Si no estuviéramos tan entretenidos con nuestra política doméstica, estaríamos hablando más de lo que pasó ayer en Bruselas. Aunque aquí Bruselas siempre es política doméstica. Hablamos de Bruselas, sí, pero como espejo de nuestras rencillas internas. De verdad que no quería hablar de política doméstica, sino de lo que la nueva Comisión nos dice del mundo que viene, con la seguridad como eje principal. Pero de verdad qué cansino es que el día que Teresa Ribera es elegida para convertirse en la segunda persona más poderosa de Bruselas, así la llama el influyente diario ‘Politico’, aquí hablemos de… Arias Cañete.
El PP se ha enredado en si el PSOE votó en contra de que Cañete fuera nombrado comisario ¡en 2014! El partidismo no prescribe nunca. Alucino con ese desparpajo a reconocer los errores de los rivales como inspiración para copiarlos luego. Total, que el PP dice que votará en contra del nombramiento de Teresa Ribera porque no está “a favor de exportar en sanchismo”, pero la Unión Europea es un mercado con libre circulación de bienes, capitales y talento.
Y Ursula Von der Layen, que es conservadora, debe de pensar que Teresa Ribera tiene mucho talento porque no le ha dado un puesto cualquiera. Quiere a la española como su número dos para que lidere la política de competencia, de transición verde y de transformación de la economía europea. Ha tenido en cuenta su prestigio como gestora por encima de su ideología, qué extraño se hace eso aquí.
Hay países como Francia en los que Ribera no gusta, pero no por sanchista, sino por su postura con las nucleares, que es un argumento más tangible. Aunque Ribera ya ha dicho que no va a oponerse a las nucleares.
El de la española quizás sea el puesto más poderoso en el brazo ejecutivo de la UE, que incluye el cargo de jefa de competencia, ese que convirtió a la danesa Margrethe Vestager en uno de los pocos nombres de comisarios conocidos y más temidos (“señora fiscal de Europa”, la llamó Trump).
¿Moraleja?
No nos terminamos de creer que España tenga en Bruselas tanto poder.