VÍDEO | OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Cifuentes ha pagado no sólo el precio de sus mentiras sino también el de no rendirse"

Antes de hablar de Cristina Cifuentes, hablemos de Mariano Rajoy. Que es el que manda.

ondacero.es

Madrid |

Hablemos de cuanto vale la palabra de un presidente. De cuánto deja de valer a poco que él se proponga devaluarla.

Hablemos de la palabra cambiante. La palabra mutante del jefe de gobierno. En homenaje a Tip y Coll, y antes de hablar de Cifuentes, hoy hablaremos del gobierno.

Veintitrés de febrero de este año. No ha pasado un siglo. Han pasado dos meses. Le preguntan los periodistas a Rajoy en Bruselas por las manifestaciones de los pensionistas. Su reclamación de que suban más las jubilaciones.Tomándole el pelo a la gente. El presidente apegado a la realidad, el que no promete lo que no se puede prometer, el del sentido común trata de embaucadores a quienes dicen que se pueden subir todas las pensiones.

Primero de marzo de este año. Le pregunta Ana Rosa Quintana a Rajoy por qué no se pueden subir las pensiones de jubilación lo que suba el IPC. Todavía no es posible subir las pensiones. Ya quisiera él poder hacerlo, ya quisiera. Pero es que no se puede.

Catorce de marzo. Debate en el Congreso sobre las pensiones. El presidente hace saber que sólo hay margen para subir las pensiones de viudedad y las mínimas. Y siempre que el Parlamento le apoye los Presupuestos.

Le aplaudió mucho su grupo. Por el ejercicio de sinceridad. Si no se pueden subir las pensiones de jubilación lo que suban los precios, pues no se puede. Ya está bien de que la oposición engañe a los abuelos.

Ayer, seis semanas después de predicar que la subida de las pensiones es imposible y que no se puede tomar el pelo a los viejos, el gobierno le prometió al PNV que las va a subir todas. Esta es la voz de Aitor Esteban, el de "si quieres grano Aitor, te presto mi tractor". Anunciando el prodigio.

¿Tanto ha cambiado la realidad económica de España en el último mes? ¿Lo era era imposible porque no teníamos recursos ha pasado ahora a ser factible? ¿Ha obrado acaso Rajoy la versión española del milagro de los panes y los peces?

Los jueves, milagro. ¿Es Rajoy el autor de un prodigio…o sólo estaba falseando la realidad cuando sostenía que la subida era imposible?

¿Cuánto vale la palabra de un presidente? Su ministro favorito, Montoro, que sigue sin explicar lo suyo con el Tribunal Supremo, se puso ayer el traje de comediante para entretener a sus señorías charloteando en la tribuna.

Ojalá hubiera tenido pelo, pero el tiempo nunca le dio para eso. El ministro de Hacienda. El que va al Congreso a divertirse. ¿Qué estaremos haciendo mal?, se preguntan algunos dirigentes del PP cuando luego miran las encuestas.

Antes de hablar de Cifuentes, sigamos hablando de Rajoy.

Él manda en el PP.

Lo manda todo en el PP.

Él sube el pulgar para promocionar dirigentes, él lo baja cuando cree que ha llegado el momento de cargárselos.

Si Rajoy hubiera creído que mentir sobre un examen de fin de máster que no existió nunca es motivo suficiente para irse a casa, Cristina Cifuentes habría dejado de ser presidenta de la comunidad de Madrid hace un mes. "Estaremos a lo que Rajoy diga", anunció hace semanas el Partido Popular de Madrid.

¿Y qué dijo Rajoy? ¿Qué ha ido diciendo Rajoy de Argel a Buenos Aires pasando por Madrid?

Tres de abril, en Argelia. Preguntan los periodistas por el máster y las irregularidades publicadas diez días antes. Y él emplaza al pleno que se va a celebrar en la Asamblea de Madrid.

Diez de abril, en Buenos Aires. Vuelven a preguntar los periodistas porque el profesor Álvarez Conde ya ha dicho aquí que el acta de examen era falsa. Ay, el sentido común. No invocarás el sentido común en vano. Se dice que Rajoy le está enseñando a Cifuentes la puerta de salida. Y luego se dice que no, que lo que está diciendo es que no va a entregar su cabeza.

Ocho de abril. Convención del PP en Sevilla. Los delegados aplauden a la presidenta madrileña, que ha sido saludada, y besada, por el que manda, que es Rajoy. Salid con la cabeza alta, les dice Rajoy a los suyos. Nadie nos puede dar lecciones.

Veinticinco de abril, ayer. Palacio de las Cortes.

Ahora que Cifuentes ya ha dimitido, busca Rajoy los micrófonos para afirmar que esto, justo esto, marcharse es lo que claramente estaba obligada a hacer.

Ha hecho lo que tenía que hacer. Que curiosamente es lo que él nunca llegó a decir que debiera haber hecho hasta que lo hizo.

Este serial madrileño que ha conducido a Cifuentes desde el trono regional y el trono de las quinielas como posible sucesora mariana hasta el lodazal del descrédito y el escarnio público ha sido la sorpresa de la temporada. Quién habría dicho, y quién le habría dicho a Cifuentes, que su exitosa carrera hacia la cima naufragaría en el plazo de un mes por las pequeñas grandes mentiras.

Duró menos el examen de lo que acabado durando la presidenta. Al final ha pagado no sólo el precio de su pequeña gran mentira —el máster—. Ha pagado también el precio de resistirse a admitir el naufragio y rendirse a tiempo.

Este capítulo de ayer, las cremas en el súper, no es ya del ocaso de una figura política que estaba liquidada; es la pena perpetua de la burla, del escarnio, del ensañamiento. La destrucción personal de quien ya había destruido su crédito y su prestigio. Todo Madrid sabía que era cuestión de días que cayera, entregada su cabeza por el partido o cobrada la cabeza en una moción de censura. Nadie esperaba (o casi nadie) que fuera el vídeo del supermercado el detonante último.

Un serial como éste, que ha dejado perpleja a media España, tenía que acabar con este episodio abracadabrante. La diputada autonómica a la que conduce al cuartito el vigilante del Eroski. El vigilante, que siete años después, hace un cameo en el penúltimo episodio y comenta la jugada en La Sexta.

No cabe sorprenderse de nada en un serial como éste, donde salió un profesor de máster narrando con naturalidad cómo ordenó reconstruir un acta de examen.

Y donde salió, acuérdense, un portavoz de gobierno autonómico atribuyendo a un profesor resentido la conjura para descabalgar a su presidenta. Resentido y psicópata.

Este portavoz que intentó convertir el caso máster en el caso psicópata, Garrido, es el diputado al que el PP de Madrid desea hacer ahora presidente. No decide, claro, el PP de Madrid. Decide el que manda, que es Rajoy.

Y sólo eso es lo que queda por emitir ya de este serial insospechado. Quién se sienta en el trono de hierro madrileño hasta que, a la vuelta de un año, los madrileños, en las urnas, se pronuncien.

Nos vamos a quedar sin conocer —me temo— esta otra parte de la historia, tan reveladora de cómo funciona el mercado negro de los dossieres. Quién ha guardado durante siete años un vídeo capaz de hundir políticamente a una persona y quién ha decidido su difusión siete años después, cuando la carrera política de esa persona, habiendo llegado muy arriba, estaba ya tocada y en proceso de hundimiento. Quien custodió ese vídeo preservó a la protagonista del mismo en las batallas que libró antes del máster. Sólo ahora que estaba ya sentenciada se ha animado a entregar el vídeo a las fieras.

¿Qué hizo con esa grabación durante todo este tiempo? ¿Cuándo supo Cifuentes de su existencia? ¿Qué más material de ese mismo estilo conserva el proveedor? ¿Qué utilización hace de él no cuando lo difunde, sino justo al revés, cuando se ocupa de que no se conozca?