LA BRÚJULA

La carta de Ónega a Nadia Calviño como "beneficio empresarial": "Me tiene desorientado"

Fernando Ónega escribe la carta a la ministra Nadia Calviño como "beneficio empresarial".

ondacero.es

Madrid | 07.07.2022 23:59

Hola, soy un beneficio empresarial. Y me dirijo a usted, Nadia Calviño, vicepresidenta primera, para expresarle mis cuitas. Es que le escuché hace días aquí en La Brújula, y ayer después de la reunión con sindicatos y empresarios y esta mañana con Alsina y acudo a usted como al consultorio de Elena Francis.

Como beneficio empresarial que soy, debo decirle que me tiene desorientado porque apela a mi moderación; debo ser moderado como si fuese el salario de un currante. Pero, para ser un buen patriota, solidario y un poco socialista --no mucho, porque no olvide que soy un beneficio empresarial--, ¿cómo se mide mi moderación? ¿Establecerán ustedes un porcentaje a partir del cual hay desmadre? ¿Debo ser igual que el año pasado, pongo por caso? Si subo un poquito más, ¿dejo de ser moderado? Y si subo mucho, ¿qué hago? ¿Me pongo el freno de mano porque el gobierno lo manda? ¿Le digo al empresario que me obtiene “eh, patrón, que te estás pasando”?

Complejo asunto, señora vicepresidenta. Después están las comparaciones, que siempre son odiosas, pero en estos casos hay que hacerlas. Y hay una que me sale del alma: hasta ahora, como beneficio empresarial que soy, gozaba de prestigio social. Mi amo, el que me percibe, iba por los desayunos del Ritz como un marqués. Buenos días, le decían: ya escuché en La Brújula de la Economía cuánto han crecido tus beneficios. Y él se ponía esponjoso y se quitaba importancia: hemos tenido un buen año, sí. Y yo lamentaba ser invisible, pero me sentía importante: era un gran beneficio. Ahora ya no sé, señora Calviño.

A partir de ahora, si no crezco con moderación, con mucha, mucha moderación, lo mismo soy poco patriota. Lo mismo me tengo que ir a confesar, con lo poco que se estila: padre, me acuso de haber subido más que los salarios. Y qué vergüenza si el cura me pregunta “cuántas veces veces, hijo”. Otra comparación inevitable será con mis colegas. Los beneficios empresariales de Amancio Ortega, por ejemplo. Pero, sin llegar a Arteixo, los del tendero de la esquina. ¿Por qué tengo que ser yo más pequeño, menos beneficio, solo porque él funciona en dinero negro? En fin, señora Calviño, que estoy hecho un lío. Hay días que es preferible ser salario. Se lo dice con afecto este modesto, pero parece que molesto, beneficio empresarial.