OPINIÓN

El Monólogo de Alsina: "El rey Artur pone velas a la Moreneta para llegar a los sesenta y ocho escaños"

A dieciséis horas de que cese la machacona petición del voto, los aspirantes a presidente (y presidenta) se saben de memoria todos los escenarios posibles y todas las cuentas: sumas y restas de diputados para poder sacar adelante una investidura.

Carlos Alsina

Madrid | 25.09.2015 08:25

Que la lista frankenstein del "Juntos por el sí", esta simbiosis de Convergencia y Esquerra Republicana que lleva al paracaidista Romeva de copete, ganará las elecciones del domingo no lo pone en duda una sola encuesta. Que saque los sesenta y ocho escaños de la mayoría absoluta no lo garantiza tampoco ninguna. Y de alcanzar o no esos 68 depende que el rey Artur tenga asegurada su silla. El sillón del que disfruta hace cinco años, investido primero con el apoyo del PSC, apoyado después en sus presupuestos por el PP e investido más tarde por segunda vez por Esquerra. No habiendo hecho más que menguar y menguar su representación parlamentaria, no habiendo alcanzado nunca aquello que se propuso como meta (primero el pacto fiscal, después un referéndum legal) y no habiendo podido evitar pedir auxilio financiero al gobierno central para mantener funcionando los servicios públicos, nadie la niega a Artur Mas su habilidad (él diría astucia) para cambiar de pareja de baile, de caballo y de doctrina, cada vez que lo ha necesitado para mantenerse él en el sillón y mantener movilizada a su parroquia alimentando —y corrigiendo también sobre la marcha— la hoja de ruta.

Sesenta y ocho es el número que martillea la cabeza del president. Se despierta en mitad de la noche envuelto en sudores fríos porque sólo hay sesenta y siete y los de la CUP exigen su cabeza.

Sólo la candidatura gubernamental del Juntos por el sí mantiene hoy en Cataluña que debe gobernar la lista más votada. El PP, como dejó claro aquí Rajoy, sostiene que el caso catalán es excepcional y que no hay por qué aplicar la doctrina de que gobierne quien más escaños saca. El pacto de perdedores, que diría Rafael Hernando, está en los cálculos de todos los que saben que el domingo no ganan. En ausencia de mayoría absoluta del independentismo —-que eso es lo más a lo que hoy ya aspiran los no independentistas, a que ganando no alcancen la absoluta—- Rivera, Iglesias, Sánchez, Rajoy explorarán posibles acuerdos. No de todos con todos, que para tanto no da la cintura, pero sí de algunos con algunos. Rivera, Ciudadanos, se ve segunda fuerza parlamentaria y reclama el apoyo de todos los demás a Inés Arrimadas como presidenta. Iglesias, que aún espera que esa segunda plaza sea para Podemos, a quien hace una oferta es a Esquerra, el PSC y la CUP, un cuatripartito de izquierdas que la CUP ya ha descartado porque su pretensión, por delante del gobierno izquierdista, es el gobierno independentista y rupturista: la condición que pone este grupo para apoyar a un candidato es que promueva no un proceso de negociación con el Estado, sino de proclamación unilateral de independencia.

Mientras el rey Artur pone velas a la Moreneta para llegar a los sesenta y ocho, mientras los demás hacen números y se peinan las plumas para iniciar la ceremonia del cortejo, el gobierno barcelonés de Ada Colau se retrató ayer en el balcón del ayuntamiento: fingiendo no querer que nadie se apropiara de la fiesta de la Mercé exhibiendo banderas oficiales o independentistas, el comportamiento de su teniente de alcalde, Pisarello, dejó a las claras que nunca hubo neutralidad sino toma de partido. Quien empezó con el tema de la bandera fue la pareja de concejales de Esquerra que se habían conchabado, cada uno a un lado de una columna, para tender allí la bandera independentista. Y mientras estos dos se afabanan en el banderío, Pisarello —-el del gobierno barcelonés avalado por Podemos—- los miraba con gusto y sin mover un dedo. Tampoco Colau, alcaldesa. Pero cuando, ofendido por la apropiación de la fiesta, al concejal del PP se le ocurrió intentar él exhibir también una bandera (una oficial, la de España), Pisarello intentó constituirse en barrera para que la bandera española no fuera vista. Mientras a un lado del balcón intentaban evitar que se colgara esa bandera, al otro lado seguía la estelada sin que nadie hiciera nada por retirarla.

Estuvo ligeramente desnortado, por tanto, el patrón Iglesias cuando sacó pecho, en un mítin, alegando que sus discípulos del gobierno barcelonés habían dado a Esquerra y al PP una lección de respeto. A ambos, dijo, como si el pulso hubiera quedado en tablas. Que no fue el caso.