OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "¿Empieza a tener un color sospechosamente negro el cisne chino?"

La cosa hoy va de cisnes. De cisnes con “ese” después de la “i”. “La cosa va de cine” es lo que va a decir Montoro en cuanto le abran el micrófono hoy en la tribuna del Congreso. Con ese estilo sobrio y académico que caracteriza al estadista camuflado que es el ministro de Hacienda, ¿verdad?, proclamará hoy de nuevo que la recuperación económica va viento en popa y la recaudación fiscal, como la Andalucía de Chaves,“¡imparable!”

Carlos Alsina

Madrid | 25.08.2015 08:11

La cosa va de cisnes porque en el mismo día en que los diputados van a poder disfrutar de éste que es el canto del cisne de Montoro —el último servicio que rinde a Rajoy antes de iniciar la retirada—, el patio financiero amanece con los inversores pegando graznidos antes el temor de que acabe apareciéndosenos a todos el temido cisne negro.

El cisne negro no es la película de Natalie Portman, interesante película —¿se acuerdan, la bailarina que pelea por protagonizar “El lago de los cisnes”—, sino la metáfora que se le ocurrió a un señor que se llama Nassim Taleb. Y que llama así, cisne negro, al evento imprevisto que se produce de pronto, lo cambia todo y manda los pronósticos a hacer puñetas. En el ámbito económico, donde tanta importancia tienen las previsiones, cuando un cisne de éstos asoma el pico entre inversores y gobernantes cunde el canguelo.

Y hoy el debate es si empieza a tener un color sospechosamente negro el cisne chino: si este mes horribilis que están teniendo las bolsas —-el costalazo de ayer— es un síntoma de cómo de dura puede ser la caída del gigante chino y el efecto terremoto que ese puede llegar a tener en el resto del mundo. Europa, por ejemplo. Y la recuperación económica de Europa, España incluida.

Al final un cuadro macroeconómico, o unos Presupuestos, no deja de ser la estimación que hace el gobernante basándose en lo que en ese momento se conoce. Las cuentas de Montoro son la estimación de lo que recaudará el Estado, y el uso que dará a ese dinero nuestro, basándose en cómo va la economía hoy. Si de pronto aparecen imprevistos que cambian bruscamente el horizonte —el gatillazo de la segunda economía del planeta sería uno de ellos— los pronósticos pasan a ser papel mojado. Y ése es hoy el temor al cisne chino. Que estornude Pekín y nos salpique a todos.

De Guindos dijo ayer que eso no va a pasar porque estamos preparados para aguantar las turbulencias. El mismo ministro que acostumbra a recordar, prudentemente, que no estamos a salvo de riesgos (nuestra recuperación es aún vulnerable) se siente ahora en la obligación de afirmar, como Angela Merkel, que está todo controlado (¡no-pasa-nada!).

No hay por qué dudar del ojo clínico del ministro —-nuestra situación económica, y bancaria, es objetivamente mejor que la de hace tres años es indudable—- pero cuidadín con este tipo de afirmaciones categóricas: aun se recuerda a Zapatero proclamando que aquella cosa de las subprimes y de Lehman Brothers era un problema para los Estados Unidos, no para nosotros, que teníamos una solidez a prueba de crisis mundiales, ¿se acuerdan?, éramos una roca. Al final acabaron lloviendo piedras sobre la Moncloa y ZP salió del gobierno lapidado.

En chino, cisne se dice, como saben… Y contagio suena parecido a… De manera que si el cisne negro acaba siendo chino aprendamos todos a decir… “Chaisi chandou”, que es como “echarse a temblar” o “ay amigo, no siento las piernas”.

“Si Zapatero hubiera dimitido en 2010 tal vez Rajoy no habría llegado nunca al gobierno”, dijo ayer Pablo Iglesias en un ejercicio de fabulación histórica (y especulativa) que no pasa de ser un pasatiempo sin mayor enjundia. Lo dijo Iglesias, reaparecido para la vida pública, en su afán por echar todo el tiempo un capote a su amigo Alexis-ya llegamos-Tsipras. Un “valiente”, dice Iglesias, por dimitir y convocar elecciones en Grecia. En realidad es lo mismo que hicieron sus antecesores al quedarse sin mayoría parlamentaria. Lo que hizo Samarás hace un año cuando le resultó imposible elegir nuevo jefe de Estado. Es lo que hace todo primer ministro cuando la mitad de su partido le da la espalda.

Zapatero modificó su política en 2010, es verdad. Pero también lo es que a Zapatero la crisis financiera internacional (otoño de 2008) le estalló cuando ya estaba gobernando. Cambió el panorama bruscamente. El cisne negro. Tsipras no puede decir lo mismo porque cuando hizo campaña en enero la situación de su país y de la Unión Europea era sobradamente conocida. Y esto es lo que él mismo ha dicho que los griegos tendrán que sopesar: el incumplimiento de las promesas que hizo, o por qué prometió el final de la austeridad —nada menos— sabiendo (esto es lo que ahora se le reprocha) que no estaba en su mano conseguirlo. Es encomiable la lealtad que demuestra Iglesias a su héroe griego, pero convocar a las urnas ocho meses después de ganar las elecciones y habiendo aplicado a los griegos nuevos recortes sólo puede considerarse un soberano fracaso.