psicología de andar por casa

El poder de la Expectativa

Con Edgar Bresó, profesor y psicólogo

Luis Méndez

La Ribera |

Edgar Bresó

Alguna vez te ha pasado que te ha dicho un amigo: “tienes que ver esta película que es buenísima”, luego se lo has comentado a un familiar y te dice: “sí, sí, tienes que verla, a mí me ha encantado”. Total, que al final vas a ver la película, te decepcionas y dices… bueno, está bien pero tampoco es para echar cohetes… pues esto es una prueba del efecto que la expectativa puede tener en tu percepción.

Probablemente, si nadie te hubiese dicho nada y hubieses visto la misma película, te habría gustado más porque nadie te había hinchado la expectativa sobre lo buena que iba a ser. Pues hoy hablaremos precisamente de eso, del poder que tiene la expectativa y veremos que no siempre es negativo como en este caso, también puede ser positivo. ¿Qué te parece?

Muy interesante, pero empecemos por el principio, ¿Qué es exactamente y cómo se define en el ámbito de la psicología la expectativa?

En psicología, la expectativa se define como una creencia anticipatoria acerca de la probabilidad de que algo ocurra (en este caso, que la película sea muy buena). Se trata de una construcción cognitiva que realizamos a partir de 3 aspectos:

1. La Experiencia previa (que puede ser propia o de otros, como hemos comentado antes)

2. Los Procesos atencionales; es decir, qué información priorizamos y en qué nos fijamos más (por ejemplo, le hacemos más caso a un familiar que a un influencer; o al revés…)

3. La Motivación (qué acciones tomamos y qué queremos realmente que pase).

Estas expectativas modulan nuestra percepción (filtro top‑down) y pueden generar las conocidas profecías autocumplidas (famoso efecto Pigmalión) pero bueno… de todo esto hablaremos un poquito más adelante hoy.

Muy bien, vayamos a los ejemplos, ¿Según la ciencia, cómo nos afectan las expectativas?

En primer lugar, a cómo percibimos los PRODUCTOS

Las expectativas previas acerca de un producto generadas por atributos como el precio, el envoltorio o la marca pueden alterar nuestra evaluación subjetiva de calidad, incluso cuando las propiedades intrínsecas del producto son idénticas. Y a continuación, te resumo algunos estudios que probaron esto:

1. El sabor del vino

En 2008 Hilke Plassmann y sus colaboradores realizaron un experimento en el que 20 participantes cataron el mismo vino presentado con tres precios distintos. Las etiquetas con precio alto generaron expectativas de calidad más elevadas y se tradujeron en calificaciones de sabor significativamente superiores. Se demostró cómo, a nivel cerebral, la corteza orbitofrontal y el estriado ventral mediaron este efecto placebo de marketing, reflejando mayor “placer” cuando el precio era elevado.

2. El envase del producto

En 2020 se realizó un estudio sobre el envase del café, los consumidores anticiparon mayor intensidad de sabor y mejor “calidad” cuando el envase tenía formas más atractivas o materiales percibidos como premium (metal o vidrio) en comparación con el plástico o el cartón por ejemplo.

Interesante… antes has hablado del efecto Pigmalión… ¿Qué es eso exactamente y qué tiene que ver con el tema de hoy?

Efecto Pigmalión / Profecía autocumplida: Es un famoso experimento que realizaron Rosenthal y Jacobson en 1968 en el que se demostró cómo las expectativas de los docentes influyen en los resultados de sus alumnos. Así, se seleccionaron aleatoriamente algunos alumnos y se les dijo a los profesores que eran mejores estudiantes y esto derivó en mejores calificaciones debido a cambios sutiles en la interacción docente‑estudiante .

Aquí me gustaría hablar de una variante de este efecto Pigmalión (que en ocasiones lo podemos llamar también efecto Rosenthal) que me ocurrió a mí en el año 2003 en uno de mis primeros estudios empíricos en el que diseñé un experimento para probar cómo el consumo de alcohol afectaba a la capacidad de atención de los sujetos. Hice dos grupos (un grupo control que no bebía alcohol y hacía una prueba de atención (similar a la que nos ponen en la revisión que nos hacemos para renovar el carnet de conducir) y otro experimental que bebía alcohol y que también hacían la misma prueba de atención. ¿Qué crees que pasó? ¿Cuáles fueron los resultados?

Los resultados fueron que, misteriosamente, aquellas personas que habían consumido alcohol consiguieron mejores resultados en la prueba de atención. es obvio que la interpretación de estos resultados no fue que el beber alcohol mejora tu atención (eso es una estupidez). La interpretación de este resultado fue que las personas que bebían alcohol y luego pasaban una prueba de atención sabían que estaban siendo evaluados y por eso se esforzaban más en no fallar; en cambio las personas que no bebían no tenían esa presión de estar siendo evaluados (este es otro ejemplo de cómo la expectativa afecta a nuestra conducta)

Y dime ¿Qué aplicaciones tiene todo esto para nuestro día a día?

Las expectativas, sin darnos apenas cuenta, actúan como modulador de lo que percibimos y hacemos a diario. Las expectativas funcionan como un filtro que ajusta la forma en que interpretamos todas las cosas: vemos, oímos o “saboreamos” lo que anticipamos. Por ejemplo, en situaciones ambiguas (que no tenemos mucha información) es más probable que percibamos aquello que esperamos percibir .

Por otro lado, también influyen en la motivación y el rendimiento Según la Teoría de la Expectativa de Vroom, la creencia de que nuestro esfuerzo conducirá a un buen desempeño y a una recompensa deseada determina cuánta energía y atención invertimos en una tarea. Las expectativas altas, por tanto, aumentan la motivación y mejoran el rendimiento académico o laboral

Y finalmente, como hemos visto, las expectativas, generan profecías autocumplidas. Cuando alguien, por ejemplo, un profesor o un jefe/a espera que otra persona destaque, cambia inconscientemente su trato (le da más apoyo o feedback positivo), y esa persona realmente mejora sus resultados.

A modo de resumen final, ¿Algunas recomendaciones?

1. Sé consciente de tus propias expectativas. Autoobservación: Lleva un breve diario donde anotes tus expectativas antes de afrontar tareas importantes (reuniones, exámenes, citas) y compara luego el resultado real. Esto te ayuda a calibrar si tus anticipaciones eran demasiado optimistas o pesimistas.

2. Ajusta expectativas para mejorar la motivación. Divide objetivos grandes en metas intermedias alcanzables. Cada pequeño logro confirma tu expectativa de éxito y alimenta la motivación.

3. Comunica y alinea expectativas en tus relaciones. Claridad: Si eres jefe, profesor o compañero de equipo, expresa claramente lo que esperas de los demás y asegúrate de que lo hayan entendido.

4. Protege tu percepción a la hora de comprar. Cuando compres hazte “pruebas a ciegas” contigo mismo: evita fijarte en las etiquetas o evita información de precio para valorar el producto de forma más objetiva. Así evitas el “placebo de marketing” y tus expectativas no distorsionarán tu experiencia sensorial .

5. Gestiona la decepción y la sorpresa

Cuando la realidad no cumpla tu expectativa, practica la flexibilidad cognitiva: enfócate en lo aprendido o en oportunidades alternativas. Esto reduce el impacto emocional negativo de la decepción.

En síntesis, las expectativas pueden convertirse en aliadas (motivan, orientan la atención) o en obstáculos (sesgos, frustración). Aprender a reconocerlas, ajustarlas y comunicarlas de forma adecuada te permitirá aprovechar su poder para potenciar tu rendimiento, mejorar tus relaciones y disfrutar de experiencias más auténticas.