"Era la mañana de navidad, y se peleaban como siempre, hasta que oí a mi madre decir: “baja el arma”; él corrió a su habitación, se puso la pistola en la cabeza y apretó el gatillo", asegura en declaraciones a un medio estadounidense.
Keith entonces tomó la decisión de “vivir” y se fue con su padre. Y con él, tras muchas noches de pesadillas, descubrió su pasión por el esquí, y el snowboard, a los 16 años. Con su padre también descubrió de nuevo, sólo 5 años después, lo mucho que la vida te puede hacer sufrir justo cuando te vuelve a sonreir. Tuvo un accidente industrial que le destrozó su pierna izquierda por debajo de la rodilla y tuvo que tomar una de las decisiones más difíciles de su vida.
"Nadie está preparado para tomar una decisión así. Los doctores me dieron todas las opciones y yo dije: parece que la mejor es la amputación", recuerda.
En realidad, Keith sólo quería volver a subirse a una tabla lo más rápido posible. Y así fue, Sólo tres meses después de la operación, lo consiguió. Dice que es una experiencia que nunca olvidará. Ni tampoco los múltiples títulos que ha ganado compitiendo como paralímpico y la lección aprendida.
“Perder mi pierna fue una de las peores cosas que me pudo pasar, pero también una de las mejores: no podrás saber lo fuerte que eres hasta que no pases por una circunstancia como esa”.