Clara de Madrid nos cuenta que compró a su hijo un saco de boxeo; para instalarlo tuvieron hasta que "taladrar el techo del dormitorio" y sin embargó solo "lo usó dos veces". Desde que se fue a vivir fuera de casa, afirma, "el saco d se ha quedado formando parte de la decoración porque no sé cómo quitarlo".
Desde Zaragoza nos llama Luisa y nos cuenta que el día antes de su boda, compró "un regalo maravilloso que estaba en el escaparate de un anticuario" y al que llama "el tragaperras eclesiástico". El objeto en cuestión se trata de "una caja de madera con una hucha y una Sagrada Familia dentro", algo que llama tanto la atención a las visitas que Luisa no duda en pedir que echen dos euros en dicha hucha, "así sacamos para el vermucillo", asegura.
Roberto de Elche compró hace veinticinco años un proyector de diapositivas que "llevaba deseando toda la adolescencia". Hizo "un viaje muy bonito" en el que hizo muchas fotos pero solo lo utilizó esa vez. Lo peor es que hace poco, nos cuenta, "compre un aparatito para pasar las diapositivas a digital, y también lo he usado solo una vez".
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