirresería una revolución a la que no parece que haya muchos más dirigentes en activo dispuestos a sumarse. Rajoy,que de inmediato se ha desmarcado de Aguirre,ha citado a sus presidentes autonómicos el sábado en la sede del partido, pero no para hablar de esto (que no está en la agenda) sino para urgirles a que decidan cómo se ahorra en el capítulo sanitario y educativo. Para ahorrar tienen dos opciones: gastar menos (rebajar sueldo del personal sanitario, o reducir personal y reducir camas, limitar horarios de los centros de salud, conseguir que los fármacos le salgan más baratos) o ingresar más, es decir, añadir al dinero que les transfiere el gobierno central otras cantidades; en algunas regiones ya existe el céntimo sanitario, en Catalunya el copago por receta; lo que el gobierno se propone es dar carta blanca a las autonomías para que recauden dinero como mejor vean. Una de las opciones es, a la manera catalana, el copago por receta: por cada receta que usted entrega al farmacéutico paga un euro, por ejemplo (en su día alguien puso el ejemplo, igual se acuerdan, de las bolsas de los supermercados, que eran gratis hasta que dejaron de serlo); otra de las posibilidades es que rentas más altas tengan copago y el resto sigan como ahora. Son fórmulas que existen y cada gobierno autonómico! podrá elegir la que más le convenza. A no ser que haya otros gobiernos, además del madrileño, dispuestos a renunciar a sus competencias. Otros que se sumen al harakiri.Oye, en estos días inciertos y sorprendentes, todo es posible. O, como diría la Reina doña Sofía, quién no se ha disparado alguna vez en un pie.