Soledades ante el Covid-19
No hay, como se ha dicho muchas veces, enfermedades sino enfermos. Nos hemos movido en toda la etapa del Covid-19 en un trasiego de verdades no escritas y de padecimientos concretos.
Vivimos inmersos en un mundo en el que siempre se apela a la profesionalidad de cada cual sea cual fuere su dedicación, su trabajo, esfuerzos o inquietudes académicas. La vida científica, médica, paramédica y sanitaria nos ofrece una razón fundamental, el paciente enfermo. Nos preparamos para forjar una personalidad adecuada a nuestro trabajo y a lo que necesitan los demás, pero ¿Qué quieren los demás? El paciente enfermo es polivalente, poliédrico, con muchas aristas, culturas, sentimientos, sensibilidades y, desde luego, con una psicología que se abre a través de muchos caminos para vivir el mismo padecimiento de distinta manera.
No hay, como se ha dicho muchas veces, enfermedades sino enfermos. Nos hemos movido en toda la etapa del Covid-19 en un trasiego de verdades no escritas y de padecimientos concretos. La tecnología, que nunca es un fin en sí misma, tampoco nos ayudaba a descifrar mediante métricas, datos, valores o resultados el punto clínico donde podíamos actuar mejor o peor.
Se desparramaba la vida delante de los sanitarios sin control para después de muchas horas, días y meses de actividad en el que al final solo podíamos tener la certeza de la muerte o de que en cualquier momento podía ocurrir lo peor.
Tantos años de estudio y de seguimiento del paciente enfermo nos pasó de una rutina prácticamente normal que nos permitía reflexionar con otros compañeros cual era la mejor solución. Así nos hemos pasado muchos años y posiblemente desde la peste no habíamos dado tantos palos al aire. Ahora le hemos puesto cerco al virus por la observación clínica continuada y la prevención ejercida. Pero nadie, nunca jamás, sabrá el dolor y el padecimiento profundo de los sanitarios ante tan inmensa adversidad. El maldito Covid-19.