En diciembre la tierra se duerme, pero no los labradores. Los truenos en enero apuntalan el género y también el granero. Pero ni llueve, ni truena.
La agricultura es la primera de las artes, y se ha sublevado. En el Parlamento Europeo, plaza de Luxemburgo, los gañanes han sitiado a los burócratas con miles de camiones convertidos en tanques. Han envuelto Bruselas en humo negro.
Los españoles participan en la tractorada; lanzan huevos, hacen hogueras durante la cumbre de los 27 contra la competencia desleal. Han quemado motos y estatuas. Dicen que quieren acabar con las leyes locas de la Comisión Europea. Exigen dignidad y respeto, y precios justos.
Los agricultores siempre trabajaron de sol a sol para que los demás comiéramos y han sido siempre maltratados. Ya se decía en tiempos de Quevedo: "Crecen los Palacios, ciento en cada cerro, y el gran San Isidro, ni ermita ni entierro".
No llegan con sus cosechas a cubrir los gastos, los fríen a impuestos. No pueden pagar los seguros agrarios. Atacan con tomates y pepinos a la policía porque se les acabó la paciencia.
La revuelta se inició en Francia, donde los agricultores intentaron tomar París y atacaron a los transportistas españoles derribando sus cargas. En su viaje a Europa, Pedro Sánchez, ante los ataques de los franceses, dijo que los tomates españoles eran imbatibles. No solo defendió a los separatas, sino a los tomates.
Europa es el primer productor de vino del mundo. Cultiva la mitad de lo que se consume, pero los precios se han hundido y los excedentes se destinan a alcohol para perfumes. El precio de venta es inferior a lo que cuesta elaborarlo. Le dan mil millones al sector, que son insuficientes.
Querido Carlos, Europa sin vino perdería la luz, el talento y la alegría. ¡Viva el vino!