La erosión que afecta a los muros de la Catedral de Ourense lleva décadas adelgazando la piedra. Las filtraciones de agua y las sales la han ido deteriorando de forma paulatina y las técnicas aplicadas en intervenciones anteriores para frenarla no han hecho más que acelerar la lluvia de arena dentro y fuera de un templo con 800 años de historia que empieza a languidecer. El recorte en las inversiones públicas a causa de la crisis y la desaparición del mecenazgo que otrora patrocinaba iluminaciones ornamentales y restauraciones de retablos han sumido a la catedral en un estado de dejadez y abandono que pide auxilio a la sociedad.