Sale de casa, recorre los diez minutos que le separan ese río, mete casi toda su ropa y pertenencias en la bolsa y se introduce en el agua turbia con los zapatos en la mano. Da igual que sea invierno o verano. La opción del transporte público no la contempla.
“Si voy en autobús el trayecto de 12 kilómetros me cuesta tres horas. Pero atravesar el río nadando es más fácil y rápido”.
Abdul se ha convertido en un ejemplo a seguir en su colegio por cumplir a rajatabla uno de sus principios, que es entregarse por completo a lo que uno se dedica. Dice además que está orgulloso de su decisión porque le permite a la vez hacer ejercicio, estar en contacto con la naturaleza y llevar una vida saludable. Sus alumnos le admiran e incluso han sacado provecho de su modo de transporte.
“Es una inspiración para los estudiantes. Hemos dado clases de natación durante los últimos 5 ó 6 años a los alumnos de último curso” cuenta el director del colegio de Abdul, que ha llegado incluso a bajar con sus chicos al río para limpiarlo. Este profesor ha sido condecorado en su país y ha visto cómo han surgido iniciativas en todo el mundo para construir un puente o regalarle un bote con el que poder cruzar ese río y seguir llegando puntual a sus clases.