Monólogo de Alsina: "Casado se ha dejado de indirectas y ha instado a Abascal a que le deje el campo libre allí donde los escaños a repartir son pocos"
Érase un país que había tenido siempre dos grandes partidos —a veces gobernaba uno, a veces gobernaba el otro— que se pusieron de acuerdo para no cambiar nunca la ley electoral.
Cada vez que se celebraban unas elecciones, los partidos pequeños que habían obtenido decenas de miles de votos pero muy pocos escaños se lamentaban de la desproporción y exigían que se modificara la forma de repartirlos. UPyD, por ejemplo, decía: eh, que he sacado más de un millón de votos y sólo tengo cinco escaños (al PP con diez millones le dan 186 diputados). Izquierda Unida, por ejemplo, decía: eh, que he sacado un millón seiscientos mil y me dan once escaños (al PSOE con siete millones le dan 110). Y los dos grandes decían: sí, es verdad, hay que darle una vuelta a eso, pero es que para la estabilidad del país esto es muy sano. Así que fingían darle una vuelta pero no cambiaban nada.
Cuando llegaban las siguientes elecciones, y como cada vez había más partidos compitiendo por el mismo voto, eran ellos los que le decían al elector: vota útil, eh, vota útil. Que es la forma de decir: que no te enteras, hombre, que no te enteras. Que me tienes que votar a mí porque sólo yo puedo hacer un gobierno de izquierdas. Que me tienes que votar a mí porque sólo yo soy la alternativa posible de derechas. Y también: que si no me votas a mí tu voto no va a valer para nada, pardillo. ¡Vas a tirar tu voto a la basura! Claro, la gente decía: ¿y por qué no han cambiado ustedes las normas para que mi voto, se lo dé a quien se lo dé, valga algo?
A medida que se acercaba el día de votar, el estribillo del voto útil daba un paso más y decía: pero qué vas a hacer, despistao, que si eliges la papeleta de ese partido en realidad a quien estás votando es a este otro. Ahí ya la confusión del personal votante era máxima. El ciudadano se veía a si mismo yendo al colegio electoral, escogiendo una papeleta naranja, por ejemplo, pero al meterla en la urna se volvía rosa. Dices: ¿pero qué ha pasado aquí? Pues ha pasado que el líder político de turno te ha convencido de que tú crees votar a uno pero estás votando a otro.
No, esto no es nuevo. En la última campaña de las catalanas era Ciudadanos quien se reivindicaba como voto útil y era el PP quien intentaba convencer a los votantes de que votar a Ciudadanos en Girona era darle un voto a la CUP.
En las útlimas generales el PP vasco hizo un vídeo en el que decía que votar a Ciudadanos era como tener chanclas en Groenlandia, una cosa inútil.
Y ahora es Pablo Casado quien vuelve a tirar de este argumentario porque a la competencia que tenía a su izquierda, Ciudadanos, se ha añadido la competencia a su derecha, que es Vox. El voto que antes era del PP ahora se reparte y eso descabala la previsión tradicional de escaños.
Pero no, cuando usted escoge una papeleta, el voto se lo da a ese partido y no a otro. No es que tire usted su voto a la basura, es que si quienes votan a ese partido son muchos menos que los que votan a los demás, no alcanza para que tenga escaño. Como ha sido siempre. Estas cosas que dicen los partidos de lo que pasará con los restos se basan en lo que hoy dicen las encuestas que va a suceder. En realidad, nadie sabe cuántos votos tendrá cada partido en cada provincia. Todo son cálculos a partir de lo que se supone que pasará. Hay líderes que, al parecer, aspiran a que usted vaya a votar habiéndose estudiado las encuestas, sabiendo cuánta gente vota en su provincia, dominando la ley D’ont y con una tabla Excel de cómo se distribuyen los restos. Y que teniendo todo eso en la cabeza diga: pues Vox, o no, Vox no, mejor el PP que es más gordo pero se le parece, o no, voy a votar a Podemos que así saca escaño seguro. O sea, una broma. Sin necesidad de hacer un vídeo con Epi y Blas.
En este vídeo tan conservador en el que Blas es del PP y Epi de Vox lo que Blas no se atreve a plantear es qué pasa si Vox en alguna provincia se pone por delante del PP en las encuestas. Si acaso entonces será Blas quien elija Vox para no fragmentar el voto de derechas.
A Pablo Casado, que se ha estudiado los sondeos a la vez que Blas, le sale que en las provincias más pequeñas Vox sacaría muchos votos a su costa pero no alcanzaría a sacar el escaño. Así que se ha dejado de indirectas y ha instado a Abascal a que le deje el campo libre allí donde los escaños a repartir son pocos.
Hombre, sí, la forma más eficaz de que tu adversario no te quite votos es que no se presente. Ganas por incomparecencia. Pero pedirle al otro que no se presente dice poco de tu capacidad para ganarte tú la confianza de ese votante. Vox ya le ha dicho a Casado que verdes las han segao. Ciudadanos no se ha dado por aludido.
Hay una corriente de opinión publicada, a la que Casado es muy receptivo, que aboga por la confluencia de las tres marcas de Colón, PP, Vox y Ciudadanos, bajo un mismo paraguas. Una forma de resucitar el bipartidismo de aquella manera. Como cuando el PP aún era AP-PDP-UL, tres partidos en una misma candidatura. Quién se acuerda ya de aquello.
Quién se acuerda ya de aquellos tiempos en que la pareja dirigente de Podemos se indignaban muchísimo si a alguien se le ocurría hablar de su vida privada.
Era tabú mencionar que Pablo Iglesias e Irene Montero no sólo eran pareja política, eran pareja de hecho. Hemos pasado del ‘no se metan ustedes en nuestra vida privada’ al ‘ésta es nuestra vida privada, queremos que lo sepan’. Irene Montero está embarazada y quiere que lo sepamos. Qué vas a decir, que estupendo. Pablo el hombre será padre de nuevo. Mira qué bien. La familia va a aumentando camino de ser una gran familia.
La gran familia que desafía un sistema económico capitalista, machista y globalista.
Y que superando su desgana, fruto de la desigualdad capitalista, contribuye a la natalidad y pone a Monedero a ir entrenando para el papel de padrino.
Hay dos tendencias claras hoy en Podemos: tener cada vez menos votantes y tener cada vez más hijos. El tercer crío para los Montero Iglesias en plena desbandada de votantes: las encuestas dicen que pierden uno de cada tres de 2016.
Es tiempo de campaña, es tiempo de propaganda.
Albert Rivera no ha escarmentado de fichar gente y ayer escenificó el reclutamiento en directo para su lista madrileña de Sara Jiménez, abogada y activista por la igualdad. De la que subrayó sobre todo Rivera que es gitana.
Lo de Rivera con su futuro gobierno es la historia de una casa empezada por el tejado. Aún no sabe cuántos diputados tendrá pero ya ha hecho ministro del Interior a Joan Mesquida, ministra de Igualdad a Sara Jiménez y ministra de ya veremos qué a Inés Arrimadas. Silvia Clemente debe de estar pensando que ella para ministra también vale.
Y Pedro Sánchez sigue combinando cada día su papel de presidente con su papel de aspirante a seguir siéndolo. Candidato mitinero. Y fabricante de eslóganes diarios.
El presidente que disolvió el Parlamento porque lo dio por agotado sigue intentando que el Parlamento disuelto le apruebe unas cuantas medidas con buena venta.