OPINIÓN

Monólogo de Alsina: "Regreso al futuro"

Carlos Alsina

Madrid | 22.03.2024 08:33

Ya está aquí, ya llegó. ¿Quién, Puigdemont? No, la Semana Santa. Viernes de Dolores. Se va acabando la cuaresma pero aún queda toda la pasión. Este domingo es de palmas y ramos de olivo y la semana que viene de procesiones y vuelco meteorológico: volverán las lluvias y menguarán las temperaturas. Como es tradición.

No será en Semana Santa, no todavía, cuando el profeta del procés (en otro tiempo alma perdida que vagaba por los bosques de Bruselas recibiendo a periodistas para colocarles su matraca), no será todavía cuando se sea portado en andas por los cofrades de su hermandad independentista, qué es el independentismo sino una religión, hasta cruzar en procesión la frontera.

La primera parte de la profecía ya se ha cumplido: el fantasma de Waterloo se hace carne en las elecciones autonómicas que Esquerra ha convocado tras naufragar su gobierno en minoría y que Salvador Illa aspira a ganar hablando de la sequía, de Pisa y de las listas de espera. Puigdemont, ya se vio ayer, se atribuye a sí mismo la condición de agua bendita que viene a saciar la sed de justicia de los catalanes reprimidos por el Estado opresor.

La segunda parte de la profecía dice que, una vez hecho carne de lista autonómica, y en caso de que tenga opciones de ser investido, se hará carne mortal en la frontera para que TV3 y la BBC transmitan en directo la entrada en España de un prófugo procesado en rebeldía, entre palmas y ramos de olivo, sin borrico, y a la espera de ser cubierto con el manto protector de una amnistía.

A ver quien tiene narices para detenerle y enviarle a prisión preventiva sabiendo que es inminente una ley de impunidad redactada expresamente para él. Bueno, tan expresamente que la ha redactado él, tampoco es un secreto, comisión de Venecia.

"Siete años después, el profeta reverdece el discurso víctima"

Del mítin interminable con que obsequió ayer a su grey en un pueblo francés que tiene alcalde colega, la única sorpresa es que ofrezca a Esquerra una candidatura conjunta con la tranquilidad que da saber que no se la van a aceptar, pero recordándole que en 2018 el compromiso que tenían era restituir en la Generalitat al presidente ilegítimamente destituido. O sea, él.

Siete años después, el profeta reverdece el discurso víctima: me descabalgaron de la presidencia ilegalmente. Toma nota, Pedro Sánchez, porque el 155 también fue tuyo. Y tome nota el votante, a eso aspira, de que quien ha sentado el PSOE en Suiza con verificador salvadoreño ha sido él, y no la Esquerra pagafantas que se dejó engatusar con una mesa de diálogo que no se reúne nunca. Aquí el pata negra del independentismo burlándose de los moderaditos de Junqueras.

Él ha llevado al PSOE por donde ha querido hasta consumar una amnistía, Junqueras se comió cuatro años de prisión y aún tuvo que dar las gracias por el indulto. ¿Quién es el listo? A esto se reduce, de momento, la campaña recién estrenada del mitinero Puigdemont. A humillar a Esquerra, a exhibirse como el tipo que lleva del ronzal a Sánchez y a anunciar que hará fichajes de la sociedad civil catalana para dar a Junts la pátina de proyecto amplio que hoy, burbujita, no tiene.

Qué te digo yo, cantautores nuevos que sustituyan a Lluis Llach y Ponsatíes nuevas que sustituyan a Clara la escocesa. Y a presumir de no haber renunciado a la vía unilateral, en contra de lo que sostuvo el PSOE, de no haber aceptado la Constitución, en contra de lo que sostiene el PSOE, de no haber garantizado la estabilidad de la legislatura, en contra de lo que quiso creer el PSOE, y de no haber pedido perdón por nada.

"¿De verdad es posible que Puigdemont vuelva a ser presidente de la Generalitat de Cataluña?"

Dices: ¿de verdad es posible que Puigdemont vuelva a ser presidente de la Generalitat de Cataluña? ¿Es creíble eso? A ver, a un señor de Massachussets le acaban de poner el riñón de un cerdo y le van a dar el alta en unos días. Veréis cosas que no creeríais.

Para ser diputado de a pie no va a volver, pero para ser presidente restituido, sí. O sea, las elecciones como un plebiscito. Plebiscitarias, como llamó Mas a las de 2015 (antes de pasar a mejor vida enterrado por la Cup).

Uno habría esperado que el presidente Sánchez celebrara ayer esta candidatura de Puigdemont (su mentor) como prueba máxima de que la normalidad ha llegado a Cataluña. El prófugo queriendo hacer política en las instituciones, como repite machaconamente el gobierno, que igual es el único que no se ha enterado de que Puigdemont viene haciendo política en las instituciones desde el mismo día que se presentó a las europeas de 2019 para conseguir el aforamiento; y, en efecto, lo obtuvo.

Pero resultó que no, que Sánchez no se felicitó por la candidatura de su compadre derechista-progresista. Más bien le quitó importancia.

En qué consiste la nueva etapa

Diecisiete, perdón, sí. Pero vamos a ver, presidente, que se trata de lo contrario, ¿no?, de demostrar que gracias a la amnistía todo ha cambiado. Que es el gobierno el que predica que el independentismo, hasta ahora, no quería saber nada de las instituciones, aunque Junts siguiera gobernando Cataluña en el 18, y el 19, y el 20, y el 21 y hasta el 22. Aclárese el gobierno con su salmodia. Si en 2017 ya fue candidato, y tan normalito, ¿en qué consiste la nueva etapa? A ver si la amnistía lo único que cambia es que este ciudadano pueda venir a España sin que lo detengan. Y en que pueda ser investido sin afrontar sus responsabilidades penales. De investigado a investido.

Comparten Puigdemont y Sánchez la fijación por Madrid. El uso se puso a comparar, torticeramente, las inversiones de Renfe y Adif en una región y en otra, el resto de las comunidades autónomas las ignora, y el otro, Sánchez, interpretó su papel de líder de la oposición regional y protagonista del serial paródico 'Acabemos con Ayuso'.

Chupito cada vez que un ministro pida la dimisión de la novia. La cosa es chusca, o aún más chusca que los días anteriores no sólo porque Sánchez es el presidente del gobierno de España, no Juan Lobato, sino porque ayer estaba en Bruselas. Hubo un tiempo en que el propio Sánchez se indignaba porque el PP hablaba mal de él fuera de España: qué deslealtad, decía, la trifulca doméstica se lava dentro. Ayer, presidente del gobierno en Bruselas, no dejó pasar la ocasión de insistir con Ayuso a la manera en que lo hace siempre: tachándola de corrupta. Lo hizo cuando el hermano y lo hace ahora, por el novio. 'Un caso de corrupción que afecta al PP', repite Sánchez sin despeinarse. Defina 'corrupción' (malversación no consta que haya habido) y defina 'afecta' (el novio no consta que sea del PP).

Pero da igual. En la España de la distorsión, la media verdad, la insinuación, la insidia y el bulo, todo vale. Ahí está la vicepresidenta uno, señora Montero, que el miércoles sostuvo en el Congreso que la Xunta de Galicia, en tiempos de Feijoo, benefició a la empresa en la que trabajaba su pareja.

¿Fue contratada, recibió una ayuda, encargó unos trabajos? En serio, ¿éste es el nivel? ¿Sabe acaso la vicepresidenta uno de lo que habla? La coartada siempre es la misma: son informaciones de prensa. Ocurre que el medio que publicó que la Xunta había contratado con Sargadelos confundió a la empresa Sargadelos con el pueblo Sargadelos. Y a la Fundación Sargadelos con el Patronato del Museo.

Cuando la vicepresidenta instó al PP a responder si era verdad el conflicto de intereses el PP ya había desmentido la imputación falsa. Reprocharle a alguien que no haya aclarado si es verdad algo que expresamente ha dicho que es mentira es jugar sucio. Afirmar que un gobierno autonómico encargó trabajos a una empresa cuando no encargó nada es darle aire a un fake, que diría Zapatero. Bastaba consultar la web de la Xunta para advertir el error que se había producido. Y si algo no puede hacer una vicepresidenta primera del gobierno de España, no es poco cargo, es difundir fakes alegremente una semana después de haber revelado, alegremente, detalles de una investigación de Hacienda que dijo haber leído en los diarios cuatro horas antes de que estos lo publicaran.

Vídeo del monólogo