En todo el mundo, cada día se desperdician más de 1.000 millones de platos de comida, mientras 783 millones de personas padecen hambre.
Ante esta situación, la campaña “Compra como piensas” contempla que una de las maneras para reducir los desperdicios pasa por no donar alimentos en especie y porque cada familia pueda destinar, si así lo desea, el importe de ese ahorro a Cáritas Diocesana que lo distribuirá entre las personas a las que acompaña, en función de sus diferentes necesidades.
De esta manera, como indica el director de Cáritas Diocesana de Segorbe-Castellón, Francisco Mir, se provoca una reacción positiva en cadena que permite, por ejemplo, a las personas voluntarias de Cáritas dedicar más tiempo a la acogida y acompañamiento de las familias atendidas, creando vínculos con ellas.
Por otra parte, reduce el CO2, generado por el transporte de alimentos para su recolección y entrega, mejorando su sostenibilidad.
También disminuye los gastos superfluos, como alquileres de almacenes de productos, aumentando los recursos para quien realmente los necesiten.
Asimismo, respeta la dignidad de las personas, permitiéndolas comprar los alimentos que decidan de forma anónima y sin ser estigmatizadas por ello.
Y, por último, favorece la autonomía, dando la posibilidad a las familias de escoger los alimentos según sus gustos, creencias religiosas, cultura o necesidades.
Esta campaña ha sido realizada, de forma altruista y anónima, por una agencia internacional de comunicación, gracias a la implicación y dedicación personal del hijo de una voluntaria de Cáritas Parroquial del Grau de Castelló, que ha destinado, durante los últimos meses, parte de su tiempo a idear la creatividad y planificación de “Compra como piensas”.
Como elementos de promoción, la campaña cuenta con vídeos, cuñas de radio, banners y faldones, así como publicidad en mupis y autobuses urbanos. En la web de Cáritas Diocesana de Segorbe-Castellón y en sus redes sociales ya se pueden visualizar parte de esta campaña.
El derecho a la alimentación
Todo ello, además, para recordar y defender el derecho universal a la alimentación que tiene toda persona.
Como se reivindica constantemente desde Cáritas, “el problema no radica en la falta de alimentos en el planeta, sino en su accesibilidad y en el cómo se realiza este acceso, para que cada persona pueda elegir una dieta de calidad, equilibrada, nutritiva, suficiente y adecuada a gustos, costumbres y estado de salud. La alimentación es un bien público que desempeña un papel esencial en la vida y el bienestar de todo ser humano. No es una mercancía y no debe tratarse como tal”.
1.000 millones de platos de comida desperdiciados al día.
Según las principales conclusiones del reciente informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), publicado el pasado 27 de marzo con motivo del Día Internacional de Cero Desechos, “los hogares de todos los continentes desperdiciaron el equivalente a más de 1.000 millones de raciones de comida al día durante 2022, mientras que 783 millones de personas padecían hambre y un tercio de la humanidad atravesaba una situación de inseguridad alimentaria”.
“El desperdicio de alimentos -prosigue el informe- sigue perjudicando la economía mundial y exacerbando el cambio climático, la pérdida de la naturaleza y la contaminación”. Estas cifras de alimentos no aprovechados equivaldrían a proporcionar 1,3 comidas diarias a todas las personas que padecen hambre en el mundo.
En todo el mundo, en 2022 se generaron 1.050 millones de toneladas de desperdicios alimentarios, lo que representa 79 kilos por persona y aproximadamente una quinta parte de todos los alimentos disponibles para el consumo humano.
De esos alimentos desperdiciados, el 60% se desechó en los hogares, el 28% correspondió a los proveedores de servicios alimentarios y el 12% al comercio minorista.
Se calcula que el coste de este desperdicio de alimentos supone para la economía mundial unas pérdidas de 1 billón de dólares.
65,5 kilos o litros de desperdicio por hogar, en España
El lanzamiento de la campaña “Compra como piensas” de Cáritas Diocesana de Segorbe-Castellón se produce pocos meses después de la aprobación por parte del Consejo de Ministros del proyecto de ley de prevención de las pérdidas y el desperdicio alimentario. Con este proyecto de ley, según el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación “España se dota, por primera vez, de un marco legal para prevenir el desperdicio alimentario, con un enfoque centrado en la prevención y en la concienciación”.
Según datos del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, en el año 2021 en los hogares de España se desperdiciaron 3,6 millones de toneladas de alimentos, mientras que, en 2022, esa cifra disminuyó hasta los 2,8 millones de toneladas.
Por su parte, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación cifra el desperdicio alimentario en 1,17 millones de toneladas, lo que supone un 6,1% menos que el año anterior, y un 13,5% menos respecto del año 2019, antes de la pandemia.
Con datos, también, de este ministerio, en el año 2022, en España, cada hogar desperdició una media de 65,5 kilos.
Los productos sin elaborar siguen siendo los más desperdiciados con una tendencia a la baja, aunque, por el contrario, los platos cocinados aumentaron con respecto al año anterior.
Encuesta de la OCU
Por otra parte, según una encuesta realizada por la OCU (Organización de Consumidores y Usuarios) al 99% de los españoles le molesta tirar comida, mientras que el 89% está muy de acuerdo con que tirar comida en buen estado no es ético, no está bien.
Asimismo, el 75% se siente mal cuando piensa en el dinero gastado en comida que termina tirando y el 76% considera que el desperdicio de alimentos tiene un impacto negativo sobre el medio ambiente.
Uno de los pocos efectos positivos de la pandemia es, según la OCU, que, “durante el confinamiento, se redujo el desperdicio: en los hogares se cocinó el doble que antes, se planificaron más las comidas y las compras y se reutilizaron los restos de comidas con más frecuencia que antes”.
También según la OCU, en los restaurantes cuando nos sobra comida, de cada cuatro encuestados, uno la pide siempre, otro nunca y los otros dos, alguna vez.