Monólogo de Alsina: "Iglesias, el ministrable galapagueño, garantiza lo que no puede: que habrá Gobierno de coalición Podemos-PSOE"
Agarraron ayer el megáfono los líderes de los dos sindicatos más políticos del país, Sordo y Álvarez, le vocearon al gobierno socialista lo que tiene que hacer y el Gobierno no les ha hecho ni caso.
Madrid | (Publicado 02.05.2019 08:00 )
Ni Sánchez va a desmantelar del todo la legislación laboral que aprobó Rajoy —ya le hizo saber a Bruselas que no se inquietara, eso no va a pasar— ni va a blindar la actualización de las pensiones conforme al IPC y sólo al IPC porque eso equivale, para un Gobierno, a atarse las manos.
Los ministros de izquierdas se dejan ver en las manifestaciones sindicales —no vaya a parecer que no se sienten hermanos de la UGT— pero el Gobierno tiene cero intención de dejarse escribir el programa económico por Pepe Álvarez.
Si el presidente Sánchez aguanta en el cargo estos cuatro años, seguro que le acaba cayendo una huelga general porque no ha habido presidente en España que no haya tenido la suya. La tuvo González, la tuvo Aznar, la tuvo Zapatero y la tuvo Rajoy. Si usted solo se acuerda de las de Felipe y Aznar no se apure porque nos pasa a todos. Eso es porque aquellas huelgas tuvieron algún efecto, a diferencia de todas las que vinieron detrás.
En su único día de gloria del año, los jefes del sindicalismo patrio se dieron el gusto de aparecer como influyentes estrategas políticos. Censuran que la patronal pretenda influir en las decisiones de Sánchez. Porque para eso, para meterle presión a Sánchez ya están ellos, siempre prestos a interpretar lo que ha expresado la sociedad en las urnas.
Cuando las elecciones las gana la izquierda los sindicatos exigen que se atienda a esa mayoría, cuando las elecciones las gana la derecha los sindicatos exigen que no se la atienda.
El líder de Comisiones Obreras hizo ayer de Pablo Iglesias. Su discurso es el mismo y su pretensión también es la misma: que Podemos pise moqueta. Cargos, sillones, presupuesto y ministerios. El ministrable galapagueño garantiza ya lo que no está en condiciones de garantizar: que habrá gobierno de coalición suyo con Sánchez.
Pues no. Para que haya un gobierno estable no hace falta que sea de coalición (PSOE y Podemos no suman mayoría absoluta, Pablo). Para que haya un gobierno estable lo que hace falta es que ese gobierno tenga amarrada una mayoría parlamentaria. Y para eso no hace falta repartir ministerios, salvo que el compadre morado los exija como precio para que haya un presidente de izquierdas. O me das ministerios o te bloqueo.
Qué acabará haciendo Sánchez-el-cambiante es posible que aún no lo sepa ni él. Pero a veinticuatro días de las elecciones municipales su escudero Ábalos todo lo que menciona son los posibles acuerdos sobre el programa de gobierno, no sobre el reparto de ministerios.
Con Podemos a lo que aspira Sánchez es a repetir la foto aquella de la Moncloa que tanto agradó al morado porque parecía que él fuera el co-presidente. Lo parecía, en efecto, pero no lo era. Justo eso es lo que Sánchez sueña con repetir: todo lo co-presidente que quiera sentirse Pablo pero ausente, cada viernes, del Consejo de Ministros.
Y qué pasó en las horas previas a la liberación de Leopoldo López a cargo de militares y agentes de inteligencia que han abandonado a Maduro.
Que Guaidó calculó mal su fuerza parece fuera de duda. Anunció el final del gorila y el gorila sigue, a estas horas, en su palacio blindado. Aunque, a la vez, Guaidó sigue libre e instando a las multitudes que le escuchan a mantener la presión en la calle y Leopoldo López se encuentra en la residencia del embajador de España liberado también de su arresto domiciliario.
De manera que el final de Maduro no llegó el martes, ni ayer, pero eso no significa que hoy tenga más poder que antes, ni siquiera que mantenga todo el que tenía. Los mandos militares que dejaron de acatar sus órdenes serán pocos pero ya son más que los que lo habían hecho antes. Y la grieta que está abierta dentro del propio chavismo, donde hay alguna contestación interna a Maduro, se va a seguir agrandando.
No es posible saber aún cuánto hay de verdad y cuánto de propaganda en las versiones que circulan ahora sobre lo que sucedió realmente el lunes. Trump no es neutral y su gobierno no se distingue por el respeto escrupuloso a la verdad, pero el alto cargo que nombró para la cuestión venezolana contó anoche que la negociación que ha habido con altos cargos del régimen se ha frustrado.
Otras fuentes sostienen que el ministro Padrino y el jefe de la guardia presidencial estuvieron a punto de pasarse a Guaidó. Y que existía incluso un acuerdo para que Maduro se subiera a un avión y desapareciera de la vida de los venezolanos en el que estaba metida Rusia. Pero que naufragó cuando el otro peso pesado el régimen, Diosdado Cabello, lo saboteó porque a él no le garantizaba na-die impunidad.
Este Cabello es el que ayer llamaba zombies a los manifestantes contra los que cargan las fuerzas policiales del chavismo.
Al ex presidente del Uruguay, icono de la izquierda americana (y también de la izquierda española), José Mujica, le han preguntado qué le parece que una tanqueta del gobierno se lance a atropellar manifestantes. Y la respuesta que ha dado le ha merecido que le lluevan palos de venezolanos antichavistas en las redes.
Si usted sale a la calle se expone. No hay que ponerse delante de las tanquetas. Le ha faltado decir que el hombre aquel de Tiananmen, con las bolsas en la mano delante de un tanque, era un descerebrado. Y conste que Mujica, que fue muy de Chávez, no es nada de Maduro.
Él también tiene claro que es un obstáculo para la paz en Venezuela y a su gobierno lo llama régimen, cosa que nunca hará en España Izquierda Unida. Lo que queda de Izquierda Unida, engullida por la marca Podemos con el aliento de Alberto Garzón, al que Iglesias le deja hablar en los mítines para tenerle content
Dijo ayer, por cierto, el líder galapagueño, esto sobre Juan Guaidó.
En privado nos han reconocido que fue un error reconocer a Guaidó. En privado, quiénes, a quién; y en qué contexto. La transparencia, Pablo, la transparencia. Las conversaciones privadas o las guardas para ti o, si las cuentas, las cuentas enteras. No las usas de esta manera tan chusca para darte la razón a ti mismo. Primero das por hecho que Guaidó quiere sangre y así descargas de culpa al régimen chavista por la sangre que ya han causado las cargas policiales.
El Gobierno de España haría bien en aclarar cuál es su postura, que es todo menos clara, por más que presuma de lo contrario el fontanero Ábalos. El gobierno de España tiene al compadre Iglesias chismorreando por ahí que Sánchez no apoya, en realidad, a Juan Guaidó. Y tiene a una portavoz, la señora Celáa, que en lugar de celebrar que las Fuerzas Armadas se pongan a las órdenes del presidente al que España reconoce, Guaidó, lo ha llamado golpe militar.