Ramón Álvarez de Miranda, un apellido nada desconocido por cierto, se compromete a recuperar la confianza de la sociedad y estudia someterse a una auditoría de un organismo externo. O sea, el escándalo de los 100 parientes que trabajan en el mismo Tribunal de Cuentas, se puede zanjar creando otro Organismo que los controle. Aquí paz y allá gloria. Esperemos que no estén buscando ya candidatos entre yernos, secretarias y primos segundos.