Monólogo de Alsina: "Puigdemont, desengañado, ya es como el púgil sonado que da manotazos al aire"
Bueno, hagamos un pronóstico.
O una apuesta, si prefieren que nos apostemos algo.
En diez años, de Puigdemont no se acordará ni Pilar Rahola. Pero la Unión Europea seguirá existiendo.
Si puede sobrevivir, y lo va a hacer, al portazo del Reino Unido —el bréxit— no va a sobrevivir al bocinazo de un dirigente político zombie. Más muerto ya que vivo, aunque él todavía no lo sepa. Con oxígeno para aguantar hasta el 21 de diciembre e ir cayendo luego en la irrelevancia, que es donde suelen acabar las extravagancias políticas.
Puigdemont dando manotazos al aire. El púgil sonado intentando alcanzar, con sus golpes, a un presidente de República francesa, Macron, a una canciller de Alemania, Merkel, a un presidente del Consejo Europeo, Tusk, y a Juncker, y a un Tajani, y a todo aquel que le ha obsequiado, estos días, con su soberana indiferencia.
Que dice ahora el fantasma de Flandes que esta Unión Europea, por la que él, criatura, suspiraba, es un club de países decadentes y obsolecentes en el que sólo mandan unos pocos. Lo de obsolescentes es literal. Debe de pensar que los países, como las lavadoras, caducan.Y que Cataluña debería votar si se sale.
Pobre Puigdemont, qué desengaño. El amor que él sentía por esta Unión Europea que encarnaba los valores más genuinamente democráticos; esta Unión Europea que le rogaría a la Cataluña independizada que no se fuera; esta Unión Europea que reconocería su república fantasma y exigiría a Rajoy que él también lo hiciera; esta Unión Europea, en fin, que obligada a elegir entre la talla histórica del procés y un gobierno inmovilista, rancio y casposo, escogería, naturalmente, a Puigdemont y lo consagraría como salvador de las esencias europeas.
El desengaño amoroso. El corazón roto.
Pobre Puigdemont.
No sólo ha demostrado, estos dos años, no tener la menor idea de qué es la Unión Europea, de lo que representa, de en qué consiste la integración que inspira este proyecto. Ha demostrado también una incapacidad plena para asumir la realidad y presentársela como tal a los ciudadanos para los que gobierna.
• Mintió al decirles que una Cataluña independizada por las bravas sería acogida con alborozo por la Unión Europea.
• Mintió al decirles que había gobiernos europeos dispuestos a presionar a Rajoy.
• Mintió al decirles que había una legión de personalidades europeas queriendo mediar entre el gobierno de España y su autonómico gobierno.
Y todo era un camelo.
En Europa no te hacen ni puñetero caso, Puigdemont. Éste es el hecho.
Se te ve como un personaje estrafalario, enamorado de su propia peripecia, y obsesionado con enredar todo lo que pueda.
El fantasma asume ahora lo que hay —ni agua en las instituciones europeas— y muta en agitador populista contra la Unión Europea. El señor de los bosques, porque ahora da las entrevistas paseando entre árboles. El charlista paseante. Peripatético. O sin peri. Patético a secas.
Ahora viene con esto de que él habla por la gente. Por el pueblo. Enfrentado a los gobernantes. Que toman sus decisiones atendiendo no a la gente, sino a los intereses económicos. Los intereses económicos. Oh, lo peor de lo peor. La Europa de los mercaderes. Que cosa tan terrible. El preboste de Convergencia Democrática satanizando los intereses económicos, ver para creer, si su partido ha sido, por encima de cualquier otra cosa, el lobby de los intereses económicos catalanes en Madrid.
Se queja el amigo de que en Europa sólo mandan unos pocos. Y lo dice él, que ha mandado todo lo que ha querido en un Parlamento teledirigido desde la Presidencia de la Generalitat, arrasando con los derechos de la oposición y negándose a negociar y a dialogar nada.
El independentista populista y eurófobo. Puigdemont como encarnación perfecta de la termita que anhela dinamitar la UE. Un Nigel Farage con acento catalán. Una Marine Le Pen con el pelo negro.
O en palabras de una rendida puigdemonista, Pilar Rahola, que la Unión Europea…
Los estadistas de la independencia no conocen fronteras intelectuales.
Para obsolescente, Puigdemont.
Cada vez que abre la boca queda en evidencia la falta de enjundia de quien ha gobernado Cataluña los dos últimos años.
Un propagandista, un polemista, un cuentista.
El cartel que llama presos políticos a Junqueras y compañía hay que quitarlo del Ayuntamiento de Barcelona, alcaldesa Colau. Habría que quitarlo, en primer lugar, porque no son presos políticos las personas a las que se refiere, es decir, que es un cartel manipulador y mentiroso que no merecen sostener ahí arriba todos los vecinos de Barcelona sólo porque su alcaldesa esté en campaña. Pero, en segundo lugar, hay que quitarlo porque lo ha dicho la Junta Electoral. A la que no se le escapa —ni a ella ni a nadie— que el cartel no sólo es propaganda política sino que está claramente alineada con unos partidos frente a otros. Esperar neutralidad a estas alturas del gobierno municipal de Barcelona es ladrarle a la luna, pero esperemos, al menos, que cumpla lo que la Junta Electoral le ordena.
A menos de un mes ya de las elecciones, las encuestas reflejan que hoy los independentistas no alcanzarían la mayoría absoluta.
Por cierto, Esquerra Republicana, tan crítica con la indemnización en diferido de Bárcenas, hizo lo mismo con Santiago Vidal. A este señor que una vez fue juez, luego activista y luego senador, y al que Esquerra fingió castigar por haber ido predicando por ahí que tenían datos confidenciales de los catalanes obtenidos ilegalmente, resulta que le han seguido pagando la bonita cantidad de 3.000 euros al mes.
Le quitaron de senador —perdón, dimitió él— pero le mantuvieron el salario. Con la cobertura (o coartada) de que hacía informes para una Fundación, la pamema de siempre. La pura y casta Esquerra, la de la higiene, la de la transparencia, compró la dimisión de Vidal por tres mil euros mensuales hasta febrero de 2018, cuando el dimisionario podría reincorporarse a su puesto de juez y volver a cobrar la nómina del Estado represor.
Y el cupo. El cupo vasco aprobado por el Congreso la semana pasada. Que ha incomodado —por decirlo de una manera suave— a presidentes autonómicos del PSOE y a presidentes autonómicos del PP. En media hora conversaremos con Nuñez Feijóo, el primero de los populares en sugerir que debería explicárseles cómo se ha hecho el cálculo. Es decir, que nadie se lo ha explicado.
Se suma hoy a la queja Juan Vicente Herrera en una tribuna en El País. El presidente de Castilla y León pone deberes a Montoro: es imprescindible, dice, facilitar todos los detalles a los responsables autonómicos y al conjunto de la opinion pública. Ha de responder a la pregunta de si las desigualdades han disminuido o aumentado. Y me temo, añade, que la respuesta no será satisfactoria. Se trata de ser serios, concluye, y algunos no lo están siendo.
Dardos contra Montoro para no lanzárselos a Rajoy.