CON MARINA HERVÁS

La sinfonía que iba a ser para Napoleón, pero al final no fue

Marina Hervás nos traslada hasta la época de Napoleón para analizar la sinfonía que Beethoven escribió inspirándose en él, a la que le cambió el nombre de 'Sinfonía Bonaparte' a 'Sinfonía Eroica' después de que le decepcionara como dirigente.

ondacero.es

Madrid | 11.12.2023 12:43

La relación entre Beethoven y Napoleón, que fueron contemporáneos, no siempre fue mala. Como en todas las relaciones, tuvo sus fases, y al principio Beethoven consideraba que Napoleón representaba el espíritu de la revolución y del cambio social.

Beethoven fue un compositor explícitamente político, creía firmemente en valores como la libertad o la justicia. Por eso simpatizó rápidamente con todo lo que representaba Napoleón, y más viviendo en una ciudad tan aristocrática como Viena. De hecho, entre 1802 y 1803 estaba enfrascado en lo que iba a ser su Sinfonía Bonaparte. Pero algo pasó en diciembre del año 1804 que hizo cambiar de opinión al compositor.

Cuando Beethoven se desencantó con Napoleón

Ese año Napoleón se autoproclamó emperador en la catedral de Notre Dame de París. Aquel acto fue una ceremonia imponente. Y con música, claro. Napoleón contaba con su propio músico de referencia, que se llamaba Giovanni Paisiello. Napoleón le dijo a Paisiello: "me vas a componer una misa de coronación bien majestuosa". Quería algo que impresionara al papa Pío VII, que iba a estar presente en la coronación. Así que Paisiello le compuso, nada menos, que una música fastuosa para dos coros y dos orquestas.

Esta autoproclamación decepcionó mucho a Beethoven porque pasó de ser el abanderado de la liberación de los pueblos aplastados por los tiranos, a ser uno de ellos, a ser un absolutista.

Beethoven, que era un intenso, tachó enérgicamente la dedicatoria a Napoleón de la sinfonía que estaba escribiendo cuando se enteró y, de hecho, hoy el manuscrito tiene un agujero donde debía ir “Bonaparte”.

Una obra aparentemente inspirada por Mozart

La sinfonía que hoy conocemos como la Eroica se abre con un tema bastante reconocible, supuestamente sencillo, y aparentemente inspirado en una pieza anterior. En concreto, inspirada en la ópera de un muy jovencísimo Mozart -tenía 12 años cuando lo compuso-, la ópera Bastian y Bastiana, cuyo arranque parece que suena después de las dos señales (chan-chan) en los chelos.

Hay que entender que hace dos siglos no era habitual que la música trascendiera la época de su composición. Es decir, lo que vivimos ahora de escuchar en el ámbito de la música académica (o la llamada “clásica”) música de los siglos XVII, XVIII y sobre todo del XIX no era nada normal hasta hace relativamente poco. Así que es probable que Mozart y Beethoven llegasen al mismo lugar por casualidad. Dicho lo cual, volvamos al análisis para ver algunas cosas sobre esta sinfonía que iba a ser para Napoleón, pero que no fue.

La confrontación de caracteres en Beethoven

El caso que se nos presenta este tema y, en seguida, se vuelve inestable y vuelve a empezar con nerviosismo. Encontramos así un gesto habitual de Beethoven, que es la confrontación entre dos caracteres opuestos: uno que podríamos llamar heroico, que es enérgico y triunfante, y otro que es más bien dubitativo y oscuro.

Esta confrontación de caracteres, dicho muy rápidamente, se debe a dos motivos. El primero es que Beethoven consideraba la música una expresión de la propia vida. Y él tenía un lema que conducía su vida: en latín es “Ad Astra per aspera” (hacia las estrellas a través del sufrimiento). Por eso tenemos en las sinfonías una especie de “viaje del héroe”.

Y eso nos lleva al segundo motivo: especialmente las sinfonías de su etapa intermedia parece que se construyen como si viviésemos las penurias del héroe -de ese tema heroico inicial, por ejemplo- hacia su clímax del final, del cuarto movimiento, bien alejado de esa duda del héroe.

Sinfonía Eroica compuesta para celebrar la muerte de un héroe

El segundo movimiento es el que causa más dudas de los cuatro que conforman la sinfonía porque es una marcha fúnebre. Ya hemos contado antes lo del repudio de Beethoven a Napoleón por convertirse en un tirano; de hecho, el compositor cambió el título de la que iba a ser su Sinfonía Bonaparte por Sinfonia Eroica compuesta para festejar la memoria de un gran hombre, según aparece en la edición de 1806.

Hablando en pasado: la memoria de un gran hombre. Como si hubiera muerto. En el caso de que ese gran hombre sea Napoleón, ¿está festejando lo que Bonaparte fue y representó antes de cambiar? Lo cierto es que Beethoven, como os decía, mete una marcha fúnebre como segundo movimiento de la sinfonía, que es algo bastante extraño, aunque sí es verdad que las marchas fúnebres tenían cierta presencia en la música revolucionaria francesa.

A la vez, tenemos una segunda teoría: en el año 1809 esta obra se publicó de nuevo con otro título: 'Sinfonía Eroica compuesta para celebrar la muerte de un héroe'. Napoleón, en 1809, aún estaba vivito y coleando (de hecho, vivió hasta 1821), así que esta otra teoría sugiere que quizá Beethoven quería honrar al príncipe prusiano Louis Ferdinand (Luis Fernando), que murió en 1806 batallando contra las tropas napoleónicas y era amigo del dedicatario final de la sinfonía completa, el príncipe Franz Joseph von Lobkowitz.

Sea como sea, escuchamos una procesión al comienzo en la que, enseguida, toma protagonismo el tema en el oboe y, a partir de ahí, comienza una serie de pequeñas variaciones.

Como si Napoleón se considerase un Dios a sí mismo

El cuarto movimiento, el final (del que ya hemos escuchado su explosión final), se basa en DOS piezas anteriores. Con esto, hace una autoinspiración. Así, por un lado, toma el final del ballet Las criaturas de Prometeo y otra es las Variaciones Op. 35 (llamadas Variaciones Eroica), tanto en su introducción como en su tema principal.

No olvidemos qué representa Prometeo, cuyo ballet hemos dicho que es una de sus referencias: Prometeo era un titán que se enfrentó a los dioses para darle el fuego a los humanos, es decir, un ser que empoderó a los humanos. Vamos por partes.

Parece que Beethoven defiende a ese titán, una deidad que decide “rebajarse” a lo humano. Lo confronta con lo que se ha convertido Napoleón: que al coronarse a sí mismo le quitaba ese rol al Papa, que era el que normalmente se encargaba de esa tarea diciendo “Coronet te Deus”, es decir, “Dios te corona”. Es como si Napoleón se considera un dios a sí mismo.

La batalla de Wellington, otra sinfonía de Beethoven inspirada en Napoleón

La Eroica no es la única sinfonía que Beethoven compuso inspirándose en Napoleón. Hay otra obra, quizá menos conocida que la Eroica, pero que también remite al mundo de los Bonaparte. Se trata de La batalla de Wellington, que es una obra en la que (todo hay que decirlo) Beethoven se pone "horterón".

Se pone "horterón" porque intenta representar literalmente el triunfo de las tropas de Arthur Wellesly, futuro duque de Wellington, contra el ejército de José Bonaparte en la batalla de Vitoria, en 1813, aquí en España. O sea, que lo que en la Eroica eran metáforas e indicios, en esta pieza es muy explícito. Beethoven deja poco al poder de lo simbólico. Lo que hace es oponer dos melodías: la inglesa y la francesa, como en el campo de batalla.

La melodía inglesa es 'Rule Britania', con música de Thomas Arne, que aún hoy se canta en la marina británica. A esta música británica, contrapone la que asocia a los franceses. Una vez presentados los bandos, se llama a la batalla y da comienzo el enfrentamiento, con sus cañones y fusiles y todo.

La Sinfonía de la victoria y el God save the king

Una vez caídos los franceses, arranca una segunda parte, llamada la Sinfonía de la victoria. Se presenta con una fanfarria, triunfante, y escuchamos que el tema inglés se ha convertido en “God save the king”.

Sobre el “God sabe the King” Beethoven ya había escrito unas variaciones para piano varios años atrás, en 1803, es decir, a la vez que escribía la Eroica. Parece que estas variaciones las compuso más bien como agradecimiento a la buena acogida de su música en Reino Unido, especialmente en Londres.

El siglo XIX se caracteriza por el auge de los músicos amateurs, y estas piezas resultaban un excelente ejercicio de menor a mayor complejidad para los aficionados. Podríamos pensar que Beethoven escribía para sus fans sobre música que conocían.