Fíjense que en esto que dice Alberto Garzón tiene toda la razón: "Creemos que el esfuerzo lo pueden hacer las grandes distribuidoras para que las familias puedan acceder a una cesta de consumo asequible". Es inatacable, las únicas que pueden vender a coste son las grandes superficies. Incluso a pérdidas. No hay ninguna duda y quienes mejor lo saben son los pequeños comerciantes, por eso asisten estupefactos a esta campaña insólita en la que la vicepresidenta Yolanda Díaz y el ministro de Consumo, amadrinan una campaña de rebajas de una gran superficie, Carrefour.
Una política muy progresista, la de loar el músculo financiero de las grandes empresas frente a la angustia del pequeños comerciante, siempre agobiado por los márgenes.
¿Acaso no se preguntan quiénes dicen que esto es el sumun del progresismo por qué las campañas de rebajas están acotadas por ley? Y después de haberle dicho a todos los españoles, sin distinción de renta, que podrán comprar más barato en Carrefour, ¿Qué es lo que le ofrecen al que tiene un colmado en el barrio?
Ayudarles con una campaña, dice Yolanda Díaz. Claro, porque la gente va a ir comprar a los pequeños solo porque se lo diga Yolanda, después de que le haya dicho que es más barato comprar en los grandes.
Este asunto del tope a los precios de los alimentos, indica a las claras que Yolanda Díaz pertenece a ese estirpe de políticos que quiere que se les juzgue por sus intenciones y no por sus resultados. Porque el bienestar y la prosperidad no se establecen por decreto, lo que se le debe exigir al dirigente es que cree las condiciones materiales suficientes como para que no sea necesario el asistencialismo. Y ahora, con una inflación en los dos dígitos y una recaudación récord pretenden hacernos creer que una campaña de rebajas del Carrefour es un hito del progreso social.
Por mucho que la vicepresidenta insista en que la oposición es una banda de insensibles sociópatas, el rechazo más rotundo que ha encontrado su campaña de rebajas fue dentro del propio Gobierno y no sólo en las filas socialistas sino también en las de Podemos.
Ya se le puede imputar un milagro a Yolanda Díaz, que es haber conseguido que Pablo Echenique escriba un tuit razonable. El ministro de agricultura, Luis Planas, es un hombre que conoce bien la cadena alimentaria y las tensiones entre cada uno de los actores y ya quiso zanjar el tema. Ahora el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, matiza un poco la crítica… A ver, lo que ocurre es que no se quiere quedar en la vía cuando se acerca a toda velocidad el tren de la demagogia, no vaya a arrollarle, pero tampoco es que parezca muy entusiasmado.
El BOE ha publicado este sábado el convenio firmado con dos productoras para el rodaje de la serie documental sobre el presidente del Gobierno. Las cuatro estaciones. La primera temporada tendrá dos capítulos de 45 minutos cada uno. Bueno, no juzguemos todavía, quizás es un ejercicio veraz de fiscalización del poder.
Pedro Sánchez se ha reunido con sus parlamentarios, senadores y congresistas, para insuflarles algo de ánimo. Se entiende que andarán algo decaídos por las encuestas, este fin de semana han vuelto a dibujar un panorama algo sombrío para los socialistas. La distancia que ha abierto Feijóo ya alcanza lo 8-9 puntos y no parece que el debate de la pasada semana haya tenido el efecto que los más voluntaristas esperaban
Ahora que la teoría más pintoresca del deterioro del PSOE es la que ha descrito Emiliano García Page, este barón castellanomanchego del que siempre se espera algo que nunca llega: "el 95 por ciento de los problemas del PSOE en España tiene que ver con sus socios".
Es pintoresco porque, oiga, don Emiliano, es que elegir a tus socios es una tarea prioritaria de la política. Sólo faltaría. Claro, si Sánchez no gobernara con Podemos, no pactara con Esquerra y Bildu, no hubiera tenido como vicepresidente a Iglesias, no hubiera indultado a Junqueras… pues sencillamente no sería Sánchez.
De la política, algo más. Corre el reloj y la amenaza de Carlos Lesmes sigue en pie. Hoy El Confidencial se atreve a anunciar una fecha límite. Si el Consejo General del Poder Judicial no está renovado para el día 12 de octubre, su presidente va a dimitir y va a agravar la ya muy grave crisis institucional, el día de las Fuerzas Armadas.
¿Hay algo que indique que las fuerzas políticas se van a poner de acuerdo para desbloquear el poder judicial antes de que eso ocurra? Por el momento no hay noticia.
Más allá de las miopes cuitas nacionales. La batalla más importante para todos se está librando en Ucrania y de su desenlace depende casi todo. El ejército y el pueblo ucranianos han demostrado una capacidad de resistencia encomiable y han desmentido a todos aquellos tontos útiles de Putin que decían que la rendición era la única respuesta sensata a la invasión.
No era verdad y, por más que se les esté tratando de ocultar, es algo que empiezan a saber hasta los propios rusos. El ejército ya no sólo resiste heroicamente, en estas horas recientes ha obligado al ejército de Putin a retirarse de toda la región de Jarkov y ahora avanza hacía el Donbás. Ya controla algunos nodos esenciales para el abastecimiento de las tropas. Así que el frente militar parece estar desplomándose. Y en cuanto al frente político… crece el número de dirigentes locales que al fin se atreven a criticar a Putin y a pedir su dimisión, en las tertulias de la televisión se cuelan críticas hasta hoy impensables.
Se ha escuchado en la televisión rusa era un impensable hace siquiera unas semanas, un colaborador que dice: «Estamos ahora en el punto en el que tenemos que entender que es totalmente imposible vencer a Ucrania, utilizando esos medios y métodos de guerra colonial con los que Rusia intenta ganar la guerra»
La propaganda oficial no puede sofocar ya las voces que está criticando abiertamente la estrategia militar rusa y que piden cabezas entre la cúpula castrense. Un personaje nada secundario, el salvaje presidente checheno Razman Kadírov ha elevado la voz para que Putin escuche al menos a alguien que le diga la verdad.