Alsina, buenos días. Hay que reconocer que si el Barça no existiera, tendríamos que inventarlo. No tiene parangón su fabricación de noticias, polémicas y affairs. Ni Iván Redondo en sus tiempos de bonanza y pavoneo.
Témome que faltan facturas, y pagos, y trapicheos varios. Porque si hay una parte corrompida, hay otra corrupta que al menos declaraba lo apoquinado. Al que fuera número dos del estamento arbitral le delata su irregularidad en su declaración. Amén de la extorsión no consumada de hace cuatro años. Donde además, todavía queda mucho por descubrir. ‘Queríamos garantizar la neutralidad de los árbitros’.- Así justificaron a la fiscalía los dirigentes del Barça. Imaginemos a esos técnicos de Hacienda hablando entre bambalinas: ¿esta pasta? ¿esta empresa? ¿pero este señor no manejaba la cosa del arbitraje?
Y es que en la federación siempre sale un familiar. El tío de Rubiales, el hijo de Villar y también el vástago del señor Enríquez que hacía de ‘coach’ mentalizador por la mañana y de chófer y recadero por la tarde en hora de partido. De partido grande, de enjundia, para que los pagadores en las instalaciones del Camp Nou pudieran ver con sus ojitos que la inversión heredada estaba bien hecha.
El serial nos obliga a pegarnos a lo que falta por salir de la cloaca. Lo que cante el “vice” cuando le apriete la necesidad o la multa. Lo que justifiquen los ex presidentes culés. Lo que cuenten de experiencia vivida los muditos árbitros. Sin olvidar al gobierno, al ministro, al secretario de Estado que deben seguir haciendo voto, pero de silencio.
Pero como es viernes y soy de buscar algo de buen rollo a modo de guinda. Carlos Alcaraz está en Argentina donde ha reaparecido tras su lesión (más de 100 días ha estado en barbecho). Y lo ha hecho sonriente, dicharachero, feliz, encantador, saludando hasta a las señales de tráfico. Icónica su imagen barriendo las líneas de la pista de entrenamiento, escoba despeluchada en mano. Esto es deporte para mí.