REPORTAJE

El panocho: un tesoro lingüístico enterrado en la huerta murciana

El sociolecto con raíces latinas y arábicas se mantiene vivo en la cultura de la Región de Murcia

Violeta Hernández

Murcia | 30.06.2023 06:04

Los primeros trabajos de campo sobre dialectos contaban con tecnologías muy primitivas para la recopilación de la información
Los primeros trabajos de campo sobre dialectos contaban con tecnologías muy primitivas para la recopilación de la información | Violeta Hernández

La Región de Murcia ha sido una tierra cultivada por la mezcla de sus habitantes. El panocho se nutre de esta herencia en términos lingüísticos. El crisol cultural comienza con el latín, pasando por el mudéjar y el mozárabe hasta palabras procedentes del aragonés y el catalán que se aúnan en un solo habla. El panocho es la lengua de la huerta murciana y se considera en desuso. Muchos vocablos del antiguo dialecto han trascendido y siguen vivos en el lenguaje diario de los huertanos.

El panocho, un fenómeno a nivel lingüístico

El dialecto murciano florece de las artes de la huerta y el empobrecido nivel cultural de los hablantes. El panocho es considerado un fenómeno a nivel lingüístico que ha adquirido una considerable popularidad. Está enmarcado dentro de las diversas variedades dialectales que se hablan en la región, caracterizadas por la ausencia de una gramática asentada o un diccionario propio, así como por su notable diversificación. De hecho, en la actualidad no existe ningún estudio que determine cuántas personas lo hablan.

El origen del panocho se remonta al siglo XIX, cuando la formación académica y los estudios eran escasos en la región. Específicamente, esta forma de expresión surgió en la capital murciana, a través de la literatura, en soflamas o peroratas con el objetivo de parodiar el habla propia de la huerta. En lugar de considerarse un dialecto, el panocho se cataloga como un sociolecto, ya que fue utilizado por un reducido grupo de hablantes con un bajo nivel educativo y cultural, lo cual se manifestaba en una abundancia de vulgarismos en su uso cotidiano.

El panocho, diferente según la zona de Murcia o Cartagena

Vicente Medina (1866–1937), poeta y dramaturgo murciano, lo describía como un lenguaje no perteneciente al habla de la cotidianeidad sino un lenguaje de “exageraciones grotescas”, una parodia divertida que encierra su propio interés y misterio. Con el paso del tiempo, el fenómeno del panocho ha ido cultivándose llegando a aparecer manuales de lingüística dedicados al estudio del habla en Murcia. Sin embargo, es importante destacar que no se trata de una forma de expresión exacta para la totalidad de la región. El vocabulario propio del dialecto murciano varía según la zona y posee características singulares que forman parte intrínseca de la cultura y tradición local. En la capital de Murcia se encuentran expresiones relativas al cultivo como ‘echar el tablacho’; en cambio, en la zona de Cartagena se nutren del vocabulario de la artesanía pesquera.

La sociedad fue avanzando y accediendo a la educación. Como consecuencia, el nivel cultural se ha ido elevando y los errores que antes se cometían al hablar el panocho han ido desapareciendo, pues la lengua está en constante evolución y los hablantes están sujetos a todas las influencias culturales de cada momento.

‘L’Ajuntaera pa la plática, l’esturrie y el’escarculle la llengua murciana’ brotó en 1988 de la pasión de un grupo de murcianos que querían juntarse, hablar, investigar y extender el panocho. Desde entonces, esta asociación sin ánimo de lucro realiza eventos anuales como certámenes literarios, muestras de teatro o jornadas del murciano para seguir manteniendo viva la herencia de los antepasados huertanos. “Vamos a seguir trabajando con ahínco para ganarnos el cariño de la gente”, afirma Francisco ‘Frasquito’ Fernández Egea, presidente de la asociación ‘L’Ajuntaera pa la plática, l’esturrie y el’escarculle la llengua murciana’.

“Vamos a seguir trabajando con ahínco para ganarnos el cariño de la gente”, afirma Francisco ‘Frasquito’ Fernández Egea, presidente de la asociación ‘L’Ajuntaera pa la plática, l’esturrie y el’escarculle la llengua murciana’

Los orígenes de Francisco Hernández Nicolás (1952, Alcantarilla) nacido en la cuna de la huerta, muestran la herencia del dialecto murciano generación tras generación.

Hijo de un serrador, desde pequeño mostraba un carácter inquieto y decidido, se sumergía en el cultivo de las tierras familiares donde, además de cultivarlas junto a sus cuatro hermanos, trepaba árboles o construía abruzaeras (columpios) de forma primitiva. “El mejor recuerdo que conservo de mi niñez es jugar por la huerta”, recuerda Frasquito. Sus padres y su abuela influyeron en las palabras y expresiones que conoce del panocho. Era muy usual escuchar de su abuela “dame una miaja de pan”, cuando quería un poco de pan, entre otros ejemplos. El panocho siempre ha despertado su curiosidad y hoy en día mantiene vivos esos vocablos con mucho orgullo.

Francisco ‘Frasquito’ Fernández Egea leyendo ‘ENZA’ una revista anual publicada por L’Ajuntaera que recoge diversos textos escritos en panocho por niños y adultos
Francisco ‘Frasquito’ Fernández Egea leyendo ‘ENZA’ una revista anual publicada por L’Ajuntaera que recoge diversos textos escritos en panocho por niños y adultos | Violeta Hernández
El mejor recuerdo que conservo de mi niñez es jugar por la huerta”, recuerda Francisco Hernández Nicolás, vecino de la huerta murciana

El dialecto murciano asentado en las profundidades de la cultura huertana representa una herencia valiosa de un pasado lleno de tradiciones y raíces. A medida que se avanza hacia un futuro cada vez más globalizado, el murciano enfrenta el desafío de conservar su esencia única en un mundo en constante cambio. Mantener viva esta riqueza lingüística y cultural requiere un equilibrio entre la apertura hacia nuevas influencias y la protección de su identidad propia.

Abora, los zagales y zagalas tendrán arrecojer er murciano, asín, con pacencia ande feguran recopilaos trebajos de noestra tierra de tos los géneros literarios en recuerdo de nuestros agüelos güertanos.La preservación de la esencia de la huerta se convierte en un reto que requiere el compromiso de las nuevas generaciones para asegurar que esta joya lingüística siga brillando con fuerza en el futuro.