Durante el día, este hombre de 60 años trabaja en una tienda de ropa de propiedad familiar en un concurrido mercado de Patna, al norte del país. Por la noche se convierte en un mesías para los enfermos olvidados en una esquina del Hospital estatal de la ciudad, de 90 años de antigüedad y 1.760 camas.
Gurmeet se cuela por los pasillos del centro hasta la llamada "sala de los abandonados". Allí hay media docena de camillas para pacientes en un lugar mal iluminado, húmedo, sucio, con el suelo manchado de orina y comida podrida que las ratas salen a comer al caer la noche. Si tienen suerte, reciben la visita del médico…no tienen familiares o les han rechazado y, si tienen más suerte aún, cuando se recuperen volverá a las calles. Este sitio oscuro sólo se ilumina con las sonrisas de Manju, Tapan, Sudhir o Farhan cuando el señor Singh atraviesa la puerta
Durante más de 20 años, sin descanso, sale de su casa sobre las nueve de la noche con una bolsa para llenarla con alimentos en los restaurantes de camino al hospital y de medicinas que compra en el propio centro, donde además dona sangre y paga por las pruebas de los enfermos, en parte con el dinero que le donan sus cinco hermanos con los que vive.
Se lamenta de que las autoridades nunca (en esos más de 20 años) han mejorado ningún aspecto del hospital y que ni siquiera han sido capaces de darles un poco de dignidad y un cierto cuidado. Él les da de comer, les da cariño y se marcha. Después de cerrar la puerta, ellos sólo esperan que aparezca al día siguiente.
