A esta hora se corre el primero de los sanfermines en Pamplona, España, ciudad de la Unión Europea cuyo nuevo alcalde, que es de Bildu, ha colocado la ikurriña como si el balcón fuera suyo pasándose la ley de banderas por el arco del triunfo. Asirón se llama el alcalde. Que lleva toda la vida sufriendo porque echaba de menos la bandera que a él le gusta y ahora que tiene mando en plaza ha decidido darse el gusto. Como cambiar la ley le parece lento, opta por la famosa vía rápida del ajo y agua. Alega como coartada que se trata de que el balcón municipal refleje “todas las sensibilidades”, que traducido del euskera quiere decir que esté presente el nacionalismo vasco. Y punto. Si de sensibilidades se tratara, podía poner también la bandera de Idaho, en homenaje a Hemingway y a los norteamericanos que hoy visitan Pamplona. Se empieza con la ikurriña en el ayuntamiento y se sigue favoreciendo a los medios de comunicación que emitan sus programas en euskera. Punto éste que aparece en el acuerdo de gobierno que hará presidenta, un día de estos, a Uxúe Barcos (Geroa Bai) con el respaldo parlamentario de Bildu. Hace diez días nos decía Barcos aquí: “No sé qué se entiende por políticas nacionalistas”. Queda claro que en diez días lo ha entendido.
Corriendo corriendo, ahora mismo los pamplonicas, y corriendo corriendo los jefes de Estado y de gobierno. En unas pocas horas se encierran en Bruselas para ver qué se hace hace con la deuda, los préstamos y —-esto es lo es más urgente— el corralito griego. Corriendo llegaron los gobiernos del euro al preacuerdo que saltó por los aires hace dos lunes y corriendo quieren llegar ahora a un acuerdo muy parecido a aquel que permita a ambas partes salvar la cara. Tsipras rebaja el tono exigente y los demás se ponen bravos para que no parezca que el griego, corriendo corriendo, ha conseguido torearlos.
Siempre queda poco tiempo para sortear el abismo y siempre hay que retomar negociaciones que parecían rotas. Tras la indigestión de musaca que ha sufrido Bruselas el domingo, el verbo que más se conjugó ayer en todas las plazas europeas fue recular. Reculando todos en pos de un armisticio que permita negociar las condiciones de una paz duradera.
“Recular” en griego se dice “Tsakalotos”. El nombre del ministro nuevo, reconciliator. El negociador jefe que sustituye a Varoufakis una vez que la cabeza de éste ha sido entregada a los dioses a modo de ofrenda.
En francés y alemán “recular” se dice “apúrate”: “Apúrate, Alexis, que la puerta todavía está abierta”. Apúrate y presenta una propuesta que se parezca como dos gotas de agua a la penúltima que nosotros te habíamos hecho.
Y recular en español se dice mover ficha. El presidente Rajoy, después de haberle metido revoluciones al discurso anti Tsipras la semana pasada —votar “no" es votar adiós al euro, los griegos verán qué hacen”, todo aquello— dice ahora que es Tsipras quien tiene que mover ficha aceptando algunas reformas. O en mensaje previo de Luis de Guindos cuando se le preguntó ayer por la posible salida de Grecia, que“bueno que sí, pero que no, que tampoco es así, que nadie se ha planteado nunca que Grecia salga del euro sólo faltaba”.
Reculando todos y aguando el discurso porque a un primer ministro que acaba de ganar de largo un referéndum no conviene seguir tratándolo como si fuera un energúmeno inconsciente y descerebrado (aunque piensen que lo es). Apúrate, Tsipras, que aún estás a tiempo de coger el último tren. El último de esta linea circular en la que, pase lo que pase, siempre acabamos estando en el mismo sitio.
Ya que Rajoy insiste en que la recuperación económica permite abrir la mano, rebajar impuestos y aprobar nuevos cheques sociales, los presidentes autonómicos le han tomado la palabra y le exigen, a coro, que apruebe ya un nuevo sistema de financiación autonómica. Suelta viruta, presidente, le están gritando. Los nuevos presidentes (no tan nuevos en el caso de Juan Vicente Herrera) quieren un grifo más gordo. Más caudal para financiar las autonomías. Herrera se lo soltó ayer a Soraya Sáenz de Santamaría (para estar viviendo una ola de calor, el ambiente en la toma de posesión ayer fue tirando a gélido); Ximo Puig se lo dijo al ministro Margallo hace una semana, queremos más dinero, y lo más sorpredente fue la respuesta del ministro: “tiene razón”, dijo, “ya es hora de aprobar un sistema justo”. La expresión “ya es hora” en boca del gobierno que lleva tres años y medio gobernando chirría un poco. Es como oirle decir a Julio Iglesias que es hora de renovar la canción melódica. A ver, Julio, tiempo has tenido.
Los nuevos se estrenan y a los de antes les buscan acomodo donde siempre: en el Senado. Quién dijo que el Senado no servía para nada. Qué tiempos aquellos en que los partidos sugerían que igual era mejor suprimir la cámara alta. Si no existiera el Senado, qué harían el PP y el PSOE con sus presidentes autonómicos derribados. Recolocaciones senatoriales. Lo de senador por designación autonómica sigue siendo el comodín más útil que tienen los partidos para dar salida a los derrotados. Pedro Sanz, Luisa Fernanda Rudi, Alberto Fabra, José Ramón Bauzá. Cuatro de cuatro. Ah, y Rita Barberá. Que sean cinco. Allí se encontrarán con Joan Lerma, con Marcelino Iglesias, con José Montilla. Savia vieja para una cámara que ni pincha ni corta. La están convirtiendo en el guardamuebles de los derrotados. En lugar de ujieres, hay anticuarios.