Pero es obvio que este absurdo no lo podían prever. Eso debió adivinarlo el Gobierno hace algunos meses, para que no llegáramos a esta situación. Rajoy optó por confiar en que la simple aplicación de las leyes evitaría la catástrofe. Pero el enemigo lo que hizo fue colarse una y otra vez por las muchas grietas que tienen esas leyes. Por eso, llegados al límite, sólo quedaba utilizar las mismas argucias que el enemigo.
Si durante un partido no dejas de recibir patadas, al final no tienes más remedio que devolverlas. De manera que el Gobierno también se ha colado por las grietas de la ley, llevando al límite al Tribunal Constitucional, para ganar una guerra que el Estado no debe perder. Porque un fugitivo no puede derrotar a un Gobierno. España y el independentismo catalán están en guerra judicial y política. Y en una guerra siempre hay bajas.