Hoy, para todo valencianista habrá sido duro levantarse. No tanto por la derrota, que también, como por la imagen que anoche en Mestalla vieron de su equipo en unos cuartos de final de la Copa del Rey. Nada nuevo, la verdad, con respecto a estas últimas temporadas y más concretamente desde que Meriton se hiciera dueño y señor del Valencia. Hoy habla mi corazón, hoy más que venía pensando... venía sintiendo, sufriendo.
Duele. Claro que duele. Duele ver como el Valencia se ha ido empequeñeciendo a lo largo de estos últimos años. Duele pensar que no hace mucho, veinte años atrás, este equipo era el mejor del mundo tras ganar dos Ligas y una UEFA. Y duele porque en 2019 cuando parecía que se podía recuperar la identidad de aquel Valencia de principios de siglo, un señor de Singapur se encargó de arrebatárnoslo. Pero seamos sinceros, ya hacía mucho tiempo que nos lo habían arrebatado. Porque esto no es de ayer, ni siquiera de antes de ayer, esto es de 2014 y los culpables tienen nombre y apellido.
Es duro. Es duro ver como nuestro querido Valencia, ese del que nos hablaban nuestros abuelos o nuestros padres, ese que llevamos en lo más profundo de nuestro corazón, ese por el que hemos sido felices y desdichados, ese por el que somos capaces de cualquier cosa por defenderlo, se desangra una y otra vez y no hay nadie capaz de taponar la herida. Es duro pensar que quien tiene el remedio y la cura no solo no quiere sino que además cada vez que intenta levantarse le asesta otra puñalada. Y mientras, nosotros los valencianistas, sufrimos cada vez que le vemos tambalearse fruto de esas heridas profundas. Como ayer.
No cabe ninguna duda que Lim vino al Valencia para otra cosa bien distinta que aquella que pregonaron a los cuatro vientos Amadeo Salvo y Aurelio Martínez. Ellos engañaron a sus aficionados a costa de no sé que interés. Les hicieron creer que aquel magnate de Singapur venía al Valencia para hacerlo grande, para salvarlo de la ruina económica, para acabar el nuevo estadio, para disfrutar con su equipo de fútbol. Nada más lejos de la realidad.
Lim no solo no ha hecho grande al Valencia sino que lo ha ido empequeñeciendo, empobreciendo, año tras año. Alejado de Europa, el sitio natural en el que debería estar por historia, afición y palmarés, no es la primera vez que la palabra "descenso" suena en la mente de los valencianistas. El miedo al que hacía alusión ayer Gattuso es el mismo miedo que ya tenemos todos los valencianistas de ver a nuestro equipo abocado al descenso. Da vértigo solo de pensarlo y más a aquellos que como yo vivimos aquella fatídica noche en el Camp Nou donde se certificó la defunción del Valencia de 1986.
Lim tampoco ha salvado económicamente al Valencia. Es otra de las falacias que pregonan sus defensores. La deuda, esa que según Aurelio Martínez iba a estar reducida a la máxima expresión al quinto año (llevan ocho años como dueños) sigue siendo la misma. El Valencia no es, ni de lejos, un club rico como hizo creer Amadeo Salvo que sería con la llegada de Peter Lim. Hoy el Valencia no puede ni siquiera fichar en el mercado de invierno. Los que llegaron a pensar que el de Singapur iba a ser el jeque del Valencia que se iba a gastar los millones a fondo perdido porque el fútbol y el Valencia iba a ser su pasión, ya se habrán dado cuenta que aquello no dejó de ser una mentira más. "La mayor transacción del fútbol mundial" decía. "El mayor fiasco del fútbol mundial", diría yo.
Recuerdo aquella imagen de Lim, casco en la cabeza, visitando las obras del Nuevo Mestalla. Aquello fue la escenificación de una mentira más. La de que acabaría el nuevo estadio. La del "procurará" acabarlo. La del "pondrá el dinero si no encuentra comprador de las parcelas". Solo la llegada del fondo CVC lo ha reactivado porque hay una obligación de gastarse esos 80 millones en mejorar las infraestructuras. Lo demás, palabrería y mentiras.
Y Lim nunca compró el Valencia para disfrutar de él. El de Singapur, junto a su socio y amigo Jorge Mendes, se hicieron con el club únicamente como una inversión. Nada más. Mientras la FIFA decidía que los fondos de inversión no pudieran tener en propiedad futbolistas, a ellos se les ocurrió que la mejor manera de mantenerlos era comprarse un club de fútbol. Y con la colaboración necesaria de Amadeo Salvo y Aurelio Martínez encontraron la presa perfecta después de llamar a varias puerta donde ni siquiera les abrieron. Y para el que aun dude, no hay pruebas más significativas que ver su renuncia a celebrar la Copa de 2019 para irse a cenar con Beckham o no aparecer por Mestalla más que en contadas ocasiones.
Pero aún sabiendo todo esto, hoy no encontramos consuelo. Y no lo encontramos porque somos muchos los que no vemos más solución que su marcha mientras él se aferra una y otra vez a su inversión o ¿desinversión? Mientras, le miente a sus entrenadores. Lo hizo con Prandelli, con Marcelino, con Bordalás y tengo la sensación que hasta con Gattuso pese a ser afín a la "empresa". La imagen de ayer del italiano abatido y sin la llegada de refuerzos, es una muestra más.
No sé cuanto durará este suplicio. Solo espero que no acabe de la peor manera posible y que algún día, ya sin ellos, podamos recuperar de verdad, y no solo con palabras, el ADN del Valencia. Porque ayer no fue ni "bronco" ni "copero". Y desde hace varias temporadas tampoco es ese club con más de cien años de historia que alberga en sus vitrinas un sinfín de títulos. Basta ya.