Los vecinos de las parroquias ourensanas Punxín y Freás han dicho «basta ya» a su párroco. Después de varios meses de desavenencias, un centenar de feligreses se plantaron ayer ante la puerta de la iglesia, justo a antes de misa de doce, para impedirle la entrada, obligarlo a dialogar con ellos y tratar de reconducir la situación. No fue posible. Pese a la insistencia de los feligreses, no hubo manera de solucionar las cosas y, ante la imposibilidad de acceder al templo, el religioso decidió marcharse.
Un amplio grupo de vecinos lo siguió entonces hasta su coche, continuando con sus reclamaciones y, antes de que se subiera al vehículo, el sacristán le comunicó que dimitía del puesto y le entregó las llaves.
Está claro que la misa tendrá que esperar a otro día. Aunque es imposible predecir qué día, porque los parroquianos amenazan con impedir «aínda que sexa cun cadeado» que el sacerdote Jesús Conde, que atiende estas parroquias desde hace dos meses, vuelva a oficiar allí. Solo quieren que se vaya. «Levamos xa moito tempo con problemas. Estamos fartos de que chegue sempre tarde a misa e que aínda por riba nos insulte e ofenda as mulleres dicindo que non teñen sentimentos e que son adúlteras. Iso non se pode tolerar» se quejaba ayer Jonathan Veiga Varela, que ha ejercido como sacristán durante los últimos 14 años. Hasta ayer.
Argumenta que el párroco se niega a oficiar misas de difuntos, que retira los carteles que ellos colocan en la puerta de la iglesia para anunciarlos, que les obliga a ir a buscarlo a su casa en coche cuando hay un funeral e incluso que les impide acceder a la cuenta corriente que tienen los vecinos y en la que ingresan dinero del cepillo o donaciones para sufragar gastos de algunas fiestas religiosas. «Xa o advertimos tres ou catro veces para que cambiara, pero se polas boas non conseguimos nada, faremos o que sexa necesario», explica Veiga, que asegura haber sufrido las malas formas del sacerdote. «Negoume a comuñón porque me dixo que eu estaba vivindo en pecado coa miña moza».
Por todo ello, han comenzado ya unarecogida de firmas en las que pide al obispado que releve al sacerdote, de 56 años. Además, dicen que van a interponer una denuncia ante el juez eclesiástico. Y mientras, tratarán de impedir que pueda acceder a la iglesia. «Hoy se ha ido de aquí como un cobarde, pero ya le hemos dicho que no vuelva más».