OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Torra pretende participar y votar como diputado hoy, para consumar la peineta al Supremo y a la JEC"

Hay series de televisión tan enredadas, ¿verdad?, que por más que uno ponga atención al final se pierde. ‘Perdidos’, por ejemplo, ¿vio usted ‘Perdidos’? Ya no sabías si Jacob era el padre de Penny y si al profesor Faraday lo que le gustaba de ver-dad era la estética retro.

Carlos Alsina

Madrid | 27.01.2020 08:19

Así que no se apuren. Si ustedes andan perdidos en el serial catalán es comprensible. Que si la Junta Electoral, que si el Supremo, que si el suplicatorio, y la amnistía, y el código penal y el Tribunal de Justicia Europeo. ¿Y dice usted que van a cambiar el código penal para que Torra pueda ser eurodiputado y Puigdemont pueda presidir la República española mientras Junqueras se hace para siempre ateo. Pues no exactamente. Hoy no es eso. Pasado mañana, ya veremos.

Lo de Torra hoy es que va a ir al Parlamento catalán a predicar allí unas cosas (el Estado represor, la oportunidad para el diálogo, qué ganas tengo ya de verte, Pedro) y aprovechará para recordarle a los diputados del rodillo independentista (y a los de Podemos, y a los del PSC) que hace dos semanas estaban todos de acuerdo en que la Junta Electoral puede decir misa pero a él su escaño no se lo quita nadie. Si el diez de enero estaban todos de acuerdo, a ver por qué ahora van a pedirle que se vaya. Total, lo único que ha cambiado es que el Tribunal Supremo ha respaldado la resolución de la Junta Electoral y ha establecido, por tanto, que Torra no puede seguir siendo diputado. ¿Por qué? Porque está condenado por un delito contra la administración, condenado, por más que la sentencia esté recurrida. Torra pretende participar y votar como diputado hoy mismo, para consumar la butifarra, o la peineta, al Supremo y a la Junta Electoral. Pero para hacerlo requiere de la complicidad de Oriol Junqueras, el hombre que lo decide todo. Porque la presidencia del Parlamento catalán también es suya, en la persona de Roger Torrent. De manera que, a una semana de que Sánchez se dé el gusto de reunirse con Joaquim Torra (encantado de verle, como dijo el presidente), el capítulo de hoy del serial interminable pasa por el Parlamento de Cataluña.

Por el Congreso de los Diputados pasará, si el PSOE y Podemos no lo impiden, el otro serial de los últimos días: el caso bochinche. Así llama Ábalos a lo que se encontró al llegar al aeropuerto de Barajas la noche del pasado lunes: el bochinche. Policías pendientes del avión particular en que habían llegado desde Caracas el ministro de Turismo venezolano y su jefa la vicepresidenta Delcy Rodríguez.

El enésimo relato, que parece que es el definitivo, de la incierta noche del ministro, lo ofreció Ábalos en La Razón este sábado y lo reiteró anoche en La Sexta. Veamos:

Él va camino del aeropuerto a recoger a su amigo el ministro de Turismo venezolano cuando le llama Grande Marlaska.

Ábalos llega al aeropuerto, se dirige a la pista donde está el avión privado de la vicepresidenta venezolana, allí le está esperando su amigo el ministro de Turismo y sube al avión a saludar a la señora.

Aunque estén 25 minutos allí dentro, no se habla de ningún tema. En esto insistió mucho el ministro. Insistió en dos cosas:

· Que la señora Rodríguez nunca tuvo intención de entrar en España.

· Y que él no habló con ella de nada. Nada de nada. Por eso dice que no lo considera una reunión.

La doble insistencia es posible que tenga que ver con el hecho de que se ha publicado que la vicepresidenta venezolana tenía intención de verse en Madrid con Pablo Iglesias (esto no está confirmado). Y también, con esta otra información de Voz Pópuli que dice que en Podemos andan con la mosca tras la oreja porque creen que Sánchez anda buscando información sobre las conexiones de Podemos en Venezuela.

El caso es que el ministro sostiene que los 25 minutos de charla en el avión sólo dieron para advertir a Delcy de que no bajara y para que ella confirmara que no pensaba. Y ya está. Como ella no salió del área internacional de Barajas y no cruzó, técnicamente, nuestra frontera, entiende Ábalos que él hizo un servicio a España al evitar un lío.

Si lo hemos entendido bien, no hay nada censurable en persuadir a una vicepresidenta venezolana para que no entre en territorio español so pena de ser detenida. Ni hay nada censurable en que el ministro de Aeropuertos se ocupe de persuadirla. Y por tanto la pregunta sin respuesta es: por qué le irritó tanto a Ábalos que se supiera que había estado en Barajas. Por qué le incomodó tanto que se le preguntara. Por qué su equipo negó que hubiera estado con ella en el avión. Por qué tantas versiones que, según él, no son contradictorias.

Al relato del ministro, sugiriendo que avisar a la vicepresidenta de Maduro de que no podía pisar España forma parte de la labor mediadora que pretende hacer nuestro país en Venezuela, cabe añadir el hecho, relevante, de que Juan Guaidó, ninguneado por Sánchez y degradado por Iglesias, no ha querido entrar a opinar sobre nada de lo que ha ocurrido en Madrid estos días. Guaidó se dejó agasajar por el gobierno autonómico madrileño y se volvió para Caracas dejando dicho que el gobierno español hace lo correcto.

Es razonable pensar que hay negociaciones en marcha y que el gobierno español quiere ejercer una mediación de inspiración zapaterista, digamos, con vistas a emerger como actor principal del desbloqueo (esta palabra le gustará al presidente) que haga posible unas nuevas elecciones. Ése, después de todo, era el objetivo hace un año: forzar a Maduro a convocar nuevas elecciones retirándole el reconocimiento como presidente legítimo para dárselo a Guaidó.

Admitamos, entonces, que haya una negociación abierta entre los dos gobiernos que Guaidó conoce y que no quiera torpedear. Porque por sí mismo ya se ha visto que Guaidó no ha sido capaz de darle la vuelta a la situación en su país logrando que a Maduro el propio chavismo le deje solo.