OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Aún no se ha celebrado pleno alguno y Forcadell ya incumple"

Una vez que uno coge carrerilla en ignorar las normas vigentes, es capaz de ignorarse a sí mismo. La señora que tiene encomendada velar por el cumplimiento de los derechos y deberes de los diputados, Carme Artúrica Forcadell, tira para adelante, como un bulldozer, y arremete contra los once diputados del Partido Popular por no plegarse al calendario que sus jefes políticos le han encomendado sacar adelante.

Carlos Alsina

Madrid | 03.11.2015 08:09

Revuelta la señora presidenta porque el PP ha encontrado en el reglamento de la cámara la manera, argucia si quieren, pero perfectamente reglamentaria, de pisarle el freno al rodillo independentista y aguarle la fiesta de votar la independencia el nueve de noviembre, 9-N, ya saben del fervor soberanista por los aniversarios y las fechas.

Qué le vamos a hacer, el PP encontró una tecla para quitarle velocidad a la cosa: para convocar pleno hace falta que todos los grupos estén constituidos y el PP ha decidido retrasar cuanto pueda la constitución del suyo. Lo explicó Albiol en este programa sin andarse con disimulos: todo lo que se pueda hacer para evitar que una declaración de desobediencia sea bendecida por la mayoría independentista del Parlamento, se hará. El reglamento da ocho días para constituir los grupos, pues ocho días.

Aún no se ha celebrado pleno alguno y ya ha empezado la presidenta Forcadell a incumplir su propio reglamento. Ella, que es la encargada de que se cumpla. Convoca junta de portavoces sabiendo que el PP aún no tiene uno. Porque yo lo valgo. Y le envía un recado a los populares para que envíen a un propio, mándenme a un cualquiera que haga de portavoz, hombre, qué más da quién sea y lo que diga. Puestos a ignorar las normas, Forcadell se ignora ya a sí misma. Creando esta situación insólita en la que los diputados que sienten vulnerados sus derechos han de pedir amparo a la misma presidenta que los vulnera. ¡Protéjanos, señora, de usted misma! Oiga, esto acaba de empezar. Una semana lleva funcionando el nuevo Parlamento de Cataluña y Juana de Arco ya cree que esto se organiza como una manifestación en la Vía Layetana: el que quiera que venga y el que no, que se quede en su casa.

Chula ella, pa chulos nosotros. Dice Albiol.

Si la pregunta que nos hacíamos ayer, a esta hora, es si Convergencia Democrática sigue siendo un partido de verdad, con dirigentes que tienen y expresan criterio propio, la respuesta la tuvimos ayer: Convergencia es un futbolín con jugadores de madera. Artur Mas maneja la barra de acero y los muñequitos se mueven todos a una. Si hay que ir a las elecciones de la mano de Esquerra, bravo, vayamos, gritan a coro los muñecos; si hay que pactar con la CUP una declaración de desobediencia, bravo, pactemos, gritan de nuevo. Se creen actores esenciales del proceso que decide el futuro de los catalanes pero día a día demuestran que ya sólo son peones de un ejército que no admite la disidencia.

Se reunió la dirección de Convergencia y no hubo nada. El silencio de los floreros. Las crónicas hablan del malestar de algunos dirigentes, de la tensión interna, de que hay un sector —-mira tú por dónde— moderado, de bla bla bla y bla bla bla, pero no encontrarán una sola declaración pública de un dirigente de Convergencia que diga que a quien hay que desobedecer no es al Constitucional, sino a Artur Mas. No encontrarán a nadie que diga en público que el rey Artur es Aerys Ii Targaryen, el rey loco.

Unanimidad absoluta. Búlgara incluso. La portavoz de Convergencia, que es una joven llamada Marta Pascal cuyo trabajo consiste en no contar lo que ocurre dentro de su partido, dijo ayer que sí, que debate había habido, pero desde la unanimidad. Unánime debate que concluye unánimemente con el respaldo unánime a la estrategia y aún más unánime al pacto con la CUP. Para ser un debate, debió de ser de lo más aburrido, oiga.

La única preocupación de la dirección convergente es descubrir quién se chivó de lo que había pasado en la reunión del gobierno: caza de brujas para localizar al filtrador. Encontremos al soplón y echémosle del gobierno, dice, inquisitorial, Francesc Homs.

Quien siga confiando en que una revuelta interna en Convergencia acabe con el liderazgo de Artur Mas y esto, a su vez, desencadene el colapso del proceso independentista dejando a la señora Forcadell colgada de la brocha y sin portavoces a los que embestir con el bulldozer que siga soñando porque nada indica que el motín a bordo vaya a producirse nunca. Que haya subalternos ambiciosos que anhelan relevar al rey Arturo —-que los hay, claro que los hay, tomando posiciones por si cae la breva—- no significa que el proceso acabe muerto. Los futbolistas de madera nunca se rebelaron contra la barra de acero que los mantiene en movimiento.