La operación King, que ha dirigido el Grupo VIII de la UCRIF de la Brigada de Extranjería de Madrid se ha saldado, de momento, con siete personas detenidas y, lo más importante, la identificación de doce mujeres que habían sido víctimas de esta organización, que estaba actuando, al menos, desde 1999. De esas doce mujeres identificadas, la policía ha podido liberar a seis de ellas que permanecían todavía en poder de la red. Una de esas chicas aún era menor de edad y otra había cumplido la mayoría de edad mientras era explotada por estos esclavistas.
Una de las chicas liberadas llegó a España en el año 2010, cuando contaba solo con 17 años y otra empezó a ejercer la prostitución cuando acababa de cumplir 15 años. Lo normal entre las mujeres nigerianas que son explotadas es que pasen cinco, ocho o hasta diez años en poder de los esclavistas. Y esto tiene una fácil, pero terrible explicación: la deuda que contraen y que tienen que saldar, evidentemente, con su trabajo como prostitutas.
Esta operación King sirve para explicar muy bien cómo funcionan estas redes. La organización estaba comandada por un tipo llamado Osaro James Bush, apodado Mister Bush, Tío Godwin, Apa o Gilmore. Este Mister Bush llevaba instalado en España desde 1999 y dedicado al negocio de la prostitución desde entonces. Viajaba con frecuencia a Nigeria, a Benin City, su ciudad de origen, y allí ejercía de mayorista, tendiendo unas redes en las que acababan cayendo sus víctimas.
El trabajo de Mister Bush era fundamentalmente proveer de mujeres a otras organizaciones que, a su vez, distribuían a estas mujeres en clubes o en puntos de la calle. Este mayorista podía obtener entre 3.000 y 4.000 euros por cada una de estas chicas. Pero el trabajo más importante de este Godwin era captar a las mujeres en Nigeria, en su país de origen, y convencerlas para venir hasta España. Lo hacía mediante falsas ofertas de trabajo y, en el caso de las menores de edad, ofreciéndoles la posibilidad de estudiar en España. Este tratante de mujeres tenía toda una red de colaboradores y captadores en Benin City –la ciudad de la que proceden la mayoría de las prostitutas nigerianas y sus proxenetas– y sus alrededores. Me decía un inspector jefe, gran conocedor de estas tramas, que las mujeres nigerianas son las más engañadas de entre todas las extranjeras que son explotadas sexualmente.
El engaño les llegaba de alguien muy cercano, un familiar, un vecino, un amigo… Suelen ser esas personas las que las convencen para hacer el viaje a Europa, porque en casi todos los núcleos tribales en los que viven hay una mujer que ha hecho ese viaje hace cinco, diez o quince años y que de vez en cuando envía dinero. Y nunca cuenta la realidad de lo que está haciendo allí, mucho menos cuando pasan de ser esclavas a madames, a esclavistas…
Las mujeres nigerianas llegan a España o a Europa obligadas a pagar a la red que las trae una enorme deuda, que oscila entre los 45.000 y los 60.000 euros. Basta aplicar las matemáticas para pensar en el tiempo que se tarda en pagar esa deuda, porque los servicios sexuales que prestan estas mujeres raras veces alcanzan los 40 euros. Tardan ocho, diez o doce años en eliminar la deuda. Unos años en los que es fácil imaginar por lo que pasan, así que las redes saben manejarlas muy bien y les hacen ofertas que casi siempre son incapaces de rechazar.
Cuando les queda por pagar 3.000 ó 4.000 euros, las redes nigerianas suelen hacer una oferta a las prostitutas, que a esas alturas suelen haber cumplido los 30 ó 35 años y llevan ya diez quince años en la calle o en sórdidos prostíbulos: te damos por pagada el resto de la deuda si consigues convencer a una o a dos chicas de tu entorno o de tu familia para que venga desde Nigeria. Y así es como se mantiene siempre activo este terrible círculo.
Las redes de trata de seres humanos están muy bien engrasadas y la desmantelada ahora por la policía llevaba mucho tiempo de rodaje, así que ya tenían muy bien estudiado todo: desde Benin City viajaban a Lagos, la capital de Nigeria, donde se les daba documentación falsa con visados para poder entrar en España sin problemas o papeles de alguien residente lega en nuestro país. Desde Lagos viajaban en avión hasta Casablanca, porque la ciudad marroquí es el punto intermedio entre el África subsahariana y Europa y porque allí los controles de documentación son bastante laxos. Un policía especializado en estas redes nos contaba que el oficial de enlace de la policía española en Casablanca saca a diario un saco de documentos falsos de nigerianos y nigerianas que llegan a Marruecos con la intención de dar el salto a Europa. Antes de salir de Nigeria y antes de salir de Casablanca, la red de Mister Bush, igual que cualquier otra organización nigeriana se aseguraba, por supuesto, de anular la voluntad de las mujeres, de cosificarlas…
El vudú, la religión en la que ellas creen firmemente, es empleado por sus esclavistas para anular sus voluntades por completo. Antes de salir de su ciudad, de su entorno, el brujo o el hechicero del lugar –que naturalmente está a sueldo de las organizaciones de trata– somete a las mujeres a un ritual en el que se las advierte que no deben contactar con personas ajenas a la red y se comprometen a devolver el dinero que costará su traslado, un ritual en el que se supone que se bendice ese viaje y en la que las mujeres juran fidelidad a las personas que ellas suponen que les van a dar una vida mejor.
Sus firmes convicciones religiosas les hacen creer que si rompen ese compromiso –que se suele materializar con la entrega al brujo de vello, sangre o uñas de la mujer–, toda clase de desgracias caerán sobre ella o sobre sus familiares. Un policía, ante mi estupefacción, me ponía un buen ejemplo: ¿acaso tu abuela comía carne los viernes de cuaresma? Pues ellas tienen la misma fe que tenía tu abuela, pero en el vudú…
El primero, el que se hace antes de abandonar Nigeria es el más importante porque lo practica un brujo que la mujer suele conocer. Después, en Marruecos y al llegar a España, el ritual se repite por gente que son sencillamente impostores, tipos que no creen en lo que hacen y cuyo único fin es seguir anulando las voluntades de las mujeres que están a punto de convertirse en esclavas.
En el momento en el que llegaban a Madrid era cuando empezaban a ser conscientes de que en España no les esperaba una vida mejor, ya que su nueva función era dedicarse a la prostitución. Aquí eran recogidas en el mismo aeropuerto por uno de los sicarios de la red, un gigantón llamado Friday, que las metía en los pisos de seguridad y les quitaba la documentación. Pasados unos días, las mujeres recibían la visita de su supuesto padrino, Mister Bush, que era el encargado de dinamitar sus cuentos de hadas, diciéndoles que en realidad se tendrían que prostituir hasta pagar los 50.000 ó 60.000 euros que debían por haber llegado hasta allí.
El vudú garantiza ese control en el momento que se enteraban de la verdad, pero si alguna flojeaba y empezaba a resistirse, recibía una paliza de sus esclavistas en presencia de las demás. El paso siguiente, antes de que empezasen a trabajar, era llevarlas a las oficinas centrales de asilo y refugio, en Madrid, trámite del que se encargaba otro miembro de la red, Kingsey Omoruyi, apodado Papá César. Las mujeres eran aleccionadas para que contasen una historia completamente falsa sobre su peripecia vital y lo que les había llevado a España. Este trámite les garantizaba a las redes seis meses de tranquilidad y, precisamente, en el momento clave…
Las autoridades españolas conceden a cualquier solicitante de asilo y refugio seis meses de permiso provisional, hasta que se dicta una resolución definitiva. De esta manera, la red regulariza rápidamente a sus mujeres y evita que en esos seis primeros meses, en los que suelen estar más blanditas, más vulnerables, la policía las detenga por estancia ilegal y pierden el control sobre ellas, puedan hablar y contar que son víctimas de una red de trata de seres humanos.
En lo que a la organización para vivir se refiere, el grupo de Mister Bush las ponía en manos de otras redes más pequeñas. Así que las mujeres, tras pasar por Madrid, iban a parar a otros lugares: Andalucía, Cataluña, Galicia y hasta Suiza. Las chicas eran distribuidas en pequeños grupos al cuidado de madames y acababan, casi siempre en clubes de alterne, de una en una o de dos en dos, porque en los prostíbulos no suele haber muchas mujeres nigerianas, ya que tienen fama de conflictivas. Todas ellas eran alojadas en pisos, donde tenían que cubrir lo que los policías dedicados a la lucha contra la trata llaman la caja de galletas.
Los bichos, es decir, los proxenetas, nigerianos viven bastante tranquilos porque el vudú les permite no tener el estricto control que tienen que tener los rumanos o los sudamericanos sobre las mujeres. De hecho, muchas veces los proxenetas se dedican a otras actividades delictivas, Su única función prácticamente es recaudar, recoger el dinero que cada chica hace a diario y lo hacen de una manera bastante peculiar: los proxenetas pasan cada dos o tres días por los pisos donde tienen alojadas a sus víctimas y les exigen una recaudación diaria por piso. Por ejemplo, si en una casa viven cinco chicas, el bicho exige que cada dos días en la caja de galletas haya mil euros, es decir, que cada mujer debe ingresar unos cien euros diarios en la caja. Ese dinero se va restando de la deuda, pero naturalmente las redes van sumando a las mujeres más conceptos para que la deuda se prolongue: alquiler de habitaciones, ropas, preservativos…
Romper estas redes es algo muy difícil, ya que son las organizaciones de trata de seres humanos más complicadas de atacar, aunque, como en esta operación King, se van dando pasos. Hay una parte muy importante, que en este caso se ha conseguido con dos mujeres, que es la colaboración de las víctimas. Dos de las prostitutas que eran explotadas por esta red se convirtieron en testigos protegidos, algo que en el caso de las mujeres nigerianas es prácticamente imposible por ese control que el vudú tiene sobre ellas.
Una vez que se convierten en testigos protegidos, lo primero que se hace con ellas es tomarle declaración en el juzgado en presencia de todas las partes para preconstituir la prueba y que no tengan que pasar nuevamente por una declaración. Después, las autoridades les conceden un permiso de residencia para que puedan comenzar una vida y regresen a Nigeria si quieren, algo que nunca hacen. Y, lo más importante, se pone en contacto a estas mujeres con ONGs especializadas en recuperarlas para la vida: se les ofrece trabajo cuidando niños ancianos, se les enseña español e incuso algunas de ellas terminan trabajando para la policía como traductora, ayudando a desmantelar otras redes.