Desde el pasado 20 de abril, las mascarillas ya no son obligatorias en interiores, salvo excepciones como transporte público y centros sanitarios y sociosanitarios. En total, casi dos años desde que se implementase el uso de un accesorio al que ya nos hemos acostumbrado y cuya retirada puede suponer para algunos un verdadero problema, no sólo desde el punto de vista sanitario -por temor a resultar contagiado-, sino también desde el punto de vista psicológico.
¿Qué es el síndrome de la cara vacía?
Con la retirada de la mascarilla, muchos psicólogos han acuñado el término 'síndrome de la cara vacía', es decir, un sentimiento de inseguridad provocado en algunas personas que ya se habían acomodado a la mascarilla y a ocultar parte de su persona tras ella. Este accesorio les servía como forma de protección frente a miradas ajenas ante cualquier rasgo que les provocase esa inseguridad.
Según explica a Efe la directora de la Fundación Nuevas Claves Educativas y Máster en Orientación Familiar de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), María Campo Martínez, este síndrome lo provoca el miedo "a ser rechazados o no ser aceptados del mismo modo por sus iguales, que son tan importantes para ellos".
¿Quiénes sufren el síndrome de la cara vacía?
Esta fobia la sufren sobre todo los más jóvenes, adolescentes a quienes costó mucho concienciar de la obligatoriedad del uso de la mascarilla durante el inicio de la pandemia porque pensaban "que no tenían peligro de contagio", explica la psicóloga.
Los jóvenes finalmente aceptaron que el uso de la mascarilla era obligatorio y muchos, además, lo utilizaron como una barrera de protección frente a ciertos rasgos de su rostro que les provocaban más inseguridad: vello facial, ortodoncia, acné, etc. Debido a la nueva norma aprobada por el Consejo de Ministros, estos jóvenes pueden llegar a sufrir incluso de ansiedad social por el hecho de tener que quitarse este accesorio y volver a mostrarse tal y como son frente a otras personas.
Sin embargo, a pesar de que los jóvenes son los más propensos a sufrirlo, no es una fobia exclusiva de ellos. Los expertos aseguran que cualquier persona que presente este tipo de inseguridades puede llegar a sufrirlo.
Consejos para evitarlo
La psicóloga, Pilar Conde, afirma que "la ansiedad social puede afectar a quienes sienten más temor del habitual a ser evaluados y se sienten inseguros ante la opinión que los demáspuedan tener de ellos" sin mascarilla.
Sin embargo, tranquiliza al decir que poco a poco estas personas "se irán liberando del malestar sin mayor problema y serán sólo una minoría quienes precisen de ayuda psicológica para superarlo".
No obstante, da una serie de recomendaciones para evitar sufrir, en la medida de lo posible, el 'síndrome de la cara vacía'. Son las siguientes:
- Quitarse la mascarilla de manera progresiva: tanto en tiempo, como en los lugares. Empezar poco a poco y en sitios donde se sienta uno más seguro.
- Comenzar a quitarla en pequeños grupos: en los que nos sintamos cómodos.
- Darse tiempo: cuando una acción puede generar ansiedad, cada pequeño paso es un mundo, por eso, es imprescindible tomarse las cosas con el tiempo que cada uno necesite.
- Niños pequeños: para los mayores de 6 años era obligatoria en las aulas y ahora ya no lo es. Por eso, se pide a padres y profesores que les expliquen el nuevo contexto y las excepciones en el uso.
¿Cuándo acudir a un especialista?
Infosalus ha hablado con Silvia Álava, psicóloga sanitaria y directora del área infantil del Centro de Psicología Álava Reyes (Madrid), que ha explicado que si la retirada de la mascarilla genera miedo, hay que trabajar la seguridad y la autoestima y aceptarse tal y como se es. Por eso, coincide en los consejos dados por Conde al recomendar irse exponiendo a la nueva situación poco a poco y con el tiempo que cada uno requiera.
No obstante, sí considera que habría que consultar con un especialista cuando este miedo y ansiedad social provocado por la retirada de la mascarilla interfiera en nuestra vida diaria o, por ejemplo, si nos olvidamos la mascarilla en casa y entramos en pánico porque pensamos que la gente no hará otra cosa que mirar las imperfecciones de nuestro rostro.
"Cuando veamos que es algo que interfiere en nuestra vida diaria, y las emociones que nos genera son tan desagradables que no las sabemos controlar es el momento de pedir ayuda y no esperar a que realmente haya un problema más gordo, sino que veo que me interfiere, que me cuesta, y que me lo hace pasar mal y las emociones que me genera no las controlo", explica.