Lucas Boyé ha acudido este lunes al estadio Martínez Valero para despedirse de los que han sido sus compañeros durante las tres últimas temporadas. El acuerdo del jugador con el Granada es total, incluso antes del encuentro ante el Villarreal B, y queda a la espera de pasar reconocimiento médico, firmar su nuevo contrato hasta 2027 (un año más de lo que tenía en el Elche) y ponerse a las órdenes de su nuevo equipo.
Boyé ha llegado al Martínez Valero en torno a las nueve y media de la mañana, una hora después de que sus compañeros iniciaran la primera sesión de entrenamiento de la semana en el Díez Iborra. El jugador ha saludado en la puerta del estadio a sus amigos y compañeros Fidel Chaves y Pedro Bigas, antes de acceder a las oficinas.
El nueve del Elche acudía confiado en que todo se pudiese cerrar este lunes para coger las maletas y poner rumbo con destino al nuevo Los Cármenes, donde ahora le espera un contrato por cuatro años. Antes de todo eso, el Granada ha tenido que apretarse y aceptar las condiciones mínimas exigidas por Christian Bragarnik y Sergio Mantecón, con un pago fijo de 7 millones de euros por el 70% de su pase, dos millones de euros en variables (partidos, goles y permanencia en Primera) y una venta o recompra obligada, en cualquier momento, si llega una propuesta de 10 millones.
El problema con el que se encuentra el Granada es su control económico, que está al límite y necesita dar salida de su plantilla a algunos descartes, sobre todo a Shon Weissman. El delantero israelí aún no ha encontrado destino y, aunque los andaluces han querido incluirlo en la operación de Boyé, el Elche no le tiene en sus planes. Otra cosa es lo que ocurra en la recta final de mercado si no prosperan otras opciones.