Dos cumbres tenían al mundo en vilo, les dije ayer. Hoy sabemos que una dio fruto -un primer fruto, llegar y besar el santo- y que de la otra no salió nada -Sumar, cero-.
a esta conferencia de paz organizada por el príncipe Bin Salman se le llama negociación por llamarle de alguna forma
Al final le resultó más fácil a Marco Rubio, ministro de Trump, entenderse con Andrii Sibiga, ministro de Zelenski, que a Pedro Sánchez entenderse con Yolanda Díaz, así se va escribiendo la historia. Ya, ya sé que el gobierno Trump tenía en su mano un instrumento de persuasión eficacísimo, que es haberle cerrado el grifo a Zelenski de información sensible sobre la situación de su invasor ruso y toda ayuda militar o económica sin la que Ucrania no está en condiciones de mantener a su agresor alejado de Kiev.
Digamos que a esta conferencia de paz organizada por el príncipe Bin Salman se le llama negociación por llamarle de alguna forma, pero es una negociación trucada.
A la que Estados Unidos acude habiendo echado a Zelenski de la Casa Blanca por no ser lo bastante servil al presidente Trump y habiéndole amenazado con dejarle desasistido y ciego en el frente de combate, no parece la forma más diplomática de persuadir a un jefe de Estado de que comparta contigo sus recursos naturales y se preste a ceder una parte de su territorio a quien lo tiene invadido. Pero, sin duda, se ha demostrado eficaz. El gobierno ucraniano anunció anoche que acepta la propuesta estadounidense de parar la guerra un mes y sentarse con Rusia a ver si hay forma de pararla ya para siempre.
"Ahora tienen que hablar Rusia"
Ucrania dice sí (Zelenski dice sí). Ahora tiene que hablar Rusia.
Se agradece que, por una vez, el gobierno estadounidense admita, aunque sea como hipótesis, ¿verdad?, que el obstáculo para la paz se llama Putin. Nunca ha estado Trump muy por la labor de recordarlo, pero quien inició esta guerra fue Putin -y solo Putin- inventándose una amenaza que no existía y erigiéndose en salvador de la población reprimida del Donbás. Si el ruso no hubiera ordenado bombardear a los ucranianos y tomar sus ciudades con blindados no habría guerra que terminar porque nunca habría empezado.
Mucha sorpresa sería que el caudillo ruso se prestara a detener su agresión, aunque sea un mes, sólo porque Zelenski haya dado este paso. Pero en caso de Rusia entrara, lo siguiente sería ponerle fecha, y garantías, a ese alto el fuego. Y justo para este escenario, la tregua, es para lo que el francés Macron, anfitrión ayer de una cumbre de jefes militares europeos, viene recetando que se diseñe ya una misión de paz -europea y militar- que se ocupe de verificar en suelo ucraniano el cumplimiento de lo pactado. Aún sería más sorpresa que Putin aceptara que países de la Otan se encarguen de verificar que, durante un mes, él no mata a nadie, pero está negociando la tregua con el país más importante de la Otan, que es Estados Unidos. Y si los acontecimientos se aceleran, se va a acelerar también el debate entre gobernantes europeos respecto de quién está dispuesto a aportar soldados y quién no. Este debate que, según la portavoz del gobierno Alegría no toca aquí, todavía.
Incipiente. El lunes publicó a toda vela el diario El País que el gobierno ya tiene decidido a participar en esa misión de paz y sólo falta por determinar cómo lo hace, es decir, qué aporta: si instructores, observadores o soldados. No consta cuál de las tres opciones le parece más aseada a Yolanda Díaz, y tampoco consta que nadie vaya a consultarle.
Cumbre doméstica
Dos horas dedicó ayer Sánchez -cumbre doméstica del día- a negociar su propia paz con la cuarta parte de su gobierno, que es Sumar. En realidad, debió de dedicar dos horas a explicarle a Díaz lo que ella ya sabe, que es que la decisión de aumentar el gasto militar ya está tomada y no es objeto de negociación alguna. No se sabe cuánto de esas dos horas habló cada uno. Y en rigor, tampoco se sabe qué se dijeron exactamente.
Si hicieron cuentas sobre el presupuesto militar o hicieron cálculos sobre cómo convencer a la sociedad de que gastar más y más en Defensa no supone gastar menos en otras cosas. Especialidad de la casa: presentar decisiones extraordinarias como si ninguna tuviera nunca contraindicaciones o efectos secundarios. Dices: entonces, ¿cuál es el problema? Si se puede meter mucho más dinero en Defensa sin tocar un euro de gasto social ni aumentar el déficit ni encarecer la deuda, ¿a qué tanto arrastrar los pies? Hágase hoy mismo. No hay precio que pagar ni sacrificio que hacer, ¿pues a qué espera? Esto es como la quita autonómica: todo el mundo gana, ¿no?, nadie sale perdiendo, no hay carga, no hay peaje, alabada sea la ministra de Hacienda. Y todo, sin Presupuestos del Estado actualizados a estos nuevos tiempos.
Gracias, ministro. Oye, ¿qué más queremos?
Dices: que alguien tenga en cuenta al Parlamento, como si fuera la representación de la sociedad. Qué manía ésta de tener a la sociedad en cuenta. Si el gobierno puede tirar del fondo de contingencia para eludir pedir criterio al Parlamento, pues el gobierno elige fondo de contingencia. Y pasa lo que pasa. Que le preguntan a la portavoz parlamentaria de Sumar qué posición tiene su grupo y pide perdón por no saberlo.
Le puede la sinceridad a la portavoz Martínez Barbero. Tiene que aprender de Patxi López, que tampoco sabe nunca gran cosa sobre las intenciones del gobierno -hasta que le pasan proposiciones de ley para que las firme como si fueran suyas- pero cuando la prensa le pregunta, improvisa.
Pues si lo puede decir él, dicho queda.
Líderes políticos por la Moncloa
Mañana se producirá el peregrinaje de líderes políticos por la Moncloa, empezando por Feijóo, que viene reclamando que todo sea sometido a debate y votación en el Parlamento. El gobierno hace saber que Sánchez quiere informar y reflexionar. Lo de pedir apoyo, mañana se verá. La encrucijada que enfrenta Europa (y España) es tan enorme que ha calculado la Moncloa que con media hora le sobra para despachar el asunto con Feijóo. Media hora. Menos de lo que le dura un mitin cualquier domingo al presidente.
