Como todo, este tipo de viviendas tiene partidarios y detractores. Los primeros defienden su bajo coste y que son más sostenibles. Los segundos, que para convertir un contenedor en una vivienda se contamina más por la cantidad de obra que hay que hacer para hacerlos habitables.
A los de Barcelona se les ha dado el aspecto de un edificio convencional y ni dentro ni fuera se ve rastro alguno del contenedor. Si es un éxito o no en nuestro país, depende de la opinión de las doce familias desahuciadas que desde enero van a ocupar este bloque de viviendas de 30 y 60 metros cuadrados levantado junto a la Rambla.
La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, asegura que se trata viviendas provisionales y que no están pensadas para vivir en ellas más de cinco años.