Pocas cosas más peligrosas hay en la Champions League que jugarse la vuelta de una eliminatoria en el Bernabéu, con el Real Madrid herido, y en Miércoles Santo, fecha idílica para el equipo blanco que había ganado en los seis partidos que ha jugado este día. A todo eso se tenía que enfrentar el Arsenal de Mikel Arteta, que repitió once, mientras que Ancelotti introdujo la novedad de Tchouameni en la medular por el sancionado Camavinga y a Lucas Vázquez en el lateral derecho. Y pese a todas las cábalas posibles, por primera vez en su historia, un equipo resistió al Miércoles Santo en el Bernabéu.
El inicio del partido no puedo ser más vertiginoso, gol bien anulado a Mbappé por fuera de juego; amarilla a Alaba que no pudo frenar a Saka en todo el partido. Pero quien sí lo hizo fue Courtois quien detuvo el penalti a lo Panenka que lanzó el jugador inglés. La pena máxima, que se señaló cuatro minutos después de que se produjese, fue mansa al medio y el meta la despejó con la mano a córner sin problemas. Pero el ritmo no decayó, tres minutos después Rice sujetó levemente a Mbappé que cayó dentro del área y el árbitro decretó el penalti. Sin embargo, cuatro minutos después, el VAR avisó a Letexier, quien anuló el penalti, al entender que no había falta.
La eterna revisión jugó en contra del Madrid, que no solo vio anulado el penalti, sino que el cerco y el ritmo que estaba imprimiendo al partido se vio muy mermado en aras de un Arsenal que encontraba en Saka y Odegaard sus estandartes.
Varios ataques posicionales, en los que el Madrid no consiguió encontrar a Raya, acabaron en sendos córners, que aunque el portero no acertó a despejar, sí que lo hizo la defensa por él. Sin embargo, el Madrid dejó patente una cuestión, solo hacía daño al Arsenal por banda, pero a base de centros laterales y frontales no conseguiría nada. El lastre de no tener un nueve.
La segunda parte comenzó con los mismos protagonistas que abandonaron el césped en el primer tiempo, pero con una diferencia el Arsenal salió a dominar la arremetida inicial del Madrid. De hecho, tal fue el control de la posesión que se escucharon olés en el Bernabéu por parte de la afición inglesa. El Madrid necesitaba chispa y algo de claridad, momento en el que Ancelotti decidió confiar su suerte a la entrada de Ceballos, junto a Endrick y Fran García, por los extenuados Lucas Vázquez y Valverde, y el errático Alaba.
La tragedia parecía consumarse en el minuto 64 cuando Odegaard combinó con Mikel Merino que filtró para que Saka, quien había zigzagueado a toda la defensa, se la picó a Courtois que nada pudo hacer. Todo parecía perdido, pero cómo no, otra confusión entre un portero y la defensa, Raya jugó en corto un saque de puerta, Saliba se durmió y Vinicius que presionaba cuál jabato la recogió y la introdujo en la portería.
Sin embargo, a partir de ahí y pese a los movimientos de banquillo de ambos entrenadores, el Arsenal mató el partido. Puso el orden, la pausa, las ideas. El Madrid solo podía correr y dar pelotazos sin orden y sin rigor. Los merengues fueron el reflejo de lo que han sido toda la temporada, un equipo con buenos nombres que no saben combinarse y que no tienen una idea clara de juego. Y para colmo, Martinelli recogió un balón de Rice en el despeje de un córner y con una eterna carrera hacia la gloria se plantó ante Courtois y mató el partido y la eliminatoria, si es que quedaba alguna duda.