Monólogo de Alsina: "Si absuelven a la Infanta, el coro de profetas dirá que es para que el Supremo la exonere"
En las crónicas ella aparece siempre la primera. Pero en el ránking de procesados del caso Nóos es la última.
La sentencia del caso Nóos —la primera sentencia, que es la que sale hoy, porque habrá otra en el Supremo cuando se vean los recursos— no es la sentencia sobre Cristina de Borbón, o no sólo. Los acusados que hoy van a conocer qué va a ser de ellos son diecisiete. Y los que están en la parte alta de la tabla, susceptibles de ver cómo les caen más de diez años de cárcel, son tres:
• Urdangarin, esposo de infanta y yerno de rey en torno al cual se creó la máquina de hacer dinero;
• Torres, el socio con aptitudes para los negocios y para sacar todo el partido posible a las influencias de su amigo;
• Y Jaume Matas, el presidente autonómico (y ex ministro) que colecciona casos judiciales por su afición a amañar contrataciones.
Después vienen los hermanos Tejeiro, que se repartían los cargos en esa empresa tan próspera que decía no tener ánimo de lucro y que, para disimular que era una empresa recolectora se hizo llamar Instituto Nóos. Ana Tejeiro, esposa de Diego Torres, y su hermano Mario, el contable que pactó con la fiscalía y confesó cómo se obtenían los contratos públicos, cómo se inflaban los gastos y cómo se trasladaba el dinero de Noos a las sociedades familiares de Urdangarín y Torres.
Le siguen algunos cargos intermedios de aquel gobierno de Baleares, Pepote Ballester, Gonzalo Bernal, Alía; los procesados valencianos: Alfonso Grau, el número dos de Rita Barberá en el ayuntamiento de Valencia, varios cargos de la administración autonómica; y la responsable de la candidatura olímpica de Madrid, Mercedes Coghen.
Y…Cristina de Borbón, claro. Que en las crónicas este mediodía volverá a salir la primera salga absuelta o salga condenada. Absuelta de los delitos fiscales que le atribuye Manos Limpias —o le atribuía, porque Manos Limpias se autodestruyó por sucia— o condenada como colaboradora necesaria para la comisión de esos delitos. A la infanta hija y hermana de rey no se la va a sentenciar por lo que supiera o dejara de saber sobre los manejos del marido, o sobre el origen del dinero con el que ella pagaba la ropa de los críos o el servicio doméstico. A la infanta se la juzga y se la sentencia por sus acciones, las de ella. Como ocurre con el resto de los procesados. Por lo que hiciera el marido responderá el marido, por lo que hiciera ella responderá ella. Se la juzga por su papel en el fraude fiscal atribuido a la sociedad de la que era copropietaria, Aizoon. Según Manos Limpias, esa empresa incurrió en delito fiscal y la infanta fue necesaria para cometerlo. Según la fiscalía, y según Hacienda, y según la defensa, no hubo delito fiscal (fraude sí) pero la responsabilidad fue de Urdangarin y no de Cristina. ¿Por qué él sí y ella no? Porque él era el administrador de la empresa y ella, sólo la socia.
Cuando el tribunal sentencia hoy sobre la hermana del Rey Felipe, estará estableciendo su criterio —el que vale— sobre esta diferencia de criterios que han tenido la acusación popular y las otras partes. Que a su vez es la diferencia de criterios que enfrentó en su día al juez Castro —-el instructor— y al fiscal Horrach. El primero dijo que había indicios claros para imputarla, el segundo dijo que no los había. Y le cayó la del pulpo por decirlo. Fue criticado por muchos analistas por actuar como abogado defensor de la infanta.
Una de las contadas entrevistas que dio Horrach sobre este asunto fue a este programa hace casi dos años. La Audiencia acababa de avalar la opinión del juez Castro y la infanta estaba imputada. La Audiencia había bendecido el procesamiento. En contra del criterio del fiscal. Y le pregunté si no podía ser él el equivocado.
Era socia de Aizoon, si, pero no era administradora. No tomaba ella las decisiones. En aquel momento, cuando hablamos con Horrach, la audiencia había admitido el procesamiento. Él dijo: esperemos a ver qué dice la sentencia y qué criterio es el que al final prevalece.
Veremos este mediodía qué es lo que sale.
Desde el punto de vista jurídico, será interesante cuál es la última palabra en este duelo que han mantenido el juez instructor y la fiscalía, Castro y Horrach.
Desde el punto de vista jurídico va a ser también interesante saber qué castigo contempla el tribunal para los delitos económicos, si estos se confirman.
Y desde el punto de vista social, o político, o como le quieran llamar, pues ya sabemos lo que puede pasar. Llevamos cuatro años asistiendo a lo mismo.
Cuando todo esto empezó, hace ¡diez años!, cuando surgió el nombre de Urgdangarin en los contratos públicos examinados en el caso Palma Arena, salió el coro de profetas a proclamar que nunca una investigación judicial podría en apuros a la familia del rey, yerno incluido. Al yerno no lo tocaran, aseguraron. Y el yerno acabó imputado.
Entonces dijeron: bueno, sí, al yerno porque no queda más remedio, pero a su señora, ah no. A una infanta en la España del régimen del 78 con la justicia sometida (y todo eso) jamás le tocarán un pelo. Y la infanta fue tocada, y citada, e imputada. Bueno bueno, salieron a decir entonces los Savoranolas, la imputan para cubrir las apariencias, es paripé, ¡nunca tendrá que sentarse en el banquillo! Y se tuvo que sentar. Y los valientes aquellos que se habían hartado de denunciar la falta de justicia verdadera se quedaron sin discurso y se agarraron al único clavo que les queda: que bueno que sí, que fingieron juzgarla pero que al final saldrá absuelta.
Si el tribunal hoy la absuelve proclamarán que se libra por ser quien es y si el tribunal la condena dirán que es un truco más para que sea el Supremo el que al final la exonere.
No dejes que la realidad te estropee un prejuicio. No renuncies nunca a una consigna.