OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "La ilusión de Picardo es que la UE acepte a Gibraltar, pero ya tiene pistas de que mejor espere sentado"

La mañana en que les conté desde Londres que, contra pronóstico, había ganado el Brexit, estuvo en este programa el ministro de Asuntos Exteriores —locuaz Margallo— y ya anticipó que iba a ir pasando esto que ahora tenemos a la vista: las dudas sobre cómo le acabará afectando el Brexit al peñón de Gibraltar y quienes lo habitan.

La postura del gobierno español, minuto uno, fue ésta: el estatus de Gibraltar no forma parte de la negociación del Reino Unido —que se va— con la Unión Europea —que permanece—. Lo que pase con Gibraltar es cosa de dos: el gobierno británico y el gobierno de España —lo de la mesa de tres que se inventó Moratinos para ponerle una silla a Caruana pasó a la historia. Por eso, cuando en la carta sábana que envió la semana pasada a Bruselas la señora May no incluyó ni media palabra sobre los intereses de los gibraltareños al amigo Picarlo se le encendieron todas las alarmas.

No parece que ni Picardo ni Gibraltar estén entre las preocupación principales de la primera ministra británica porque dejó pasar tres días antes de telefonearle para ver cómo estaba. Lo hizo ayer. Para decirle: “Tranquil, Fabián, tranquil que nunca aceptaré nada que tú no quieras”. Justificándose la señora, ups, por haberse olvidado del peñón en la carta.

Picardo es un hombre al que le gusta vivir la vida con sosiego y disfrutando de las cosas buenas de ser británico y de residir en el sur de la Península Ibérica, puerta con puerta con la España andaluza cuyas costumbres, ¿verdad?, tanto aprecia. Y lleva el hombre unos meses tenso porque los británicos decidieron en referéndum justo lo contrario de lo que había votado la abrumadora mayoría de la población de la roca. Los gibraltareños, empezando por su primer ministro, quieren —por supuesto— seguir siendo Europa. Y poder entrar y salir de territorio español sin trámite alguno. Y comprar y vender productos, y trabajar a un lado o al otro de la línea fronteriza y…tener unos impuestos tan bajos.

Su ilusión es que la Unión Europea acepte a Gibraltar como un microestado (la expresión es suya) afiliado al Reino Unido pero dentro de la Unión Europea. Y su disgusto es que Europa ya le ha dado pistas suficientes de que mejor espere sentado. España, que no sólo sigue siendo Unión Europea sino que gana peso con la ausencia de los británicos, va a seguir insistiendo con lo de la soberanía compartida para atraerse la voluntad de los habitantes del peñón. Una cuña que busca abrir una fisura en la mole de la roca. Y a Picardo lo que le espanta es que la labor de siembra llegue a tener, alguna vez, resultado.

A una vieja gloria del Partido Conservador británico, Michael Howard, líder efímero de ese partido a comienzos del siglo, le preguntaron ayer por Gibraltar en una televisión y, aprovechando que el Pisuerga pasa por las Malvinas le salió la vena superlativa.

Por supuesto, no consta que la señora May se haya planteado nunca ir a la guerra por un peñón del que ni siquiera se acordaba la semana pasada, pero es que menos aún consta que Rajoy tenga en sus planes mandar a la legión a plantar la bandera en lo alto de la roca.

El jubilado Michael Howard tuvo su minuto de gloria en la televisión, y a otra cosa. Bastante tiene la señora May con mantener unido el Reino Unido ahora que el independentismo escocés le está reclamando un referéndum —otro— con el argumento difícilmente refutable de que ya se hizo uno y a todo el mundo le pareció bien. Si se hizo una vez, por qué no va a poderse hacer otra, y otra y otra, hasta que gane el sí a la independencia. Los independentistas escoceses, como los catalanes, no conciben el referéndum de una sola vuelta. Sentado el precedente, a ver quién dice que no se puede hacer uno cada dos años.

Carles Puigdemont, gobernante catalán monotemático, intentó engatusar ayer a una periodista de Al Jazeera que le hizo una entrevista. Puigdemont, como se sabe, es este señor amable y dialogante que está siempre dispuesto a explicarle al personal lo que se cuece en Cataluña pero que no concede entrevistas a los medios de ámbito nacional: sólo habla en medios catalanes o en Al Jazeera.

En esta entrevista interesante, aparte de sugerir preguntas para el referéndum ése que nunca será, se esforzó en convencer a la periodista, por ejemplo, de que es el propio TC el que apoya que se celebre un referendum de autodeterminación.

Hombre, Carles, el TC lo que ha dicho es que hay que reformar la Constitución antes de hacer referéndum alguno. Ésa es la vía política. La entrevistadora le preguntó por el articulo 155 de la Constitución, que qué dice, y el president acreditó que, en realidad, no se lo ha leido.

El 155 no dice nada de retirar competencias ni suspender la autonomía. Lo que dice es que el gobierno central puede obligar a un gobierno autonómico a cumplir las obligaciones que las leyes le imponen. Es decir, que parte de la base de que ese gobierno autonómico las está incumpliendo.

Intentó también el señor Puigdemont persuadir a la entrevistadora de que la UE acabaría reconociendo como miembros a Escocia y Cataluña si se independizaran. Como pasó con Eslovenia, le dijo, que mucho decir que no y al final entró.

Ella le recordó Kosovo y él tuvo que admitir que si España se opone al reconocimiento de un territorio independizado por su cuenta, la UE no lo reconoce. Y cuando la periodista le preguntó con qué dirigentes políticos europeos ha hablado sobre el posible reconocimiento de Cataluña se hizo el importante y dijo que no iba a revelar esas conversaciones. Aunque ella le insistió y él acabó reconociendo que, en realidad, no se ha reunido con nadie. Porque no lo ha pedido, eh. Que dice que aún no estamos en esa fase.

Murcia en la hora de la verdad. Llegó la semana de la moción de censura. El miércoles comienza el debate y el jueves se vota. Si es que para entonces, tic tac que diría Pablo, no ha saltado de su asiento aún el presidente autonómico. Si alguien tenía dudas —atención Génova— de que Pedro Antonio Sánchez no contempla marcharse a casa voluntariamente él mismo se ha ocupado de despejarlas este fin de semana. El presidente se propone intervenir en la sesión parlamentaria del miércoles y jueves para defenderse él mismo. O dicho de otro modo, el presidente no baraja otra hipótesis que la de seguir siéndolo cuando llegue el momento de votar.

Si verá cumplidas sus intenciones o no…